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Componentes de un fracaso histórico Opinión

Componentes de un fracaso histórico

Marcelo Espinoza Chávez
Por : Marcelo Espinoza Chávez Administrador Público y Cientista Político de la Universidad de Chile. Autor del ensayo La Vía Insurreccional al Socialismo y la Vía Política de Salvador Allende.
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El significado político de este análisis, es que cualquier pretensión extrema sobre los anhelos de la ciudadanía, en el sentido de estar ésta a punto de un salto revolucionario, no es realista y es al contrario, simple voluntarismo e infantilismo. El malestar del estallido social del 2019 existe, las demandas sociales seguirán en pie, pero las sobre interpretaciones de su significado, no llevan a ninguna parte. Era suficiente con lograr el objetivo principal, reemplazar la Constitución de Pinochet, sentar las bases para superar el Estado subsidiario y modificar así gradualmente el carácter del Estado, haciendo posible que el libre ejercicio de la democracia permitiera llevar a la práctica las transformaciones que sigue anhelando la mayoría. Una mala lectura del momento político, es la madre de todas las derrotas y causante de llegar a ninguna parte.  


El resultado del plebiscito del pasado 4 de septiembre representa un fracaso histórico, el más importante, después del golpe militar de 1973, y un retroceso para las fuerzas políticas transformadoras de la sociedad. Proponemos un análisis crítico, descarnado y sin eufemismos, para aportar a desentrañar sus múltiples explicaciones.

Serias insuficiencias en la conducción política

Un proceso constituyente requiere de una visión estratégica, para establecer ciertos objetivos políticos a lograr. Significa predefinir los contenidos básicos de la Constitución, precisar cuáles serían los más relevantes y a continuación precisar con quiénes y cómo avanzar tras ellos. Esto implicaba evaluar la correlación de fuerzas al interior de la convención, y como resultado, elaborar una política de alianzas. También, tomar en cuenta el plazo disponible para la discusión y redacción del texto, y considerando la restricción impuesta de un año de duración, priorizar en torno a los objetivos posibles.

En eso consiste conducir y liderar el proceso. Pero hay un elemento adicional a considerar dentro del planeamiento estratégico, que es el ambiente externo. La Convención no está en Francia en 1792, cuando se instala luego de la revolución, la Convención Nacional. En la Francia revolucionaria, las restricciones que tiene dicha Convención son muy pocas, todo hay que construirlo. No hay una sociedad civil poderosa que pueda incidir (partidos políticos, diarios, radios, televisión, organizaciones educacionales, culturales, religiosas, etc.). Tampoco hay instituciones republicanas que estén funcionando y sean tradicionales en la sociedad, hay que crearlas. Pero más aún, en Francia no hay un plebiscito de salida que se deba sortear. Es decir, nuestro proceso constitucional no está en Francia de 1792, ni está en Venus. Significa que también hay que evaluar la correlación de fuerzas externas, fuera de la convención, que es donde se dará una discusión en paralelo, inevitablemente, y en donde se ganará o se perderá el plebiscito. Y la política a desplegar para ganar ese plebiscito no comienza cuando termina la redacción del texto constitucional, sino mucho antes, cuando comienza el proceso, el primer día de la convención. Ese día comenzaba el proceso de convencimiento de la ciudadanía.

De haber sido así, la estrategia política habría “descubierto” que la correlación de fuerzas al interior de la Convención era una, y fuera de la Convención era otra, y que era necesario adecuar el proyecto político a ambas realidades.

De quién era el papel de conducción estratégica, de los partidos políticos sin duda. Los partidos no cumplieron ese papel, abdicaron de su responsabilidad dirigente o no supieron ejercerla. Hay factores que influyeron sin duda. Los partidos llegan muy debilitados, desprestigiados, al proceso constitucional. El proceso mismo llega con treinta años de atraso. De haber ocurrido al comienzo de la recuperación de la democracia, cuando los partidos políticos tenían otro prestigio y eran fuertes en la sociedad, habrían cumplido su papel y habrían dirigido el proceso. Éste habría sido más ordenado y sin estridencias. Solo un estallido social, la más grave crisis política en el país desde 1990, genera el proceso constituyente, luego de una acumulación de frustraciones, abusos, carencias, desigualdades, escándalos de corrupción varios. Un movimiento sin liderazgos, sin orgánica, anti elite y anti partidos. Chile despertó, se dijo. Y los sectores conservadores se vieron obligados por primera y única vez a cambiar la Constitución.

El asunto es, cómo despertó Chile. Para unos, la mayoría, el acuerdo del 15 de noviembre de 2019, encauzó este despertar en una solución dentro del marco democrático. Para otros, este acuerdo frustró y clausuró un levantamiento revolucionario, que debía seguir impulsándose. Otros, vieron simplemente una violencia desatada y delincuencial, que debió reprimirse, sin cambio constitucional.  Estos últimos, una minoría, representan el Rechazo original, desde la partida. También hay un sector conservador, que admite que hay un malestar profundo, que el país está en el límite, y está dispuesto a abrir la solución Constitucional. Es la derecha que vota apruebo en el plebiscito de entrada.

Todos los sectores coinciden en que, dada la gravedad de la crisis política, junto al proceso ya extenso de pérdida de influencia y deterioro de los partidos políticos, hay que abrir paso a los independientes para una mejor representación de la ciudadanía. Así llega a la Convención una mayoría de independientes, que junto a los representantes indígenas, conforman varios grupos identitarios: feministas, ecologistas, regionalistas, pueblos originarios. Cada uno de ellos con sus propias reivindicaciones, todas parciales o de nicho, sin una visión de país, que es más propia de los partidos políticos. En su mayor parte, integraron la Lista del Pueblo en la elección de convencionales. Fueron elegidos por presentarse como independientes, por eso los favoreció la votación, relevando el espíritu anti partidos del 18 de Octubre.

Así, llegaron a la Convención personas invisibilizadas, ignoradas por años, con rabia contenida, que se desbordó desde un principio. Sin experiencia política ni voluntad de diálogo. Era el resultado de años de postergación o negación del conflicto constitucional en Chile.

Insuficiencias del proceso constituyente

Quienes tenían la responsabilidad histórica de darle conducción política al proceso eran los sectores impulsores del cambio constitucional, durante años. Al interior de éstos, principalmente, quienes ahora formaban parte del nuevo gobierno, dado que el éxito de la Convención en su cometido, era fortalecer el gobierno y su programa transformador, y su fracaso lo afectaría seriamente.

El resultado del plebiscito de entrada, de un 78 % de apoyo a una nueva Constitución, y la necesidad por consiguiente de mantener o no alejarse demasiado de ese resultado en el plebiscito de salida, no fue un tema que estuviera en la estrategia de los constituyentes. El plebiscito de salida parecía no ser una valla, el éxito estaba asegurado. Solo había que recibir todo tipo de propuestas e incorporarlas.

La insuficiencia de conducción política se expresa desde un comienzo, en la indefinición de prioridades para lograr el éxito del proceso en el acotado tiempo que se disponía. Es así como se emplearon tres meses en la elaboración de los reglamentos de funcionamiento, que terminaron siendo cinco. El foco estuvo puesto en temas inconducentes, que disgregaron a las distintas fuerzas, especialmente las del gobierno: primero, discutir y llevar a votación, que el Pleno aprobara el articulado por un quórum distinto a los 2/3 estipulados en el Acuerdo del 15 de noviembre, impuesto como condición por los sectores conservadores; segundo, discusión y votación sobre tener plebiscitos dirimentes para aquellos artículos que no alcancen los dos tercios de quórum. Posibilidad práctica de hacer estas innovaciones, no había ninguna. La presentación de estas propuestas fue una burda pérdida de tiempo, generó confusión y disgregó las fuerzas llamadas a liderar y darle conducción al proceso.

La Convención comenzó su tarea y estuvo meses, discutiendo propuestas de los colectivos identitarios en vez de poner el acento y energías en las temáticas que demandaba la ciudadanía en torno a pensiones, salud, educación, vivienda y especialmente seguridad. Y en ese contexto, explicar por qué había que superar el Estado subsidiario por otro tipo de Estado, y qué carácter debía tener. Era necesario darle sentido a la discusión constitucional ante la ciudadanía, la que estaba llamada a aprobar el trabajo.

Espectáculos varios de diversos convencionales se dieron durante todo el proceso, restando seriedad al trabajo de la Convención. El comportamiento desmesurado, hilarante, extravagante de algunos, desprestigió el proceso ante la ciudadanía y ese desprestigio se trasladó al resultado, la propuesta constitucional. Hubo propuestas delirantes, sin ningún sentido de realidad. Al interior de la Convención, la correlación de fuerzas no variaba significativamente, pero afuera si variaba, el Rechazo minoritario, comenzaba a crecer.

No existió un proceso de comunicación oficial de la propia Convención sobre los diversos temas en discusión, especialmente los más controvertidos, sobre los cuales nadie explicaba su sentido y orientación: como ejemplo, plurinacional, justicia indígena, autonomías varias, financiamiento de los colegios, destino de los fondos previsionales, destino de las instituciones de salud, aborto, etc. La Convención era una burbuja, escribían para sí mismos. Pero afuera, la correlación de fuerzas seguía variando.

Los convencionales se consideraban con plena autonomía, sin considerar que se debían al único soberano verdadero, el pueblo de Chile, a quien debían rendir cuenta en el plebiscito de salida. En temas de forma, no invitar a los ex presidente de Chile a la ceremonia final, daba lo mismo. En temas de fondo, como escribir un texto que hiciera sentido a los ciudadanos, que pudiera comprenderlo y sentirse interpretado, no estaba entre las preocupaciones.

El triunfo de Kast en la primarias presidenciales y su paso a segunda vuelta, fue una voz de alarma que tampoco conmovió a la Convención y a los partidos políticos. Era una confirmación de la volatilidad del electorado, que vota por un sector y después por otro. De la fuerza que lograba el sector más extremo de la derecha en base a banderas que conmovían a las personas, la delincuencia y la migración. El Apruebo comenzaba a ser amenazado, pero el aviso pasó desapercibido.

La falta de diálogo entre distintos sectores, demuestra que al interior de la Convención no se comprendió el sentido de su labor, realizar un trabajo de propuesta constitucional para el pueblo de Chile, y no para las reivindicaciones sectoriales o parciales de cada convencional o grupo.

Deficiencias de Contenido: Maximalista y sin bordes

Hay contenido muy valioso en la propuesta. De partida el Estado Social Democrático de Derechos, que no es una simple enumeración de diversos derechos. Tiene un sentido político profundo y necesario para el interés ciudadano, que es modificar el carácter del Estado, en otras palabras, el corazón mismo de la Constitución de los militares. Es un nuevo Estado, de nuevo tipo, liberado de amarras. Es una propuesta social demócrata, que manteniendo una economía de mercado, supera el neoliberalismo, por medio de un Estado activo en la economía, en la orientación del desarrollo económico y desde luego en la provisión y promoción de derechos sociales. Un país distinto, en que gradualmente el mercado dejaría de ser hegemónico en la provisión del bienestar social de las personas. Desde luego, terminaba también con las Leyes Orgánicas, el entramado de poder de la Constitución actual.

Con ese contenido era suficiente, el país era otro. Pero la propuesta incluía también la paridad de género, la regionalización y el cuidado del medio ambiente y los recursos naturales, mayor participación democrática. Se constituía así en una poderosa propuesta. El plebiscito de salida tenía otro horizonte, con un probable apoyo más transversal, lo que debía ser uno de los objetivos políticos primordiales de los convencionales. Sin embargo la Convención fue más allá, innecesariamente.

La propuesta es demasiado extensa, abarca demasiados temas y como tal, tiene más forados potenciales y queda más expuesta. Demasiados cambios relevantes a demasiadas instituciones, hacían surgir oposiciones innecesarias en el proceso constituyente, desde los más diversos ámbitos.

En vez de acotar el contenido a lo indispensable y políticamente primordial, los convencionales se compran una variedad de problemas: Estado plurinacional, justicia indígena, autonomía indígena, consentimiento indígena, comisión territorial indígena, todos conceptos que no se explican a la ciudadanía y que se presentan abiertos, sin límites, sin bordes, y que nadie entendía. Cambio de nombre al Poder Judicial, eliminación del Senado, poner el aborto en la Constitución, modificar el recurso de protección por uno de cautela de garantías, eliminar el estado de excepción en medio del conflicto en la macrozona sur, autonomía regional, autonomía comunal, posibilidad de endeudarse por los gobiernos regionales, etc. Nada de esto formaba parte de las demandas ciudadanas, era hablarle a las personas en otro idioma,  ni había un esfuerzo por explicarlas. Podrán decir que no había recursos ni tiempo para esta labor pedagógica, pero entonces tampoco había tiempo para abarcar tantas materias. El maximalismo resulto fatal.

Campaña sistemática de desinformación

Los antecedentes visibles muestran que efectivamente hubo una campaña de desinformación organizada, financiada y sistemática. Un artículo reciente de CIPER CHILE (periodismo de investigación), señala haber detectado al menos 29 cuentas en redes sociales de Facebook e Instagram, destinadas a promover información falsa o tendenciosa sobre las propuestas de la Convención, con un gasto declarado de $ 116.700.000, que no se sabe quién financió y que comenzó cinco meses antes del plebiscito.

En los contenidos de las publicaciones de esta campaña, estarían en riesgo la propiedad de los fondos de pensiones, la propiedad de las viviendas de las personas, la existencia de los colegios subvencionados, la atención en salud, etc.

La encuesta Cadem hasta la última semana de marzo, mostraba una tendencia ganadora del Apruebo sobre el Rechazo, de 46 a 36 %.  En todos los meses anteriores se imponía el Apruebo. En la medición de la semana siguiente, el Rechazo supera al Apruebo, 46 a 40 %. Esta tendencia se mantuvo hasta el día del plebiscito. El quiebre se produce entre marzo y abril.

Durante el mes de marzo, la Convención aprueba incorporar el aborto y el Estado plurinacional en el texto constitucional. El primero, un tema sensible para importantes sectores cristianos. El segundo, una interpretación extrema del reconocimiento de los pueblos indígenas, que colisiona con la cultura y tradiciones mayoritarias. El Estado plurinacional pasó a ser algo así como el título de la canción. Desde ese momento, la correlación de fuerzas a favor del Rechazo, pasa a ser mayoritaria. Solo había que mantenerla unos meses. Salen del escenario los dirigentes políticos de la derecha, y los dirigentes empresariales del poder económico. Se mantienen en aparte, disciplinado silencio.

Respecto a la manipulación de la información, y al quiebre de tendencia, es significativo detenerse en el tema de los fondos previsionales. También en marzo, día 29, en la Convención se rechaza incorporar al texto la iniciativa ciudadana del grupo “Con mi plata No”, que proponía que los fondos actuales y futuros sean propiedad de los trabajadores. Al día siguiente un diario del grupo El Mercurio titula “Los trabajadores ya no serán dueños de sus ahorros previsionales”, sobre la base de declaraciones del convencional de derecha Bernardo Fontaine. Lo cierto es que el texto de la Convención no dice eso. Dice que el tratamiento de los fondos quedará sujeto a una ley.

En los días siguientes se activa una campaña en Facebook, en una antigua página denominada “Reforma la Reforma” de cuando tiempo atrás se discutía en el parlamento algunas modificaciones a las AFP. Dicha página era sostenida por la organización “Fundación Ciudadanos en Acción”, en la que Bernardo Fontaine fue director.

La estrategia se basaba en omitir información, presentar interpretaciones extremas y escenarios hipotéticos, dándolos por ciertos. La misma estrategia se aplicó en esta página en los temas de salud (sólo habrá atención en hospitales públicos), en vivienda (no se garantiza la casa propia), en educación (el Estado no financiará los colegios subvencionados, y van a desaparecer).

En el tema salud, esta página incluso le cambió el nombre al sistema propuesto por la Convención: el nombre real Sistema Nacional de Salud, fue modificado por uno inventado, Sistema Público Nacional de Salud Único, difundiendo que no habrá prestadores privados.

Esta misma estrategia de desinformación fue replicada por otras organizaciones del Rechazo que hacían campaña en las redes sociales y en los medios, y se difundía también directamente por sus representantes como convencionales y dirigentes políticos en radios, diarios y televisión. Este columnista pudo ver en distintos programas de televisión, a convencionales del Rechazo difundir en dos minutos hasta seis falsedades o medias verdades, de las cuales sus oponentes alcanzaban a aclarar una o dos. La televisión fue un medio primordial de la campaña, un medio dominado completamente por consorcios privados.

Así se explican en buena medida las declaraciones de personas de comunas populares de la Región Metropolitana consultadas por CIPER en un sondeo rápido, con posterioridad al plebiscito, sobre las razones para votar Rechazo: “La vivienda pasará al Estado y no será heredada por los hijos”, “La vivienda no será propia”.  En este breve sondeo de CIPER las seis primeras razones para votar Rechazo fueron: 1° Vivienda, 2° Plurinacionalidad, 3° Fondos de pensiones, 4° Desempeño del Gobierno, 5° Los convencionales, 6° Aborto.

El Apruebo se inclinó a abrir el debate democrático de las propuestas. Pero las fuerzas conservadoras prefirieron evitarlo por medio de una campaña sistemática de desinformación, alarmista y falsa, manipulando la atención de las personas, ensuciando el debate, en una campaña desleal que causa un profundo daño a la democracia porque desvirtúa el debate político. Para la salud de la democracia, sería del mayor interés contar con estudios de nivel académico sobre la influencia de esta campaña.

En otro plano, hay un tema relevante relacionado con la percepción de las personas, que los convencionales y los partidos políticos que debían conducir el proceso no consideraron: la influencia de la ideología liberal después de 50 años de vigencia en el país, desde el golpe de estado. Desde hace ya mucho tiempo, se internalizó en las personas el concepto de propiedad de sus fondos de pensiones, y la legitimidad alcanzada por los colegios privados subvencionados (que tienen la mayor cantidad de matrícula, por sobre la educación pública), por poner dos ejemplos. Esta ideología impuesta por la dictadura y vigente hasta hoy, ha logrado convertirse en hegemónica, es decir, predominante, y abarca a todos los sectores sociales. Esta hegemonía ideológica, forma parte de la correlación de fuerzas que rodeaba a la Convención.

En la práctica, implica que modificaciones en salud, educación, vivienda y previsión y muchos otros, debían considerar este factor y en consecuencia dar ciertas seguridades a la población, antes que sectores del Rechazo, que si tienen conciencia de la importancia de estos factores para las personas, hicieran campaña tergiversándolos o sacaran ventaja de la falta de bordes, de precisión, en las propuestas.

Finalmente, el significado político de este análisis, es que cualquier pretensión extrema sobre los anhelos de la ciudadanía, en el sentido de estar ésta a punto de un salto revolucionario, no es realista y es al contrario, simple voluntarismo e infantilismo. El malestar del estallido social del 2019 existe, las demandas sociales seguirán en pie, pero las sobre interpretaciones de su significado, no llevan a ninguna parte. Era suficiente con lograr el objetivo principal, reemplazar la Constitución de Pinochet, sentar las bases para superar el Estado subsidiario y modificar así gradualmente el carácter del Estado, haciendo posible que el libre ejercicio de la democracia permitiera llevar a la práctica las transformaciones que sigue anhelando la mayoría. Una mala lectura del momento político, es la madre de todas las derrotas y causante de llegar a ninguna parte.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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