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Me llamo Salvador Opinión

Me llamo Salvador

Paulina Morales Aguilera
Por : Paulina Morales Aguilera Dirección de Formación General, Universidad Diego Portales
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Según datos del Registro Civil obtenidos por Ley de Transparencia, en total durante la dictadura 4.629 niños fueron inscritos como Salvador en Chile, ya fuera como primer o segundo nombre.


En estos cincuenta años nos hemos enfrentado a cara descubierta con el horror más grande, con la barbarie, con lo inhumano -o, como dice el sociólogo Manuel Guerrero en su más reciente libro- con la producción de la masacre.

Ante esto, casi como un acto de sobrevivencia, necesitamos encontrar algo de vida entre tanta muerte, un resquicio de luz como pequeño y temporal remanso en estas horas aciagas en que el poco apego a la democracia y los discursos negacionistas campean a sus anchas. Así fue como apareció la potencia del nombre encarnada en la figura de Salvador Allende.

Porque ese 11 de septiembre de 1973 ni el golpe de Estado, ni la instauración de la dictadura, ni los diecisiete años de horror pudieron borrar esa impronta, esa figura inconmensurable, que con su vida y su muerte hace cincuenta años diera al mundo una lección de dignidad y decencia política y moral. Un hilo vital se coló y trascendió al gesto insondable del suicidio del ex presidente. 

Esa molécula de vida está encarnada, entre otros, en su nombre y lo que éste representa en las diversas generaciones de personas que fueron siendo nombradas como él con el paso de los años. Así nació un pequeño proyecto denominado “Me llamo Salvador”, a través del cual han testimoniado Salvadores de distintas edades, ocupaciones, contextos y significados asociados al nombre; también madres y padres de niños que todavía en el presente -50 años después- siguen eligiendo este nombre para sus hijos.

En este camino fueron apareciendo diferentes fases de las memorias del nombre asociados a sus respectivos contextos temporales. Así, están aquellos niños que nacieron durante la Unidad Popular y recibieron el nombre de Salvador como augurio de un futuro en justicia y dignidad para el pueblo, como Juan Salvador, quien en ese ambiente de efervescencia fue así nombrado en septiembre de 1970:

“Mi nombre fue elegido en una asamblea del sindicato de  la [Sociedad] Explotadora Tierra del Fuego. En dicha organización mi padre, Armando Miranda, y mi padrino, Jacinto Sánchez, eran dirigentes y se eligió en honor del presidente Salvador Allende”. Al consultarle por la recepción que ha tenido dicho nombre en su entorno añade: “he recibido muchos comentarios positivos y recuerdo a un ex miembro de aquel sindicato que se emocionó cuando me contó la historia”.

Están también esos niños que fueron siendo nombrados Salvador a poco de ocurrido el golpe y los primeros años de la dictadura, los más  masivos y cruentos en cuanto a represión y atropellos a derechos humanos, en cuyo marco había que tener valor para poner ese nombre a un hijo. Así lo recuerda uno de los entrevistados:

“Nací en noviembre de 1973. Mis padres decidieron ponerme el nombre Salvador en homenaje al presidente Salvador Allende que había muerto en La Moneda dos meses antes. Fue un acto de valentía para ese entonces, que recién comenzaba la dictadura militar […] fue la forma de retribuir que encontraron mis padres a la lucha y sacrificio de ese gran hombre”.

En una línea muy similar, Emilio rememora: “Me llamaron Salvador como  homenaje al presidente Salvador Allende. Nací cinco años después de golpe de Estado, en medio de la resistencia a la dictadura, y mi nombre, si bien es el segundo, es un acto de rebeldía”.

En  este mismo periodo de la memoria como resistencia se ubica el testimonio de una madre que no pudo inscribir así a su hijo, nacido el 29 de septiembre de 1973, en el Registro Civil, donde  acudió junto a su esposo también llamado Salvador. Para ambos, matrimonio allendista, ponerle dicho nombre tenía un hondo significado.

Pero como bien dice, “no nos dejaron ponerle Salvador, recién había sido el golpe. La mujer del Registro Civil nos preguntó, ‘ya, cómo se va a llamar la guagua’, ‘Salvador’, les dijo mi esposo’. Entonces la mujer dijo ‘no, prohibido poner ese nombre. Y con el tiempo hasta usted se va a tener que cambiar el suyo’”.

Según datos del Registro Civil obtenidos por Ley de Transparencia, entre el 12 de septiembre de 1973 y el 11 de septiembre de 1975, 886 niños fueron inscritos como Salvador en Chile, ya fuera como primer o segundo nombre.

Un tercer grupo lo conforman aquellos niños que nacieron hacia el fin de la dictadura e inicios de la democracia. Tal es el caso de un entrevistado nacido en 1987, quien nos cuenta:

“Mi nombre completo es Salvador André, ambos elegidos como símbolo de resistencia ante la dictadura que estaba terminando. Ambos nombres cargados de memoria histórica. Mi padre, exonerado político, torturado y amigo de Allende; mi madre, de religión cristiana por Jarlan”, aludiendo al sacerdote André Jarlan, asesinado por agentes del Estado en septiembre de 1984.

Reconoce que “es un nombre polémico, que ha traído alegrías y dificultades, ya sea en su semántica histórica-religiosa como en su semántica particular histórica-política de este país […] Para mí significa memoria colectiva, histórica, un gran compromiso […] una responsabilidad de actuar en consecuencia”. 

Según datos del Registro Civil obtenidos por Ley de Transparencia, en total durante la dictadura 4.629 niños fueron inscritos como Salvador en Chile, ya fuera como primer o segundo nombre.

Están también los Salvadores nacidos en la recuperada democracia. De 1999, uno de ellos relata: “el legado que dejó Salvador Allende fue muy importante. Cuando nací, mi mamá no dudó y me colocó Salvador en su nombre […] En cierta forma, me identifico bastante con el hombre que fue Salvador Allende. Alguien cercano, empático, preocupado del resto y un líder si es necesario. Para mí, siempre es llevar conmigo una parte importante del pasado nacional”. 

Isabel, por su parte, cuenta sobre su hijo Salvador nacido en 2013:

“cuando quedamos embarazados siempre supimos que si era hombre le pondríamos Salvador, lo cual fue corroborado cuando tuvimos la ecografía donde nos dijeron su sexo. El nombre Salvador fue de iniciativa de ambos sin mucha conversación explicita sobre su significado. Ambos admiramos mucho a Salvador Allende y de alguna manera el nombre Salvador nos lleva a él […] para nosotros el nombre Salvador evidentemente tiene una impronta, representa algo importante, que deja un legado”.

En 2016 Leo y su pareja deciden también poner Salvador a su hijo:

“Nos motivó mucho saber que llevaría el mismo nombre de un presidente de la República de Chile a quién ambos admiramos. Lo sabíamos y pensábamos antes de que Salva llegara a nuestras vidas. Que nuestro hijo se llame Salvador significa que, aunque pase el tiempo y haya muchas ideas detractoras acerca del nombre e incluso prejuicios, para nosotros es plasmar en nuestro hijo el nombre de alguien que quiso sacar adelante al pueblo chileno y dejar al descubierto que los poderes externos o de clases acomodadas no eran los únicos con derechos en este país”.

Actualmente ese niño tiene seis años y pese a considerar su padre que es muy pequeño para interiorizar todo este significado, “cada vez que podemos le contamos que su nombre se debe a que un presidente de Chile también se llamaba así. Cuando vamos al centro de Santiago y pasamos por La Moneda, siempre nos paseamos cerca de la estatua de Salvador Allende y se lo volvemos a contar”.

Catalina, por su parte, comenta respecto de su hijo Salvador, nacido en enero de 2019:

“para nosotros era un nombre que primeramente ‘escogió’ nuestro hijo. En segundo término, nos resultaba un nombre que resuena ejemplar, poderoso, noble, templado y que en nuestro país está asociado a una figura que nos dice algo a todas y todos, por lo tanto, no es solo un nombre elegido por bello, sino también porque resuena, nos dice algo”.

Como se advierte, los relatos de los años más recientes pertenecen en su mayoría a madres y padres que quisieron testimoniar en representación de sus hijos a quienes decidieron llamar Salvador. Niños con seis, ocho, o diez años en pleno siglo XXI siguen portando este nombre tan lleno de sentido y significados en honor al ex Presidente Salvador Allende Gossens.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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