Opinión
Al invertir en una educación temprana con mirada de largo plazo, mientras formamos y capacitamos, estaremos apostando por una sociedad más inclusiva, donde todos y todas tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial.
La inclusión de personas con discapacidad ha avanzado significativamente, empujando importantes cambios sociales y culturales. Una prueba de ello es el aumento en el ingreso a la vida laboral y las medidas de inclusión que se están impulsando dentro de las empresas. Sin embargo, como sociedad, tenemos todavía grandes desafíos por delante.
Porque si bien se ha podido constatar que el hecho de contar con una cultura inclusiva dentro de una compañía otorga el doble de probabilidades de alcanzar o superar sus metas financieras, la realidad en Chile nos indica un panorama que está lejos de ser del todo positivo o ideal.
Aunque la inclusión laboral de las personas con discapacidad se encuentra actualmente regulada (Ley 21.015) con una cuota del 1% para empresas con 100 o más trabajadores, solo alrededor del 22% de las organizaciones informan sobre el cumplimiento de la normativa.
Más preocupante aún es que de quienes informan, un 78,8%, declaran razón fundada de no cumplir por “falta de postulantes que cumplan con los requisitos respectivos”. Entonces, ¿cómo sacamos adelante la tarea de avanzar en un futuro laboral inclusivo?
Lo primero es ver una perspectiva estructural de largo plazo, donde debemos analizar toda la cadena de desarrollo de las personas donde la fase educativa cumple un rol fundamental. En Chile, el 50,1% de la población con discapacidad no cuenta con educación media y, si bien se han impulsado normas y políticas públicas para el acceso a la educación, es importante reconocer que aún persisten factores asociados al entorno social, la escasa capacidad de adaptación de los contextos físicos, la baja apertura a la diversidad y la casi nula existencia de servicios y apoyos adecuados para un normal desarrollo y autonomía de las personas con discapacidad. En este ámbito, el rol del Estado, las universidades, centros de formación técnica y los colegios es clave.
En lo inmediato, como sector privado, nuestra responsabilidad consiste en tener un rol activo como agentes creadores de valor social, siendo parte de un ecosistema amplio que nos permita conectar, capacitar y formar a personas con discapacidad. Es por ello que, como Red de Empresas Inclusivas (ReIN) de SOFOFA, junto a la OIT y nuestras más de 90 empresas socias, trabajamos de manera colaborativa traspasando información, creando conocimiento e implementando mejores prácticas entre las empresas para habilitar un proceso responsable de inclusión laboral, confirmando su beneficio social y económico para Chile.
Para ello, debemos redoblar los esfuerzos y generar las instancias que nos permitan una vinculación permanente entre todos los actores involucrados: Estado, empresas, academia, sociedad civil y ciudadanía. Además del cumplimiento de la ley, ejemplos concretos que debemos replicar y masificar, son los programas SENCE y las instancias de reclutamiento laboral que buscan encontrar, capacitar e incluir con una mirada enfocada en un país donde la empresa está conectada con la sociedad y las personas.
Al invertir en una educación temprana con mirada de largo plazo, mientras formamos y capacitamos, estaremos apostando por una sociedad más inclusiva, donde todos y todas tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial. De esta manera, podemos pavimentar un camino virtuoso, teniendo a la educación como un habilitador para el desarrollo laboral e integral de las personas con discapacidad en nuestro país.
