Señor Director:
Los Programas de Gobierno -pienso que los podemos ver esta forma- son una especie de «acuerdo» entre el candidato presidencial (luego presidente) y la ciudadanía. Lo ideal, digámoslo, es cumplir el acuerdo. Pero los acuerdos, en particulares y determinadas circunstancias, pueden ser mejorados, es decir, pueden cambiar.
En el año 2014, por ejemplo, el entonces presidente de la Democracia Cristiana, Ignacio Walker, afirmaba que el programa de gobierno de la presidenta Bachelet «no es la Biblia, ni el Corán, ni la Torá», respaldando con estas palabras el que la DC quisiera incorporar modificaciones a la Reforma Tributaria que se tramitaba. La respuesta de la presidenta Bachelet no se hizo esperar: «Los programas de gobierno no son una Biblia», ratificando así las palabras de Walker. El actual gobierno del Presidente Sebastián Piñera no piensa distinto en esta materia. En junio del año pasado, la entonces ministra vocera, Cecilia Pérez, afirmó: «El programa de gobierno no es una Biblia, nos hacemos cargo de la coyuntura que vive el país», declaraciones realizadas a propósito de los diálogos que buscaban tener con la oposición.
Invitaría pues a sectores de la derecha chilena a tener en cuenta esto en relación al «Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución», que se elaboró y firmó hace unas semanas. Sí, es un acuerdo, pero no por eso perfecto e inmodificable. El acuerdo alcanzado «no es la Biblia, ni el Corán, ni la Torá». ¿Voto «voluntario» en el plebiscito de abril, y posteriormente «obligatorio», en el ratificatorio? ¿Qué sentido tiene eso?; ¿Qué pasa con la anhelada -con justicia- paridad de género?; ¿Nos haremos los lesos con los pueblos originarios y con los candidatos independientes? El acuerdo no está escrito en piedra sagrada. Es mejorable, y si no lo es ahora, debe serlo en el proceso legislativo. No hacerlo es jugar con fuego, en un momento en que las señales que debe entregar con fuerza y claridad la clase política a la ciudadanía es que están poniendo atención de manera responsable -y en serio- a sus legítimas demandas.
Sergio Pérez Norambuena