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Riesgos del sobrediagnóstico de TEA

Por: Eduardo Salinas Venegas


Señor Director:
Quisiera complementar la columna que publicara, en su medio hace algunos días, don Félix Cova Solar sobre el TEA. Quizás no la entendí bien. Si es así, pido las disculpas del caso. De todos modos, creo puede ser una ocasión útil para visibilizar algunos aspectos
Como bien dice, los trastornos vinculados al espectro del autismo son diversos y multicausales. De hecho, hoy -desde algunos puntos de vista- resulta preferible hablar de trastornos del neurodesarrollo.
En efecto, hay diversas mutaciones genéticas que pueden tener relación con el diagnóstico de TEA, pero que también explican casos como el síndrome de Rett, el Síndrome de Angelman, síndrome X frágil, trastornos generalizados del desarrollo, síndrome de Doose y neuropatías encefálicas, como la ocasionada por la variación SLC6A1 “descubierta” hace apenas 8 años, gracias a exámenes como el exoma.
Todas estas condiciones pueden generar confusión en los profesionales mismos y -con mayor razón aún- en las familias de quienes padecen algún trastorno como los expresados y que pueden traer -como una derivada o de manera secundaria- que el paciente se encuadre -también, o además- dentro del espectro autista.
El fenómeno es complejísimo, sin duda. Es más: se dice que no hay dos personas autistas iguales. Se encuentran personas con diversos compromisos cognitivos; con o sin desintegración sensorial; verbales y no verbales.
Aún más: es posible sostener que todos podemos tener rasgos autistas, pero para que se pueda hablar con propiedad de una persona dentro del espectro autista, hemos de encontrarnos con una persona que cumple con la “triada de Wing” (que propone que la persona en condición autista tiene comprometidas simultáneamente, las áreas de comunicación, interacción social e inflexibilidad cognitiva y comportamental -o intereses restringidos-). Con todo, el diagnóstico puede sólo ser hecho por neurólogos.
Por todo ello, hablar del diagnóstico del TEA como una “moda” (como si habláramos de paradigmas de management, canciones o bailes pegajosos), no ayuda a la sociedad a integrar a personas que padecen dicha condición, estén o no diagnosticadas.
Finalmente, si bien se puede afirmar que hay (aún) poca evidencia científica disponible en los ámbitos del neurodesarrollo, el hecho también indesmentible que en nuestro país se destinan pocos fondos públicos a la investigación, nos puede hacer mirar -con otra perspectiva- el escuálido acervo cultural sobre el fenómeno, del cual no son responsables ni las personas con TEA ni sus familias.
Eduardo Salinas Venegas
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