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Cobre, el termómetro de la pandemia Opinión

Cobre, el termómetro de la pandemia


A principios de este mes, el martes 3 de marzo, anunciamos la cancelación de la semana y cena Cesco Santiago 2020 a raíz de la propagación del coronavirus. Un par de semanas más tarde somos testigos de una crisis global sin precedentes, que tiene las fronteras de las principales potencias cerradas, en un esfuerzo por disminuir la tasa de contagios. La relativamente temprana decisión de cancelación -la primera de un sinnúmero de eventos masivos en Chile- se debió a que el mundo minero anticipó correctamente las devastadoras consecuencias y medidas necesarias para enfrentar la crisis sanitaria de la pandemia.

Una de las consecuencias de esta crisis es el desmoronamiento del precio del cobre a niveles sin precedentes en los últimos años, y sin atisbos de una pronta recuperación. La demanda de China, que representa la mitad del consumo mundial, es clave en este sentido. La factoría del mundo se apagó, y no sabemos cómo y cuándo se volverá a encender.

Sin embargo, los productos que contienen cobre no solo van al mercado chino, sino que a uno global. Ya sabemos que en Europa y Estado Unidos se han cerrado muchas plantas de automóviles y lo harán otras industrias manufactureras que consumen cobre. El cobre tiene una gran reputación como termómetro de la actividad económica global por el amplio espectro de aplicaciones finales, tanto en la construcción como en productos de consumo masivo.

Hay que prepararse para una situación donde el mercado del cobre va a estar deprimido por un largo tiempo. Resulta difícil predecir qué significa esto en términos de precio. Antes de la crisis, el cobre se situaba a niveles de USD$ 2,80 – USD$ 2,85, y los analistas proyectaban que este precio se mantendría durante el año. Actualmente, el precio ha descendido hasta USD$ 2,12 por libra el día jueves pasado.

Para que haya una recuperación del precio, no bastarán estímulos fiscales y políticas monetarias adecuadas, como las adoptadas en la crisis del 2008, sino más bien que la actividad productiva y las personas puedan circular y desenvolver su vida de manera habitual, y eso es precisamente lo que hoy está amenazado y genera una gran incertidumbre.

Si bien la demanda es la variable fundamental, puede haber un efecto en el mercado por el lado de la oferta en la medida que las operaciones mineras, hasta aquí solo amenazadas por la pandemia, se vean directamente impactadas. Es concebible, de hecho, escenarios de brotes de contagio en campamentos y localidades mineros que perturben la producción. Esto ya está ocurriendo en el Perú, donde por orden de la autoridad algunas operaciones mineras han cesado de producir como es el caso de Cerro Verde. En Chile el proyecto Quebrada Blanca 2, de US$4.700 millones y que emplearía 15.000 trabajadores, ha suspendido temporalmente su construcción, y el proyecto Quellaveco en Perú está enfrentando la misma situación por orden de la autoridad. Asimismo, y con las interrupciones en las cadenas de abastecimiento, no se descartan la falta de algunos insumos críticos para la minería en general, todo lo cual también puede impactar los volúmenes de producción.

Por último, cabe mencionar que con los precios que estamos viendo hoy, hay muchas operaciones que están en el límite o bajo su breakeven, y ese es un escenario muy complejo. Si bien es improbable que veamos cierres de minas, debemos mantenernos en alerta al respecto.  Por otra parte, los bajos precios del cobre impactarán la recaudación fiscal, en un entorno de mayor gasto fiscal y que probablemente se incremente más para compensar los efectos de la recesión que enfrentaremos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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