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¿Cómo bajar los impuestos? El tiempo perdido para Chile Opinión

¿Cómo bajar los impuestos? El tiempo perdido para Chile


Muchos presidentes del país han dicho que son “el Presidente de todos los chilenos y deben actuar como tal”. Sin embargo, se ha observado que en ciertos momentos se transparentan los intereses de los que disponen del poder político y económico a través de su actuar y hablar: especialmente desde octubre del año pasado, y en vez de satisfacer las demandas sociales por un Chile más digno y mayor bienestar, se han ejecutado expresiones de mucha violencia física e indolencia por parte del Gobierno. La violencia física, la cual, sin embargo, va acompañada por un hablar que corresponde a este actuar y que se efectúa desde una posición que denota los intereses de los que defienden actualmente su poder. Así, han evadido buscar soluciones orientadas en mejorar las cuestiones del diario vivir de la gran mayoría de los chilenos y han presentado subterfugios que se ajustan al molde neoliberal. Las propuestas mantienen las carencias e, incluso, buscan obstruir la posibilidad de realizar cambios en pro de una sociedad democrática y más justa.

Este fenómeno no es nuevo, y muestra más bien –a grandes rasgos– una continuidad a través del tiempo. Sin embargo, el momento actual que se está viviendo en el país es muy especial. El poder económico está totalmente representado por el Gobierno de Sebastián Piñera, que es la segunda persona más rica del país, con el poder político. De esta manera, no solo es evidente que el poder económico representado en el político continúa con su afán de disminuir el tamaño del Estado, sino que también da lo mismo si funciona mal. Para ello, solo hay que recordar que, a través de los resultados del Censo 2012, se ha perjudicado no solamente el conteo del número total de la población del país, sino la base a partir de la cual resultan varios otros datos, siendo estos bastante imprecisos y erróneos (PIB per cápita, por ejemplo).

Pero las acciones también se pueden observar a través de sus hablas. Y estas, a pesar de que no son la mayoría, se pueden escuchar a diario y en todo momento, dado que, como grupo, son dueños de casi todos los medios grandes del país. Estas hablas surgen de unos pocos y son los que gobiernan, los apoyan o los representan. Se podrán recordar los siguientes (no textuales): somos la banderita faltante en la bandera de EEUU; somos un oasis; compren flores baratas; levántense más temprano; son alienígenas; son enemigos peligrosos; pedimos unidad; sabíamos que había pobreza pero no que les molestaba tanto; tenemos el mejor sistema de salud de mundo, el costo de Espacio Riesco al mes para Chile es menos que lo que cuesta al país un parlamentario al mes; me van acusar si compro demasiados ventiladores mecánicos; empezaremos una nueva realidad, vayan a tomarse tranquilamente un café; retorno seguro; Nueva Zelanda es un país muy rico y pudo hacer cuarentena total; no somos Suecia para dar tanta plata; 65 mil pesos son suficientes para la crisis porque no queremos que la gente dependa del Estado. Estos tipos de habla se podrían recopilar desde hace mucho tiempo más, llegando –salvo algunos breves periodos, obviamente–, de seguro hasta Portales, en 1830.

Todas estas frases tienen algo en común: ofenden y desprecian a quienes van dirigidas y contienen mucha violencia e indolencia desde sus emisores.

Específicamente relacionado con la crisis sanitaria, cabe recordar que una de las primeras medidas fue arrendar el espacio Riesco (17.03.20), en vez de centrarse en cómo contener el avance del COVID-19 en Santiago desde un punto de vista del cuidado integral o sistémico.

El 02 de abril, el temor de que existiera una acusación por la compra de ventiladores de más ya era poco probable. Los colegios y las universidades ya estaban cerrados desde el 16 de marzo y el número de los contagiados iba en lento aumento. Y tampoco es difícil calcular que cerca de 14 días después de dar inicio a la nueva realidad, de la recomendación de irse a tomar un café y el mensaje del retorno seguro (como si se hubiese tratado de vacaciones), coincide con un mayor incremento en el número de contagiados en la Provincia de Santiago. Es más, en aquel momento se continúa con las cuarentenas dinámicas como medida principal, aun ignorando que, a través de ellas, surgirían rebrotes de la enfermedad.

En cuanto al dinero para la crisis, de más está decir que los 65 mil pesos que se otorgarán (sOlo para algunos) no son suficientes en tiempos de pandemia. Pero al decir que no se desea que la gente dependa del Estado, se cristaliza que, para sobrevivir a esta crisis, la gente dependa –aún más– de entidades financieras (bueno, en las poblaciones será de los narcotraficantes). Así queda claro que los cesantes, que ya debieron pagar con sus propios fondos ahorrados en el AFC la primera parte de su periodo de cesantía, deberán recurrir a los bancos para poder vivir durante el resto de lo que les queda de paro.

Esta dependencia de los bancos está muy bien calculada: es como la bola de hierro de los presos. Independientemente de si se cambia la Constitución, las obligaciones financieras se deben pagar y las personas no se podrán deshacer de ella. Es un peso para toda la vida. No se trata solo del precio de la blusa que tenía aquella diputada al decirlo, sino especialmente a quien representa.

Así, para paliar la crisis, el Gobierno de Piñera ha utilizado desde el inicio, de manera más clara que durante el resto de su mandato, medidas económicas sociales que afectan a los que crean diariamente la riqueza de los ricos pero que acrecientan los dineros de los más ricos. A través de su actuar, el Gobierno ha mostrado un continuum de desaciertos con respecto a las medidas de prevención de expansión de contagio y, por tanto, poco compromiso con la salud de la población, que lo llevaron a ignorar a prevenir los posibles desenlaces desastrosos, pero una buena lectura de las ganancias que esta crisis le puede dejar. ¿Cuáles serían entonces los motivos para desatender las consecuencias de la combinación COVID-19, pobreza o vulnerabilidad, el pésimo sistema de salud e invierno?

Pero también han dicho algunas verdades en otras frases, que quizás han pasado desapercibidas:
lo interesante aparece en la comparación con Nueva Zelanda: como “país rico” tiene 5 millones de habitantes, con 2 multimillonarios en la lista Forbes (números 127 y 712 de la lista, respectivamente), los cuales suman una fortuna de 13,4 mil millones de dólares. Según el mismo listado, en Chile, con cerca de 19 millones de habitantes, hay 7 multimillonarios que suman una fortuna total de 21 mil millones de dólares (números 124, 804, 908 y más abajo). De esta manera, se concluye que por cada 2,5 millones de habitantes en Nueva Zelanda hay un multimillonario; en cambio en Chile, es por cada 2,7 millones de habitantes. Pero efectivamente: si estas fortunas se repartieran entre los habitantes de cada país, se llegaría a US$2.680 per cápita en Nueva Zelanda y a US$ 1.105 por persona en Chile.

En cambio, la riqueza de Suecia es indudable: Suecia con solo 10 millones de habitantes, tiene 31 millonarios en la lista, con una fortuna total de 106,6 mil millones de dólares (números 81, 132, 150, 150 y más abajo). En cuanto a sus apellidos, se nota que sus millonarios son efectivamente de procedencia sueca. Acá en Chile varios de los 7 enlistados forbianos son hijos o nietos de inmigrantes, a excepción del Presidente Piñera (que figura en el número 2 de los multimillonarios a nivel nacional).

Otro punto de diferencia relevante con Suecia es que este país produce y exporta productos de alta calidad, mientras que Chile –tal como ocurre ya desde hace 150 años– las materias primas (salitre, cobre, litio) son de mayor relevancia que los productos restantes. Independientemente del mineral extraído a través de la historia, se distingue que los dueños de las grandes minas con los minerales más relevantes han pertenecido siempre a la población más rica de Chile.

Pero el nivel de vida de la población sueca hace sospechar que este no solo se debe al pago de una remuneración más justa a los propios trabajadores suecos, sino que también a un conocido y riguroso sistema tributario para todos: trabajadores, empresas y empresarios. Lo más probable es que los empresarios y las empresas deban pagar proporcionalmente impuestos más altos al Estado de lo que ocurre en Chile. En Chile, el sistema tributario es muy complejo, tanto así que, por varios años, a través de resquicios y facultades legales, varios de los multimillonarios enlistados en Forbes no solo no necesitaban retribuir al país por el permiso de extracción de minerales, sino que también podían reportar bajas utilidades de sus empresas orientadas a la minería para así bajar considerablemente el dinero para el monedero de todos los chilenos.

Así, los impuestos a la minería privada, parte de los impuestos a la renta, representan en 2018 de 4,5% del total de los impuestos, mientras que, en el ítem de los impuestos a productos específicos, el de tabaco, cigarros y cigarrillos fue de 2,9%, y de combustible, de 5,0% del total de los impuestos.

Sí, es lamentable que Chile no sea Suecia. La pregunta sobre cómo bajar los impuestos y tener más privilegios no es exclusiva de los empresarios chilenos. Pero si vivieran en un país como Suecia, lo más probable es que los grandes millonarios tendrían que haber pagado desde hace mucho tiempo anualmente sus impuestos de manera más clara y sin tantas triquiñuelas. No sirve que varios millonarios chilenos realicen ahora donaciones “grandilocuentes”. Un comportamiento distinto durante décadas o siglos respecto a los impuestos y un pago del royalty minero habría sido más fructuoso para la sociedad chilena, que requiere de este dinero para implementar políticas públicas que garantizan una vida digna.

Así como ha sido hasta ahora, para la gran mayoría de la sociedad este método de tributar y este sistema de sociedad, no han funcionado. Resalta, por tanto, el tiempo y dinero perdidos para gran parte del país. Y de seguro, una vez finalizada la crisis sanitaria, los grandes empresarios clamarán por una reforma al sistema tributario para bajarse los impuestos con el pretexto de poder realizar inversiones en el país.

Quizás es más pertinente compararse con Argentina. Desde el inicio y, a pesar de estar ad portas a un default económico, optó por cuarentena total y un probable regreso al colegio en septiembre. Y actualmente, en relación con el número total de habitantes de país, tiene cifras de muertes por el COVID-19 menores que Chile.

Este encierro total de la Región Metropolitana, después de tanto tiempo de experimentación, negación, negligencia y soberbia del Gobierno, ha mostrado una vez más su violencia. En este tiempo lo mejor que ha funcionado ha sido el cálculo de lo que se puede ganar con la crisis sanitaria y el despliegue operativo de militares y carabineros en contra de cualquier manifestación. Parece ser entonces que el Presidente de Chile ha estado más interesado en salvar a unos pocos que a todos. ¡Y osan hacer llamados a la unidad nacional!

Pero, también, este encierro sirve para valorar la libertad. Es una oportunidad para pensar y actuar por un Chile más digno y una nueva Constitución, especialmente con y por los que han sido los más perjudicados con esta crisis sanitaria. Que ahora están con frío y hambre y con niños llorando.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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