Opinión
El sector financiero se ha visto expuesto, como nunca, a un estrés importante como resultado de los requerimientos de oferta, accesibilidad y tiempos de respuesta, generados por la crisis sanitaria. Mismo escenario que ha planteado la necesidad de que adopten un urgente, pero decidido proceso de transformación digital, el cual vaya a la par con las demandas y requerimientos actuales.
Así, hoy no es para nadie un secreto, el hecho que muchos actores del sector hayan tenido que destinar presupuestos importantes en desarrollos tecnológicos, contratación de millonarias plataformas y/o atracción de talento, todos elementos necesarios para dar respuesta, en tiempo y forma, a los ciudadanos de estos nuevos e inciertos tiempos.
Resulta obvio que, independiente del tipo de proceso o tecnología a adoptar y/o implementar, ésta nunca podrá dar una respuesta o solución inmediata a las urgencias del aquí y ahora. Ello, porque no es humana ni técnicamente posible y porque, pese a la inversión de tiempo y recursos, que se haga, no es factible. Pese a ello, los ciudadanos seguirán demandando respuestas a algo que para ellos debe, y debió siempre, ser el “desde”. Esto porque se han visto abrumados por el vértigo de este viaje por la carretera del coronavirus, o porque les está costando asimilar el hecho de que lo que entendían por realidad ya no existirá jamás.
En todo este aciago panorama, surge una luz en medio de la oscuridad, misma que va de la mano con lo que observamos en mercados más evolucionados, en donde actores tan relevantes como las compañías de seguros, bancos, sistemas de procesamiento de pagos, y otros, han encontrado en compañías del llamado ecosistema fintech, compuesto por empresas de criptomonedas, crowdfunding, blockchain, etc, a los aliados naturales y necesarios para afrontar entornos vertiginosos y líquidos como los actuales, donde la voz de los consumidores es la que manda y la satisfacción de sus necesidades y requerimientos es la hoja de ruta que las entidades deben seguir.
Hoy, cuando la imagen y el reconocimiento, ambos elementos que construyen lo que entendemos por reputación, son parte de las preocupaciones reales e inmediatas de las distintas compañías del sector. Por ello, es necesario que éstas puedan resetear y replantear desde la colaboración, encontrando en las fintech a los aliados que siempre debieron ser. Para las compañías es claro que los atributos están, sólo falta la decisión y el empuje necesarios para encontrar el partner con quién complementarse y generar una propuesta de mayor valor agregado con foco en los ciudadanos, misma que puede contribuir en la construcción y resurgimiento de una esquiva, pero presente reputación.
