Publicidad
Proteger nuestros cielos de la creciente y descontrolada basura espacial Opinión

Proteger nuestros cielos de la creciente y descontrolada basura espacial

Martha Irene Saladino
Por : Martha Irene Saladino Proyecto “AstroPasatiempos”, Núcleo de Astronomía UDP
Ver Más


El cielo nocturno, estrellado y no estrellado, siempre ha sido fuente de guía e inspiración para la humanidad. En el hemisferio norte, los antiguos griegos encontraron seres mitológicos en los patrones pintados por las estrellas, comúnmente llamados constelaciones. Los romanos nombraron los planetas que conocían en honor a sus dioses. En 1054, astrónomos orientales dieron testimonio de un evento extraordinario que no se ha visto desde entonces en la Tierra; observaron por casi dos años el último aliento de una estrella de gran tamaño, una supernova. En Mesoamérica, aún quedan vestigios de antiguos observatorios astronómicos. Por su parte, en el hemisferio sur, los incas identificaron dos tipos de constelaciones: aquellas formadas por las estrellas y aquellas formadas por la falta de ellas. La cruz del sur, constelación pequeña y solo vista desde el hemisferio sur, sirve como referencia para encontrar el polo sur celeste, pero para los mapuches representaba el rastro del choike o ñandú, un animal sagrado.

Pero a medida que nuevas luces aparecen en nuestro planeta, se vuelve más difícil admirar los astros que guiaron e inspiraron a nuestros antepasados y que hoy ayudan a las astrónomas y los astrónomos a descifrar los misterios del universo. No se trata solo de las luces nocturnas en pueblos y ciudades; nuevas luces están apareciendo en nuestros cielos. Tampoco son supernovas como la de 1054. Son instrumentos creados por el hombre, satélites artificiales, que pese a tener muchas ventajas para las comunicaciones terrestres, han comenzado a iluminar los cielos nocturnos y a eclipsar los cuerpos celestes. Al igual que nuestro satélite natural, la luna, los satélites artificiales no tienen brillo propio, pero pueden reflejan la luz del sol, causando un impacto negativo en la astronomía terrestre.

Según la Agencia Espacial Europea, hasta el año pasado había más de 5 mil satélites artificiales orbitando nuestro planeta, más de la mitad de ellos difuntos, es decir, que ya no se encuentran en operación. Estos instrumentos, que representan un gran avance para las comunicaciones terrestres, también puedan ser responsables de acabar con ellas: ante la gran cantidad de basura espacial, existe la posibilidad de que los satélites difuntos colisionen y causen una reacción en cadena que podría dejarnos sin llamadas telefónicas, GPS, o internet por un buen rato.

Y esto solo es el comienzo. Muchas compañías están interesadas en enviar megaconstelaciones de satélites a la órbita terrestre baja, entre los 200 y los 2 mil km sobre la superficie. Según la Unión Internacional de Telecomunicaciones, al menos unos 80 mil satélites serán enviados al espacio en los próximos 10 años. Solo la empresa Starlink –que realiza pruebas en Chile– planea lanzar 42 mil satélites, en su intento por llevar internet de alta velocidad a los lugares más recónditos de la Tierra, y lamentablemente muchas otras en todo el mundo tienen planes similares.

Las constelaciones satelitales que se avecinan amenazan también a Chile, que tiene uno de los cielos más prístinos para la observación astronómica. Un estudio reciente del Observatorio Europeo Austral (ESO) indicó el impacto que las nuevas constelaciones satelitales tendrían para las observaciones astronómicas. El Observatorio Vera Rubín, actualmente en construcción en el Cerro Pachón, en Coquimbo, sería el más afectado, debido al gran campo de visión que tendrá: 3 de cada 10 imágenes que tome podrían estar severamente obstaculizadas.

¿Debemos entonces frenar tecnologías como Starlink, que representan un bien para la humanidad? No. Pero sí es necesario informar al público y quienes crean nuevas políticas, a fin de generar discusión, regulaciones y acuerdos sobre cómo mejorar los diseños de dichas tecnologías, para generar menos obstáculos al desarrollo de la ciencia y defender la herencia cultural de los pueblos. Para ello, junto al divulgador científico Dr. Jure Japeli, basado en Países Bajos, y la Dra. Kateryna Frantseva de la U. de Groningen, lanzamos una campaña de concientización llamada Protege Nuestros Cielos (más información aquí). En ella buscamos generar conciencia sobre cómo los satélites contaminan el cielo nocturno y su creciente número contribuye al problema de los desechos espaciales. En el sitio hay más información acerca del tema y una infografía interactiva sobre la cantidad de satélites que se avecina.

Chile tiene un valor estratégico para la Astronomía que debe ser defendido. A medida que incorporamos nuevas tecnologías para mejorar las comunicaciones terrestres, es necesario también establecer regulaciones para proteger nuestros cielos.

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias