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La ropa sucia se lava en casa pero la del rey se lava en la plaza Opinión

La ropa sucia se lava en casa pero la del rey se lava en la plaza


Una buena decisión política se evalúa con la perspectiva que da el tiempo y hoy, a meses del recambio de alcaldes y concejales, el objetivo principal del recambio ha dado sus frutos. Había un señor todopoderoso en San Ramón, una reina en Maipú y otro, gente como uno (por lo menos se decía así) en Vitacura, que cuando el poder les dio la espalda, cuando ya no ponían la música, quienes los adoraron comienzaron a olvidarlos y la danza de los platillos chinos empezó a convertirse en un quebradero de loza.

Estas últimas semanas hemos sido testigos del desplome de por lo menos dos íconos de nuestra política local, el exalcalde de Vitacura y el constituyente Sr. Rojas. Ha habido voces (afines o condescendientes con uno y otro) que quieren hacer la vista gorda y que hablan más de bonhomía que de rigurosidad pública al momento de referirse a sus acciones, pero los medios de comunicación (la fibra de un sistema democrático) se han encargado de crucificarlos en la plaza pública, exponiendo situaciones que tendrán que ser conocidas por la justicia, en un caso por posible malversación de caudales públicos y, en el otro, por posible falsedad en la declaración de intereses, ¿o no es acaso falso que la deuda económica declarada por el constituyente fue producto de un falso cáncer?

Los cargos de elección popular son para servir, no para servirse y cada vez que aparece un funcionario corrupto o que se aprovecha de un cargo en su propio favor, se debilitan las instituciones y se merma el sistema democrático.

Mi sueño es que la elección de cargos públicos fuera entre todos quienes tienen las capacidades preestablecidas para ejercer el cargo y no entre quienes postulen, de tal manera que el servicio público se convierta en una obligación y no en un privilegio como hoy puede ser concebido. Pero esta es más que nada una aspiración teórica. En la práctica, mientras menos cargas públicas existan, la sensación es de mayor bienestar para la población. Lo importante es lo que el Estado sea capaz de darnos y no lo que nosotros somos capaces de entregar a este o a la comunidad.

En el caso de los parlamentarios, es sabida su dedicación por colocar sus a “pingos” en cargos en los que puedan ser de ayuda para una nueva elección, pero respecto de sus cotos de caza, aparte de las máquinas electorales que han desarrollado en sus localidades, estos son, por lo menos de manera aparente, de una incidencia menor.

Entendiendo que la república (en oposición a la monarquía), es el sistema por el que hemos optado y luchado hace ya muchas generaciones y que la democracia es el sistema que administra de manera más adecuada la lucha de poderes a su interior, pienso que ha sido un acierto que el recambio y el límite a la reelección se haya instalado como principio básico para regir dentro de nuestro contrato social. Ahora vamos por el voto obligatorio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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