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Que no nos sequen la vida Opinión

Que no nos sequen la vida

Victoria Uranga Harboe
Por : Victoria Uranga Harboe Presidenta de la Corporación Defensa de la Cuenca del Mapocho
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“Cuando el río suena, piedras trae” eso dice el dicho mientras nuestro querido río Mapocho cada vez muestra más sus piedras por la falta de agua. También piedras nos tiran las autoridades que con débil compromiso o abierta irresponsabilidad dicen que en los próximos meses las comunas de Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea sufrirán cortes de agua. Recordemos que el año pasado 53,2% de las comunas del país fueron declaradas en escasez hídrica.

¿Solo reaccionaremos cuando no caiga ni una gota al abrir la llave? Hace más de una década que la información científica alerta sobre la escasez de agua que viven las cuencas de la zona central, pero las autoridades no han transparentado la situación ni tomado las medidas necesarias. Por el contrario, validan abordajes parciales y apoyan proyectos extractivistas que destruyen la vida.

Es cierto, el aleteo de las mariposas llega hasta el otro hemisferio, pero, el llamado a disminuir el tiempo de las duchas es una burla cuando sabemos que el consumo domiciliario de agua es de menos del 1%. Las forestales, la agroindustria y la minería se llevan el agua. En esta ecuación la megaminería tiene un rol crítico porque la mayoría se ubican en el inicio de las cuencas donde están los glaciares.

Los glaciares tienen un rol estratégico para el equilibrio climático y actualmente son los vientres de agua que nos permiten vivir. El 70% de la población de Chile se abastece de aguas provenientes de glaciares que aportan hasta el 60% del caudal de los ríos durante las crecientes estaciones secas. Cuidar los glaciares es una decisión urgente, ética y estratégica.

La importancia de los glaciares y sus ecosistemas es tan grande como su fragilidad. No solo la destrucción directa con maquinarias y pólvora los destruye, también el implacable polvo en suspensión (black carbon) generado por combustión y tránsito de camiones de la minería se deposita en ellos aumentando su temperatura y provocando que se derritan más rápido.

Sabemos de la presión de la Oficina de Gestión de Proyectos Sustentables (GPS), algunos ministerios y de la empresa al Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) para que el proyecto Los Bronces Integrados de Anglo American se apruebe. Presionan pese a los más de 500 observaciones ciudadanas y a los muchos los informes desde los servicios que alertan sobre sus impactos negativos en las personas, comunidades y la naturaleza. Presionan pese a la reciente declaración de los funcionarios del SEA en que denuncian extensión artificial del proceso de evaluación. Presionan pese a que saben que las operaciones de la Mina Los Bronces de Anglo American están ubicadas en la Cuenca alta del Mapocho, afectan al Santuario Yerba Loca, al Glaciar La Paloma y una gran cantidad de otros glaciares. Presionan pese a los informes como los de la Subsecretaría de Salud Pública que afirma que a consecuencia del proyecto se generaría un aumento significativo en la concentración material particulado dañino para la salud de la población. 

Megasequía y cambio climático son expresiones de un modelo que explota a la naturaleza y que ve a sus componentes como recursos. Pero somos parte de un gran sistema interconectado y los humanos somos particularmente frágiles. Así de simple, así de radical. Para sanar necesitamos que fluyan las aguas y que los glaciares estén protegidos. Que fluyan “Las aguas como bienes comunes naturales no apropiables que pertenecen a los pueblos y la naturaleza” como dice el artículo 1 de la propuesta hecha por el Movimiento por el Agua y los Territorios (MAT), la Coordinación de Territorios por la Defensa de los Glaciares y el Movimiento de Defensa por el Acceso al Agua, la Tierra y la Protección del Medioambiente (MODATIMA). Esta iniciativa popular de norma alcanzó las 15 mil firmas en menos de una semana y entrará al debate de la Convención Constituyente.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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