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Los nuevos peligros de la democracia Opinión

Los nuevos peligros de la democracia

Leonel Sánchez Jorquera
Por : Leonel Sánchez Jorquera Abogado. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Diplomado en Diseño, Evaluación y Gestión de Proyectos de Interés Público, Instituto de Asuntos Públicos, Universidad de Chile. Con estudios en Introducción a la Teología, Departamento de Extensión, Facultad de Teología, Universidad Católica de Chile.
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El sistema democrático siempre ha sido un sistema que, por definición, es perfectible, así lo ha demostrado la historia al comparar la evolución de las democracias de la antigua Grecia, con las democracias en el siglo XIX, del siglo XX y del siglo XXI, solamente si consideramos el aspecto de la ampliación y garantía del derecho a sufragio de las distintas personas.

También lo señalan diversos autores. En un artículo sobre el pensador latinoamericano Enrique Dussel, se expresa que “la democracia, entonces, no es sólo la decisión de la mayoría, es sobre todo el proceso de participación simétrica, permanente, perfectible y de infinita construcción” (Palta, 2013, p. 24). Reflexión que también se señala en un trabajo sobre el italiano Norberto Bobbio: “Actualmente la política, sobre todo la política democrática, enfrenta problemáticas que no pueden ser resueltas con los esquemas tradicionales. Se requieren nuevos horizontes interpretativos que permitan enfrentar los enormes desafíos emergentes” (Cisneros, 2014, p. 276).

Chile ha enfrentado importantes desafíos en esta materia. Era práctica común, y muy bien documentada en la literatura, realizar acciones como entregar un zapato antes de la elección y el otro par después de ella, o el traslado de los inquilinos por el capataz o patrón de fundo, para favorecer a los candidatos de una oligarquía terrateniente. Esos peligros a la democracia se enfrentaron con reformas legales, con denuncias en los medios de comunicación, y con educación y cambios culturales de los(as) electores(as) —incluyendo iniciativas de algunos partidos políticos— que enfrentaron esos verdaderos atentados a la democracia. 

Es así como en nuestro país se realizaron importantes reformas legales que han ampliado su sistema democrático. Por ejemplo, en el año 1958 se deroga la llamada “Ley Maldita” que proscribía al Partido Comunista y se estableció una nueva legislación que instauraba la cédula única de votación (papeleta del voto), impresa por el Estado, que sería utilizada en las posteriores elecciones presidenciales y parlamentarias, mejorando sustantivamente el sistema electoral.

Ahora nos encontramos con nuevos peligros a la democracia, que están en el ámbito digital, y que están siendo determinantes en los procesos electorales, no solo en Chile, sino que en el mundo entero. Nos referimos a las llamadas fake news o noticias falsas y a la manipulación a través de sistemas de big data. Vamos por parte.

Es claro que estos fenómenos políticos digitales están presentes en diversos países en los últimos años, basta con mencionar tres ejemplos, como el Brexit en Gran Bretaña (2016), la elección de Trump (2016) y la elección de Bolsonaro (2018). En los tres países se iniciaron investigaciones, se documentó y se tomaron medidas para mitigar o terminar con dichos peligros a la democracia.

A manera ilustrativa, en EE.UU. se les pidió a las empresas que controlan las redes sociales que tomarán ciertas medidas, es así como la evaluación que hacen diversos centros de estudios políticos es que tanto Twitter como Facebook parecen haber mejorado considerablemente desde las elecciones del 2016 (en las cuales ganó Trump) a las elecciones del 2020. A manera de ejemplo, Facebook bloqueó una semana antes los anuncios políticos, cuestión que Twitter ya había hecho desde octubre de 2019, afectando principalmente a la propaganda política y agregando etiquetas a los mensajes engañosos del presidente Trump.

En el caso de Brasil, se avanzó mucho más y se logró que el Tribunal Superior Electoral (equivalente a nuestro Servel) desarrollara un programa permanente de lucha contra la desinformación para las elecciones de este año. Seguramente en los próximos meses tendremos varios estudios y reportajes que vayan profundizando el nivel de impacto que tuvieron las noticias falsas o las campañas de desinformación en el plebiscito de salida del proceso constituyente chileno. Ya hemos tenido algunos indicios y adelantos de aquello.

El asunto es de gran importancia, incluso la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) debatió sobre el tema en una reunión del Foro Global de Líderes realizado en Luxemburgo en el presente año, en donde la ministra de la Secretaría General de Gobierno de Chile, Camila Vallejo, sostuvo que “en este último tiempo, hemos visto cómo las noticias falsas, la mentira malintencionada y el engaño han sido utilizados para poner en riesgo a nuestras democracias alrededor del mundo”. En dicha instancia se acordó la creación de un Grupo de Trabajo contra la Desinformación de la OCDE, el cual será encabezado por Chile, con la participación de representantes de Noruega, Grecia, Lituania, Luxemburgo y Finlandia.

La democracia sigue siendo un sistema político perfectible, pero las amenazas que la acechan son nuevas en el siglo XXI. Connotados pensadores contemporáneos como Yuval Noah Harari (2018) han señalado que, en su forma actual, la democracia no sobrevivirá a la fusión de la biotecnología y la infotecnología, advirtiendo que el sistema democrático se renueva a sí mismo con éxito o de una forma radicalmente nueva, o bien los humanos acabarán viviendo en “dictaduras digitales”.

Enfrentar estos peligros es tarea de todas las personas comprometidas con la profundización de un sistema democrático en Chile. Los cambios necesarios van desde un cambio cultural y de práctica política, pasando por campañas educativas del manejo de información en redes sociales, reformas legales y mayores atribuciones del Servel en esta materia, hasta por una fiscalización y desconcentración de los medios de comunicación. Por lo visto es una tarea prioritaria enfrentar los nuevos peligros de la democracia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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