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Minería submarina de profundidad: ¿bendición o maldición? Opinión

Minería submarina de profundidad: ¿bendición o maldición?

Todo parece indicar que la explotación del fondo del océano tendrá lugar en los próximos meses, pero esta vez, con un fin mayor: la tan deseada transición energética, bajo el amparo de la sostenibilidad y el cumplimiento de metas para contrarrestar la crisis climática que vivimos. Bajo ese contexto, ¿no es acaso contradictorio que la explotación del fondo del océano sea uno de los caminos para salvar la existencia humana? ¿Hasta qué punto la existencia no humana se puede condicionar en pos de asegurar nuestra supervivencia? ¿Es este escenario de crisis y de ansias de sustentabilidad un legitimador del extractivismo?


Los océanos son importantes para el desarrollo sostenible porque pueden ser sumideros de carbono, absorbiendo cerca del 30% de las emisiones globales de dióxido de carbono y el 80% del calor generado por el creciente aumento de los gases de efecto invernadero (GEI). De hecho, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó el período 2021 – 2030 como la Década de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible.

Por otro lado, y en el marco de la transición energética hacia energías renovables, el fondo del océano posee grandes reservas de recursos minerales como el níquel, cobalto, cobre, molibdeno y litio, que permitirían satisfacer la demanda proyectada y alcanzar los objetivos del Acuerdo de Paris (COP21) referidos a la reducción en un 45% de las emisiones de GEI para 2030 y lograr el cero neto para 2050.

Como es lógico, diferentes gobiernos y empresas han puesto sus ojos en la extracción de estos recursos, que se encuentran hasta a 7.000 metros de profundidad de los oceanos. Sin embargo, diversas voces plantean que existen riesgos por la explotación del fondo del mar para la biodiversidad, así como las múltiples tensiones que generaría con comunidades, y los vacíos legales sobre el derecho propio del océano y la naturaleza.

En junio de 2021, el gobierno de Naurú, país localizado en pleno Océano Pacífico, informó a la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA) la intención de explotar el fondo marino de la zona Clarion-Clipperton, una extensión del Pacífico Norte entre Hawái y México. ¿Qué tendría que pasar para que esto suceda? La intención manifiesta de Naurú activó una regla de la ONU, la cual dice que si en un periodo de dos años, a partir de la solicitud de explotación realizada se autoriza la explotación en el lecho marino de aguas internacionales porque la ISA no cuenta con un reglamento que regule esta actividad.

Diferentes gobiernos, grupos científicos y organizaciones no gubernamentales han expresado los alcances multidimensionales que podría tener esta industria extractiva. En la II Conferencia de los Océanos de la ONU en Lisboa en 2022, la República de Palaos lanzó una Alianza para pedir una ampliación del tiempo concedido a la minería submarina. Por su parte, el gobierno de Chile también pidió una moratoria de 15 años para obtener más evidencia y certidumbre científica. Sin embargo, en enero de 2023, la ISA comunica que, a partir de julio 2023 aceptará recibir solicitudes de explotación del fondo del mar, en medio de confusos comunicados por parte de la institución y escaso diálogo con otros actores involucrados en el proceso.

Así, la alerta es mayor ante el inicio de la explotación del fondo del océano. Es más, en los últimos días, se ha publicado un estudio que recopila todos los registros de las expediciones realizadas en la Zona Clarión Clipperton en el Océano Pacífico, creando un listado de 5.578 especies diferentes, de las cuales se estima que entre el 88% y el 92% nunca se habían visto.

Bajo este escenario, la minería de fondo del océano es crucial para la transición hacia energías renovables, pero también, provocaría la destrucción de los ecosistemas marinos, y de las relaciones socioculturales, espirituales y patrimoniales que tienen las personas con el océano. Todo parece indicar que la explotación del fondo del océano tendrá lugar en los próximos meses, pero esta vez, con un fin mayor: la tan deseada transición energética, bajo el amparo de la sostenibilidad y el cumplimiento de metas para contrarrestar la crisis climática que vivimos. Bajo ese contexto, ¿no es acaso contradictorio que la explotación del fondo del océano sea uno de los caminos para salvar la existencia humana? ¿Hasta qué punto la existencia no humana se puede condicionar en pos de asegurar nuestra supervivencia? ¿Es este escenario de crisis y de ansias de sustentabilidad un legitimador del extractivismo?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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