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Ultraderecha: permanente amenaza para el sistema democrático Opinión

Ultraderecha: permanente amenaza para el sistema democrático

César Gatica Muñoz
Por : César Gatica Muñoz Geógrafo. Ex profesional de la Cancillería (Difrol.
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En el presente, la sociedad chilena tiene necesidades materiales y en lo referente a seguridad que son perentorias. Si éstas no son satisfechas en forma adecuada, evidentemente, se incrementarán las adhesiones que recibe la extrema derecha. La nostalgia que aún pervive por la dictadura en Chile, obedece precisamente a las expectativas frustradas por una mejor vida material. La consiguiente desvalorización de la democracia, también es consecuencia de una educación política aún insuficiente.


En la muy vasta literatura existente sobre el fascismo se constata que los cientistas políticos, frecuentemente, afirman que es este un movimiento o corriente política difícil de definir debido a que carece de una ideología y de una forma de gobierno específica. Se estima que, a la luz de la historia, esa consideración, en sus premisas, está levemente en la razón y es perfectamente inexacta en su conclusión.

Para establecer la naturaleza del fenómeno del fascismo en la actualidad, el método, lógicamente, ha de consistir en el estudio de las causas de su surgimiento en la Europa de las primeras décadas del siglo XX, establecer la forma de su organización y sus objetivos y verificar si lo indicado se reproduce en partidos del presente.

El fascismo europeo encuentra su origen en la crisis económica estadounidense la cual alcanzó su momento más álgido en octubre de 1929 y que se extendió a la década siguiente. Esta depresión impactó en la economía europea ocasionando una fuerte agitación en las organizaciones políticas de izquierda, hecho que dio lugar a exigencias reivindicatorias por parte de los gremios de trabajadores, todo eso en un clima político sobresaltado ante una eventual propagación de la revolución rusa. De esa forma, la convulsión del ambiente social se percibió como una amenaza para la institucionalidad imperante.

Ello provocó una esperable reacción de quienes detentaban el poder político y económico, destinada a amparar el sistema. Fue un muy intrincado proceso político iniciado con intensidad en Alemania e Italia, el que en definitiva terminó siendo conducido por los partidos creados por Hitler y Mussolini. El resultado fue la instauración en dichos países de sistemas totalitarios, los cuales consolidaron el modelo económico capitalista aplicándolo con modalidades extremas, asimismo, aprobaron leyes racistas y proscribieron los partidos de izquierda y toda forma de disidencia. Estas violentas acciones fueron promovidas mediante una propaganda nacionalista que prometía la reconstrucción del Imperio Romano para los italianos y en el caso de Alemania, la expansión del territorio hasta los Urales, límite oriental de Europa, a fin de disponer de lo que se consideraba su indispensable “espacio vital” (Lebensraum), todo ello asociado a la infundada convicción de ser arios y como tales, racialmente superiores. Lo irónico es que los líderes nazis no representaban ni lejanamente el ideal de esa raza.

El trágico desenlace de este cruento proceso es bien conocido. La Segunda Guerra Mundial, concluyó con la derrota absoluta de los países del Eje, lo que condujo a que los partidos nazifascistas quedaran proscritos, hasta ahora. Ciertamente, sería ingenuo creer el mito pernicioso de que por ello están extinguidos.

Según lo señalado, no es difícil colegir entonces, que el fascismo, en lo fundamental y de modo invariable, corresponde a un sistema político dictatorial destinado a implantar un sistema económico capitalista extremo, es decir, la propiedad privada del aparato productivo y financiero apoyado en el trabajo asalariado, que en ocasiones se realiza en condiciones de esclavitud. A lo anterior se integran dos factores que no le son exclusivos: un obvio repudio a la democracia y una posición antimarxista.

Las referidas cuatro peculiaridades que definen al fascismo se encuentran en los regímenes de Hitler, de Mussolini, de Franco y en numerosas dictaduras instauradas en el mundo de la postguerra, incluyendo la de Augusto Pinochet.

Implantar una estructura económica capitalista por la vía dictatorial, no envuelve necesariamente una ideología. Los intereses son los que en ello tienen preeminencia. Se infiere entonces que sin dictadura y sin sistema capitalista, no existe el fascismo como régimen.

Al referido movimiento se le añaden otras particularidades, siempre perversas, las cuales son compartidas por diferentes corrientes políticas extremas, no necesariamente fascistas. Pueden estar presentes todas ellas o solo algunas. Entre éstas están: corporativismo, militarismo, expansionismo territorial, chovinismo, represión a los disidentes, prisión de opositores en campos de concentración, racismo (especialmente anti semitismo), xenofobia, homofobia, misoginia, control de la prensa, populismo, deslegitimación del arte y de las fuentes del conocimiento científico.

En el presente, por ejemplo, desde el fascismo se niega el cambio climático, se afirma que la pandemia fue un plan siniestro y se llega al extremo de adherir al terraplanismo. Asimismo, de manera preferente se recurre a la demagogia y a la mentira como fórmulas propagandísticas.

Es un hecho comprobable que, en lo medular, el fascismo y el nazismo, son fenómenos similares. De ahí que la expresión nazifascismo sea válida, en cuanto apunta a manifestaciones políticas estructuralmente semejantes. La diferencia radica en que el nazismo es el fascismo llevado al extremo en todas sus manifestaciones.

Confirma tal apreciación, que en la Europa ocupada hubo al menos sesenta campos de detención nazis. Se ha establecido que en esos lugares fueron asesinados más de seis millones de personas.

En el territorio de Italia existieron solo dos campos de prisioneros del régimen nazi. Fueron creados después de la destitución del Duce y del armisticio firmado entre Italia y los aliados el 3 de septiembre de 1943.

Por cierto, hay muchas más pruebas de la monstruosidad nazi. En los juicios de Nuremberg, Rudolph Höss comandante del campo de exterminio de Auschwitz, confrontado a la acusación de haber asesinado a 3 millones de personas, precisó fríamente: “…calculo que al menos 2.,5 millones… fueron asesinadas y desechadas allí por gases y quemaduras; pero al menos medio millón más murieron de hambre y enfermedades…”.

En Chile sabemos de la participación de sociópatas sádicos como Höss, en la represión de la dictadura.

Que el pinochetismo en Chile perviva vigoroso, se debe en parte, a que fue derrotado en las urnas en el marco de un sistema democrático y las condiciones políticas no permitieron su proscripción, por lo que aún se erige como un peligro constante para la institucionalidad democrática.

Su genuino continuador es el líder del Partido Republicano, José Antonio Kast Rist, quien en diversas oportunidades ha manifestado su admiración por la referida dictadura. Incluso en 2017 sostuvo que: “Si Pinochet estuviera vivo votaría por mí”.

No necesita ser demostrado que ensalzar y adherir a regímenes dictatoriales es incompatible con una posición democrática. Lo contrario sería un contrasentido insostenible.

Diversas otras declaraciones de Kast, ratifican su posición ultraderechista.

Ha insistido en su propuesta de indulto humanitario a los presos de Punta Peuco, pues a su juicio, “nadie merece morir en una cárcel”, no obstante los crímenes horrorosos perpetrados por estos agentes de los servicios de seguridad de la dictadura.

Asimismo, pese a que el coronel (r) Miguel Krassnoff ha sido condenado a casi 900 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad (secuestro, tortura y desaparición de personas) con veinte sentencias ratificadas por la Corte Suprema de Chile, Kast dijo, sin fundamento atendible, que al visitarlo y “…viéndolo no creo todas las cosas que se dicen de él”.

En este mismo sentido, se comprometió, si era electo presidente, a retirar a Chile del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

En 2021 ante las acusaciones de negacionismo y misoginia, dio marcha atrás en su programa al reconocer que el cambio climático sí existe y al comprometerse a no eliminar el Ministerio de la Mujer. Todo muy forzado, ciertamente.

En 2017 señaló que “La Moneda se rinde a la dictadura gay”, luego de que el palacio presidencial se iluminara con los colores de la bandera LGBT. Añadió que el casamiento es “entre un hombre y una mujer”, a raíz de la aprobación de la ley que da un acceso igualitario al matrimonio civil a las parejas de un mismo sexo.

Ante la necesidad de aumentar el número de sus adherentes, ha debido morigerar su discurso y el contenido de su propaganda. El resultado de las elecciones de consejeros constitucionales realizadas el 7 de mayo pasado revela, de modo inequívoco, que su estrategia está en la ruta correcta.

Su admiración por la dictadura debe ser motivo de preocupación para los sectores democráticos.

Ratifica la valoración de la dictadura que se anida en la ultraderecha en lo expresado por Luis Silva, consejero constitucional electo del Partido Republicano, quien manifestó su admiración por Pinochet, a quien calificó como un estadista.

En la apreciación que este sector político hace de dicho régimen no parece relevante el hecho que, a pesar del poder absoluto del régimen, al cabo de 17 años, según cifras oficiales, la pobreza nacional se elevaba al 38,6%, proporción que con el método de medición actual alcanza al 68,5%. Ello contrasta con el 10,5% de pobreza al 2022, obtenido en democracia. Antes de la pandemia, en 2017, ese porcentaje había bajado al 8,6%. A esa proporción vergonzante, se deben añadir 3.227 asesinatos, entre los cuales 1.102 son detenidos aún desaparecidos. Y esos no son todos los crímenes perpetrados.

La sola mención de tales asesinatos y fechorías, por un imperativo moral, sería un impedimento para alabar la dictadura pinochetista.

En el presente, la sociedad chilena tiene necesidades materiales y en lo referente a seguridad que son perentorias. Si éstas no son satisfechas en forma adecuada, evidentemente, se incrementarán las adhesiones que recibe la extrema derecha. La nostalgia que aún pervive por la dictadura en Chile, obedece precisamente a las expectativas frustradas por una mejor vida material. La consiguiente desvalorización de la democracia, también es consecuencia de una educación política aún insuficiente.

Lo que está fuera de toda duda es que nuestra vapuleada democracia ha traído mayor bienestar y libertades para las mayorías. También es claro que los proyectos políticos de José Antonio Kast representan un retroceso para el perfeccionamiento democrático alcanzado. Si bien el contexto internacional no favorece el surgimiento de regímenes autoritarios, siempre hay quienes los prefieren. Los demócratas deben estar alertas para proteger la institucionalidad y el estado de derecho. El fascismo en el mundo ha salido a la luz sin pudor, está coordinado internacionalmente y fortalecido.

“¿Y qué es la verdad? Unas veces lo contrario de la mentira; otras veces, lo contrario del silencio” (Eduardo Mendoza).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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