En el contexto de la crisis de la política y la democracia, son actuales las afirmaciones de Norbert Lechner: necesitamos una manera diferente de mirar el futuro; es necesario interrogarse sobre la lucha misma y redefinir el significado de la propia política.
Encuentra amplio consenso entre políticos, intelectuales y ciudadanía en general que Chile carece de proyectos capaces de responder a los cambios que ha experimentado el país y el mundo, dar cuenta de las necesidades de la población y reponer un horizonte de futuro esperanzador. Se trata del mayor desafío de los últimos 40 años, pues si bien en los 80 enfrentábamos a una dictadura sangrienta y carecíamos de un contexto democrático, en el horizonte aparecía la reconstrucción de la política democrática como la salida al régimen, contábamos con fuerzas políticas legitimadas y una sociedad consciente de su capacidad de agencia colectiva.
Hoy, las innovaciones tecnológicas; la fragmentación social asociada a las transformaciones económicas; la triple crisis medioambiental, esto es, el cambio climático, la contaminación y la disminución-desaparición de la diversidad biológica; el ingreso a la era pandémica; el nuevo escenario de los conflictos geopolíticos; las migraciones masivas; la crisis del patriarcado, estructuran un complejo de problemas radicalmente nuevo, imposible de imaginar no hace mucho tiempo.
Frente a ello, intentamos entender los nuevos escenarios con los mismos enfoques tradicionales. No es casual, en consecuencia, que el mundo nos resulte ininteligible, que la política y la democracia encuentren problemas para compatibilizar la deliberación ciudadana y la toma de decisiones eficiente. Enfrentamos, nada menos, la crisis de la política como mecanismo central de la convivencia social.
Frente a la crisis intelectual de las izquierdas (y de las derechas, cabe agregar, como lo reconocen varios intelectuales de ese sector) han surgido intentos de respuesta. En abril circuló el documento “El manifiesto del Socialismo Democrático”.
Por su parte, Carlos Ominami, en entrevista con El Mercurio, propuso impulsar una segunda renovación socialista que se hace, en su opinión, necesaria por el agotamiento de la Concertación, que a su juicio se podría haber evitado si se hubiese contado con una fuerza socialdemócrata, orientada por la experiencia del PSOE en España y cuya viga maestra es la generación de un Estado de Bienestar. Del mismo modo, sostiene Ominami, es necesario que la seguridad ciudadana esté al centro y “romper radicalmente con todo lo que representa el madurismo hoy día”.
La idea de que la Segunda Renovación Socialista (SRS) consiste básicamente en la socialdemocratización del Socialismo Democrático, ignora que la propuesta socialdemócrata fue una respuesta al capitalismo que surgió en un escenario completamente distinto, luego de la Segunda Guerra Mundial, buscando combatir la pobreza, la enfermedad, el desempleo, y la práctica inexistencia de un sistema de protección a la vejez. También como respuesta a los problemas del capitalismo salvaje que había dejado en evidencia la crisis global de 1929, que se tradujo en el Estado de Bienestar y en una fuerte regulación de la economía y/o impulso del Estado empresario.
Esa experiencia, con todo lo exitosa que fue, encontró límites y entró en crisis a partir de 1970, en particular con la irrupción neoliberal. Ignora también las características patriarcales del Estado de Bienestar construido en buena medida sobre la base del hombre proveedor. Asimismo, que la socialdemocracia, con la Tercera Vía, no logró construir una alternativa duradera al neoliberalismo, lo que se ha expresado en la creciente importancia electoral en la mayoría de los países europeos.
Ominami no toma en cuenta que, si bien el Frente Amplio fue quizás injusto en su crítica a la Concertación, que se inició como un proyecto generacional, lo cierto es que hizo posible derrotar a JAK en las elecciones presidenciales del 2021 y bajo el liderazgo del Presidente Boric ha reunificado a la izquierda y desencadenado un amplio proceso de transformaciones en el sector, que pese a sus limitaciones constituye una base excepcional para su renovación.
El fraude electoral cometido por Maduro y sus cómplices hace más urgente una profunda reflexión; no obstante, ello es solo sobre la cumbre del iceberg. El caso de Venezuela, como también el de Nicaragua, hacen necesaria una reflexión más amplia y que atañe tanto a esos países como a las izquierdas de la región. En efecto, un problema central es que esos regímenes han acabado con los elementos centrales del régimen democrático (separación de poderes, alternancia en el poder, pluralismo político como condición fundamental del autogobierno ciudadano).
Desde el punto de vista de las izquierdas de la región, la pregunta a resolver es cuál es la idea de socialismo que aún persiste en sectores de la izquierda para pensar que los regímenes de Venezuela, Nicaragua y Cuba son de izquierda, en circunstancias que la idea tradicional de que socialismo consistía básicamente en la propiedad estatal de los medios de producción y la eliminación del mercado colapsó, con la desaparición de la Unión Soviética y con la reconstrucción capitalista en países como China.
Tan importante como ello es la demora en “ver” y sacar las conclusiones respecto de regímenes como el cubano, que luego de más de 60 años no logra entregar una vida digna ni un sistema democrático a su pueblo; y el venezolano que, junto con instalar una dictadura, destruyó la economía y llevó a 8 millones, esto es, un cuarto de su población, a emigrar del país. Un caso de ceguera similar respecto del nuevo escenario geopolítico es el caso de un antiguo intelectual comunista que para explicar su apoyo a Maduro señala a la letra: “¿A los yanquis les gusta Maduro? No. Entonces Maduro está más bien para mi lado”.
En tal sentido, tiene razón Mauro Basaure en que la “renovación socialista debe avanzar paralelamente en varios frentes cruciales: un relato sobre el pasado, un diagnóstico y visión del presente, una propuesta de futuro, una reformulación de conceptos clave, una innovación teórica basada en una reflexión autocrítica, una estrategia política y organizativa que contemple nuevas prácticas políticas, la interlocución con otros actores, otras tradiciones y movimientos”.
El jueves 8 de agosto, en la Sala Eloísa Díaz de la Casa Central de la Universidad de Chile, la Fundación La Casa Común presentó el libro Imaginar el futuro. La izquierda en una nueva época, publicado por Pehuén con la colaboración de la Fundación Heinrich Böll (disponible para su descarga en www.lacasacomun.cl). El objetivo central del libro es contribuir a la renovación de las izquierdas, exige revisar los sistemas de pensamiento tradicionales, reconsiderar cómo se articula la acción colectiva moderna en el mundo de las comunicaciones instantáneas y de la inteligencia artificial, y considerar la creciente individuación y mayor capacidad de agencia de los individuos que conforman nuestras sociedades.
Incluye sin duda una profunda renovación de la tradición socialista, lo que supone recuperar a Salvador Allende y el programa de la Unidad Popular, que propuso no solo una vía revolucionaria distinta, sino que apuntaba a un punto de llegada radicalmente diferente a lo que se conocía como “socialismo realmente existente”, al afirmar que las transformaciones estructurales “contemplan como punto de llegada, un régimen de Derecho, de multipartidismo, de pluralismo y de respeto de las libertades públicas, individuales y sociales”. Implica recuperar también la Renovación Socialista, que transformó la intuición de Allende en una propuesta explícita de renovación.
En las palabras de Manuel Antonio Garretón, ello implicaba reconocer, primero, que se puede avanzar en la transformación social bajo el principio de mayorías políticas, siendo la política el eje fundamental de la acción histórica y social, lo que supone grandes acciones colectivas de movilización y construcción de consensos. Segundo, que el socialismo no puede definirse como un modelo de sociedad caracterizado y establecido de una vez para siempre; más aún, no hay en sentido estricto una “sociedad socialista”, pues el socialismo es un principio de transformación social y por tanto: “No hay transición de una sociedad a otra, hay una transformación permanente”.
Al revisar el llamado “giro a la izquierda” que tuvo lugar en América Latina en las últimas décadas, en particular los casos de Venezuela y Nicaragua, quedan en evidencia déficits fundamentales, que hacen urgente el proceso de renovación:
1) La destrucción de la democracia representativa es el problema fundamental. No obstante, exige también una amplia reflexión el hecho de que los mecanismos complementarios de la democracia directa han demostrado ser breves en el tiempo, con poca participación y han sido utilizados para avalar el autoritarismo.
2) La lucha feminista no formó parte sustantiva de la mayoría de los gobiernos que representaron ese giro. Tampoco la triple crisis climática.
3) Se careció de un proyecto y modelo de desarrollo alternativos.
Es además evidente que la “renovación del socialismo” no es suficiente para construir un nuevo proyecto de izquierdas. Es necesario, además, promover el debate y la convergencia con otras tradiciones transformadoras, como son el feminismo, la lucha contra la triple crisis climática, y las reivindicaciones de los pueblos originarios. No se trata de diálogos fáciles; la convergencia es un problema complejo, como quedó claro en el primer proceso constituyente. Encuentra en el actual Gobierno una primera experiencia de renovación, tanto por el reencuentro de las izquierdas y otras fuerzas democráticas como por la presencia central de corrientes del feminismo y el ecologismo.
Pero esto tampoco es suficiente. En el contexto de la crisis de la política y la democracia, son actuales las afirmaciones de Norbert Lechner: necesitamos una manera diferente de mirar el futuro; es necesario interrogarse sobre la lucha misma y redefinir el significado de la propia política. La política esta hecha de deseos y miedos. No es la obra exclusiva de la mente ni del simple azar, solo interrogándonos por los sentimientos involucrados podemos reflexionar sobre lo que es una política razonable.