En los últimos cinco años, Chile ha sido un escenario único para estudiar la participación juvenil, especialmente después de eventos tan trascendentales como el estallido social y los procesos constituyentes.
El 18 de octubre de 2019 marca uno de los hitos más significativos en la historia reciente de Chile. El denominado “estallido social” no solo fue la movilización social más importante desde el retorno a la democracia, sino que también la que generó el mayor impacto en el sistema político para intentar generar cambios institucionales profundos en el país (pensemos en el 15 de noviembre de ese mismo año y el Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución).
Este proceso político estuvo caracterizado por una importante participación juvenil, ya sea a través de las manifestaciones o ejerciendo su derecho al voto en las elecciones que definieron el futuro constitucional del país.
Al conmemorarse cinco años de estos hitos, es pertinente reflexionar sobre las miradas y perspectivas que los jóvenes tienen sobre estos procesos: ¿de qué manera perciben su participación en estos eventos políticos? ¿Cuál es el impacto que consideran que tuvo su participación en el sistema democrático chileno durante ese período? La reciente “Encuesta Jóvenes y resignificación de la participación política 2019-2024”, desarrollada en el marco del proyecto Fondecyt n.° 11231130, ofrece un valioso conjunto de información sobre estas percepciones.
Uno de los datos más interesantes de esta encuesta es cómo las movilizaciones del 2019 impactaron la percepción juvenil sobre su capacidad de generar cambios. Según el estudio, el 60% de los jóvenes considera que el estallido social fue una respuesta justificada a los problemas del país y un 63% apoyó las manifestaciones de octubre 2019. Además, el 57% cree que su participación en estas movilizaciones podía generar cambios significativos a nivel social y político, y el 53% siente que su voz fue escuchada durante las protestas.
Los datos vienen a confirmar una tendencia global: las manifestaciones se han convertido, para muchos jóvenes, en una herramienta directa y dinámica para incidir en el debate público y político, especialmente en contextos donde las instituciones tradicionales no reaccionan de manera eficaz en responder a sus demandas. Este fenómeno, sumado a la creciente desconfianza en las instituciones, revela un antecedente importante en la forma en que las y los jóvenes entienden y ejercen la participación ciudadana.
Si bien las manifestaciones de octubre 2019 fueron centrales para manifestar el malestar presente en la juventud, el estudio también muestra una interesante resignificación de la participación electoral como herramienta para consolidar estas demandas de cambio durante el proceso constituyente.
Según los resultados señalados, un 62% de los encuestados cree que ahora es más importante votar que antes del estallido social, y el 61% siente que su interés en las elecciones ha aumentado. Además, el 62% considera que su voto podía tener un impacto significativo para generar cambios políticos en el país.
El proceso constituyente, como hito para consolidar una real transformación política e institucional, estuvo caracterizado por su amplia convocatoria electoral. Este contexto permitió que los jóvenes resignificaran el voto como una acción con potencial transformador, más allá de una mera obligación cívica. Sin embargo, esto plantea una pregunta importante: ¿se mantendrá esta percepción del voto en elecciones con un menor impacto de transformación institucional, como las próximas elecciones municipales? ¿O qué ocurrirá en las elecciones de autoridades políticas caracterizadas por bajos niveles de confianza ciudadana, como diputados y senadores?
Una dato central del estudio es que la juventud no ve las manifestaciones y el voto como formas de participación excluyentes, sino como complementarias. Mientras las manifestaciones se perciben como una forma válida de presión social cuando las instituciones fallan, el voto es visto como una herramienta estructural para generar cambios en un contexto de alta posibilidad de transformación institucional y política.
Ahora bien, esta percepción del voto no significa necesariamente que los jóvenes se estén reencantado con la política tradicional y partidista. Más bien, han resignificado esta forma de participación como una nueva manera de influir en cambios sociales concretos, junto con otras formas de participación en los debates y espacios públicos. En este sentido, los jóvenes continuarán igualmente con sus propias lógicas de organización y participación en el ámbito público y político.
Para concluir, en los últimos cinco años, Chile ha sido un escenario único para estudiar la participación juvenil, especialmente después de eventos tan trascendentales como el estallido social y los procesos constituyentes. En este sentido, los datos nos dan pistas para comprender cómo estas experiencias han influido en la percepción de los jóvenes sobre el voto, su disposición a salir a las calles y su relación con las instituciones. En un momento donde, a nivel global, la participación política es más crucial que nunca, entender estas dinámicas nos ayuda a vislumbrar el papel que esta generación jugará en el futuro político de Chile.