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Me ama, me quiere y me cuida: historia de cómo mi pareja se volvió mi cuidadora Opinión Crédito imagen: Freepik, referencial

Me ama, me quiere y me cuida: historia de cómo mi pareja se volvió mi cuidadora

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José Ignacio Cuadra Verdejo
Por : José Ignacio Cuadra Verdejo Director del Departamento de Diversidad e Inclusión en Charlas Motivacionales Latinoamérica - Promotor de la Inclusión Laboral
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La conversación sobre el trabajo de cuidados no puede seguir siendo postergada.


En Chile, se estima que cerca de 61mil personas con discapacidad severa requieren de un tercero para realizar actividades tan básicas como gestionar documentos en el Registro Civil o, en situaciones más extremas, para recibir asistencia total al comer, vestirse o simplemente disfrutar del calor del sol.

Según datos de la Encuesta de Bienestar Social del Ministerio de Desarrollo Social, el 85% de quienes dedican 8 o más horas diarias al trabajo de cuidados no remunerado son mujeres. Es decir, mientras el Estado no asume plenamente esta responsabilidad, son ellas quienes, de manera invisible, sostienen el bienestar de miles de personas.

Un poco de contexto

Uno de los avances más significativos en el reconocimiento del trabajo de cuidados ocurrió el 12 de octubre de 2021, cuando se promulgó la Ley N°21.380, que amplió el derecho a atención preferente para quienes cuidan.

Hasta ese momento, este beneficio estaba reservado exclusivamente para personas con discapacidad o mayores de 60 años. Sin embargo, la reforma reconoció que el cuidado es una labor fundamental, como lo expresó el presidente Gabriel Boric al presentar el Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados, calificándolo como el cuarto pilar de la protección social, junto con la educación, la salud y las pensiones.

Una historia muy personal

Gracias a esta normativa, hoy instituciones como Fonasa, el Registro Civil e incluso lugares recreativos como el Teatro Municipal de Santiago ofrecen beneficios de acceso preferente o descuentos para cuidadoras y cuidadores.

Siguiendo varios consejos de amigos y recomendaciones en redes sociales, Denisse, mi esposa, decidió solicitar su credencial de cuidadora. Este proceso puede realizarse en las oficinas de ChileAtiende o, como en nuestro caso, de manera remota, lo que facilitó todo, evitando que ella tuviera que pedir permisos en el trabajo.

Algunos podrían preguntarse: ¿Por qué ella tiene este beneficio si la persona con discapacidad soy yo? La respuesta la dio el presidente Boric: esto es, simplemente, un acto de justicia.

El cuidado es un trabajo no remunerado, muchas veces invisible, que históricamente ha sido relegado al ámbito privado, sin que el Estado haya sabido dar una respuesta adecuada.

Cambio de mirada

Si bien he logrado desarrollar ajustes razonables en mis espacios laborales para desempeñarme con autonomía, en mi vida personal y ciudadana no siempre es así. De niño, fueron mis padres quienes adaptaron materiales escolares para que pudiera estudiar en un colegio regular: marcaban mis cuadernos, leían libros en voz alta y diseñaban cartulinas conmigo. Hoy, ese rol lo cumple Denisse, con quien tengo una hija de 7 años y estamos esperando un nuevo bebé para abril.

Como imaginarán, su carga es gigantesca. Desde llevar a Laura al colegio en auto hasta situaciones más complejas, como salir de urgencia a un centro de salud, todo depende de su capacidad de respuesta física, logística y emocional, con el consiguiente desgaste mental que esto conlleva.

Por eso, cuando Denisse puede ser de las primeras en renovar su cédula o comprar un bono de salud sin perder horas en una fila, en realidad no está recibiendo un privilegio. Solo está recuperando una mínima parte del tiempo que el Estado le ha exigido dedicar al cuidado de otro de sus ciudadanos.

Este es un pequeño paso, pero aún falta mucho por avanzar. La conversación sobre el trabajo de cuidados no puede seguir siendo postergada. Porque cuidar no debería ser sinónimo de sacrificio ni abandono, sino de un compromiso colectivo, con respaldo real y justicia para quienes sostienen, con su amor y esfuerzo, la vida de tantas personas. La red de apoyo seguirá en aumento. Es de esperar que también lo haga la conciencia ciudadana, esa que sigue utilizando los estacionamientos reservados para personas con movilidad reducida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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