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Martin Scorsese y la búsqueda de la perfección

Protagonizado por Leonardo DiCaprio, Daniel Day-Lewis y Cameron Díaz, este notable y depurado trabajo narra los comienzos de la mafia en la ciudad de Nueva York entre los periodos de 1846 a 1863, presentándonos una furiosa lucha de dos bandos por el poder de las calles, en un filme donde hasta la venganza y la muerte aparecen como actos hermosos.


Como el último y más genuino representante de ese cine de autor surgido en Estados Unidos a principios de los setenta, Martin Scorsese ha conseguido construir una diversa, extensa y pulida obra, tanto en la estructura de sus filmes, como en cualquiera de sus planos, textos y sonidos donde aquella vieja violencia, esa antigua música y aquellas remotas calles, escondían los feroces dramas de un conjunto de personajes marginales.



Scorsese está considerado unánimemente por la crítica como uno de los más prestigiosos y relevantes cineastas de los últimos tiempos. Películas como Taxi Driver, Toro Salvaje, Buenos Muchachos, La Ultima Tentación de Cristo y ahora Pandillas de Nueva York, trasforman a este gran cineasta norteamericano en un referente obligado para cualquier nuevo realizador en búsqueda de su camino.



La obra de Scorsese no se puede clasificar. Equivocadamente podríamos pensar que sus películas sólo hablan sobre mafia y criminales. Se pueden ver auténticos estudios de la personalidad humana (Taxi Driver ), musicales (New York, New York) o delirantes comedias (Jo, que noche), y es que el talento de Scorsese es significativo. Todos estos géneros parecen bastante dispares, pero él los une y conecta de manera magistral en sus películas, con lo que apreciamos que en un mismo filme, se encuentran momentos de violencia mafiosa extrema, dudas y fervor religioso, algunas pinceladas de un fino humor negro, e incluso pequeñas dosis de cinefilia sagazmente dosificadas.



Director de culto por excelencia y maestro indiscutible de tres generaciones de cineastas, este destacado realizador nacido en Nueva York en 1942, persiste aún en su empeño por experimentar y aprender, arriesgando en cada entrega fílmica. Pandillas de Nueva York, su más reciente trabajo, es una clara prueba de ello.



La ley de la calle



Ciudad de Nueva York, 1863. Antes que fuera lo que hoy conocemos como el centro de las riquezas, el poder y sueños infinitos, »la Gran Manzana» fue un lugar muy diferente, una recién nacida ciudad donde el deseo por tener una mejor vida llenó de furia las calles regidas por el crimen. Aquí, mientras la supervivencia de la nación se ponía a prueba con la Guerra Civil, un vasto y peligroso bajo mundo nacía en las calles.
En la joven e inacabada ciudad, hubo una época de crueldad, intolerancia y miedo. Pero también fue una época de extraordinario valor por parte de todos aquellos que se vieron empujados a pelear por la libertad de las futuras generaciones.



Pandillas de Nueva York relata la historia de una venganza. El jefe de la pandilla de los Nativos (Bill »el carnicero», interpretado por el talentoso Daniel Day- Lewis), mata al jefe de los Conejos Muertos (Liam Neeson), en medio de una batalla por obtener el dominio del barrio Las Cinco Puntas. El hijo del pandillero muerto (Leonardo DiCaprio) vuelve 16 años más tarde a vengar a su padre. Y regresa en busca de »el carnicero», que para ese entonces era el líder indiscutido del barrio, con conexiones con políticos y policías neoyorquinos. En el medio de ambos se cruza una bella e inteligente mujer (Cameron Díaz), la cual se enamora del joven pandillero. En adelante una perversa relación paternalista de amor-odio comienza a gestarse donde la tragedia cimentara las nacientes calles.



Rodada casi por completo en Roma, donde se recrearon grandes extensiones de las calles neoyorquinas, Scorsese consigue una belleza imponente en la que los increíbles escenarios, armados con decorados reales, maquetas y miles de extras, alcanzan una grandiosidad e inmensidad necesaria para reconstruir el Nueva York de 1850.



La película comienza con gran fuerza y belleza. Ya en los minutos iniciales se desata una sangrienta lucha entre las pandillas (norteamericanos nativos e inmigrantes irlandeses), donde la velocidad de la acción, la música y cada plano perfectamente rodado, trasforman la disputa en un vals de imágenes en movimiento -tal como lo hacía Kubrick en 2001: Odisea en el espacio o en La naranja mecánica-, al nivel de convertir una cruda lucha con muertos y heridos, en un espectáculo hermoso y digno de un gran aplauso.



Catalogada como una de las películas más personales de Scorsese, Pandillas de Nueva York presenta un interesante tratamiento de los conflictos entre los grupos que intentan ejercer su poder en las calles y sus respectivas conexiones. Su director nos propone una particular mirada en tono de crítica sobre las relaciones de poder entre políticos y mafiosos, sobre la institución democrática, sobre la intolerancia racial, y sobre esa guerra de clases en la que los ricos mandaban a pelear a los desclasados.



Las interpretaciones están a la altura de cualquier obra de culto. Daniel Day-Lewis refleja gran fuerza y odio con una sola una mirada. Su potente caracterización mantiene gran parte de la historia, para agilizar o pausarla según las pretensiones del director. Por su parte Leonardo DiCaprio realiza un trabajo más que notable a la hora de enfrentar una secuencia de acción o una escena reflexiva. En Pandillas de Nueva York, DiCaprio demuestra con creces que es mucho más que un taquillero pero mediano actor con cara de niño bueno.



En la película de Scorsese todo esta hermosa y cuidadosamente realizado. Desde los decorados, las inmensas recreaciones de Nueva York y la música, hasta las interpretaciones, las secuencias de acción y las voces en off. Todo dentro de un conjunto armónicamente introducido en un filme que si bien no logra la perfección, se acerca bastante.





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