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El estilo «K» gana adeptos en Argentina y en la ONU

Néstor Kirchner goza del creciente apoyo de la población. Si bien no es posible discernir con claridad cuánto hay de real y de mediático, existen razones para creer que su estilo está calando hondo cuando medios influyentes -como los periódicos Página 12, Clarín, y Veintitrés- consignan que "todo lo que suceda a la Argentina, malo o bueno, pasa siempre por el papel que juegue el Partido Justicialista".


Los medios trasandinos han dado especial cobertura al liderazgo que está ejerciendo un mandatario que salió segundo en el ballotage, y cuya principal fortaleza la constituye la confianza que despierta entre la gente. Su popularidad también va en ascenso al interior del justicialismo, donde cuenta con el apoyo del más importante de los peronistas del momento: el ex presidente Eduardo Duhalde.



Además, el estilo "K", como se denomina la actitud que está desplegando el Presidente Kirchner, no estaría exento de contenido, como quedó en evidencia en el discurso, de solo 15 minutos, que pronunció la semana pasada en la Asamblea General de la ONU.



El justicialismo tiene "una vigencia mayor de la que tuvo en los tiempos de Menem. Kirchner ha buscado alianzas con otros sectores, cuestión que para el menemismo era muy difícil", sostiene el analista independiente Hernán Pereyra.



Sin embargo, para otros politólogos argentinos, la gradual desmenemización del partido comenzó con Duhalde y su equipo, quienes apoyan firmemente la actual gestión de Kirchner, quien, en el plano partidista, estaría continuando una suerte de refundación de los pilares sobre los que el peronismo basó su accionar por más de medio siglo, y que el gobierno de Carlos Menem minó peligrosamente.



El primero: la confianza de la gente, en el uso más amplio del término. El segundo, que las cosas funcionen para la mayoría de la población y no para que unos pocos se hagan ricos. El menemismo habría socavado estos pilares, con lo que puso en riesgo la existencia misma del Partido.



El vocero presidencial Miguel Núñez lo pone de otra manera en una entrevista concedida al semanario Veintitrés, cuya edición se agotó. En la nota, Núñez aclaró algunos puntos del misterio "Kirchner y el insólito caso de la gradual y consistente recuperación de Argentina", lo que, según el vocero, se debería a que "el Partido Justicialista no es suicida. Si quiere representar a las mayorías tiene que estar con Kirchner".



El Presidente Duhalde, en una entrevista aparecida el 24 de septiembre, en Página 12, confirma la reconstrucción del justicialismo, tras el "descalabro" de los últimos 20 años y la fuerte corrupción que se vivió bajo la década de Carlos Menem.



Pero hay quienes piensan que no toda la responsabilidad del descalabro se debe a la alta corrupción que caracterizó al gobierno de Menem, sino que también a las fallas en el manejo del modelo económico que el ex mandatario y sus ministros cometieron.



Como ha sostenido el sociólogo Eduardo Bustelo, Argentina arrastra problemas de desigualdades sociales por décadas, los que se agudizaron en la década del 90, como denunció en sus trabajos -ya clásicos- para la Unicef, sobre los nuevos pobres y la modernización excluyente que se dio entre 1994 y 1997. Trabajos que le valieron ser acusado por el gobierno de Menem, ante la sede del organismo en Nueva York, de ser "persona non grata" o que no contribuía a la comprensión cabal de la situación que vivía la nación trasandina.



Pese a estos esfuerzos del menemismo, informes recientes del Banco Mundial le dan la razón a Bustelo. Según el BM, el 17 por ciento de las familias argentinas padeció, al menos, una situación de hambre durante el año 2002.



En tanto, una encuesta del Instituto de Nutrición recogió que entre el 12 y el 20 por ciento de los niños sufría de desnutrición crónica, con carencias notorias en zinc, yodo y vitaminas. Otra encuesta, detectó que un 40 por ciento de las familias no tenían acceso a la canasta básica de alimentos.



De este modo, las estadísticas demuestran que las políticas sociales de Argentina, uno de los mayores productores agrícolas del mundo, se han venido sustentando sobre una base en extremo frágil. Por esto Kirchner, en su discurso ante la ONU, pronunció una frase que ha recorrido el mundo y que está más allá de una perorata demagógica o una diatriba contra el FMI: "los muertos no están en condiciones de pagar", advirtió.



"El estilo K"



Según Miguel Núñez, "el estilo K, no es un invento. No hay nada impostado, no es marketing, sino convicción". Prueba de ello sería la negociación directa que asumió el Presidente Néstor Kirchner y sus ministros en Dubai, respecto a la deuda externa, que provocó un pequeño sismo en los organismos de crédito mundial.



En este sentido, la propuesta gubernamental de recortar la deuda externa en un 75 por ciento es atrevida, pero realista. Es decir, por cada dólar que Argentina debe, se pagarán solo 25 centavos. Mensaje que no pasó inadvertido y que fue reproducido por los periódicos de todo el orbe.



Pese al mejor ánimo que se vive en Argentina, los ciudadanos continúan desconfiando de las instituciones y, sobre todo, del sistema judicial. Incluso una encuesta patrocinada por la Universidad Torcuato di Tella, un órgano que mira distante el ventarrón provocado por Kirchner, registró una baja en la popularidad del Presidente. Kirchner cayó de los 3,20 puntos que obtuvo en agosto, a 2,87 de septiembre, en una escala de 0 a 5. Descenso que, sin embrago, los expertos atribuyen a una "estabilización de las expectativas de la gente".



Con todo, la sensación que se palpa en Buenos Aires, metrópolis que marca el pulso del país, es de optimismo frente al futuro. En las cafeterías del barrio de Palermo, las meses están casi repletas a las 9 de la noche de un domingo. "Hace un año atrás, la gente se quedaba en sus casas", informa un sonriente garzón.



Kirchner versus Bush



Pese a su retórica disidente de la política internacional practicada por la Casa Blanca, Kirchner, por el momento, goza del apoyo de los EEUU y del FMI. Según Mariano Grondona, en un articulo publicado en La Nación, Kirchner ha logrado acercarse a Washington, pese a su discurso rupturista. "Su política no es tan distinta de la de Menem, solo que su lenguaje es diferente", sostiene Grondona.



En su alocución ante la ONU, Kirchner también criticó el unilateralismo en la intervención en Irak, llamando la atención sobre el tema de los DDHH en Irak al basar la resolución del conflicto en la fuerza militar. Kirchner fue el único jefe de Estado que hizo referencia a este tema.



Kirchner también fue directo en su mención de las violaciones sistemáticas que han marcado la historia de las relaciones del "Hermano Mayor del norte" con América Latina. Pese a esto, Bush no escatimó en elogios para los planteamientos de su colega sudamericano, lo que le permitió una entrada suave a la Asamblea General de la ONU. Aunque después mostró el garrote al escamotearle a las Naciones Unidas un rol central en la transición iraquí hacia un gobierno soberano.



Sin embargo, las "recomendaciones" que le dio Bush a Kirchner, más allá del efecto mediático, marca un hito que puede ser un punto de inflexión en el trato que la Casa Blanca suele dar a los mandatarios que muestran iniciativa, con independencia del tamaño de sus deudas externas o del PIB que alcanzan sus economías. Bush fijó una línea que, de mantenerse, puede significar un verdadero giro, por lo menos cuando Washington necesite encontrar aliados al sur del Río Grande.

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