Publicidad

La caída de los grandes nombres sembró amargura en muchos ignorados

Los partidos, a partir de ahora, deberán poner sus barbas en remojo, porque eso del gobierno con un sesgo »ciudadano» demostró ser algo más que una consigna. Los grandes perdedores de esta pasada son los »barones» del PPD, a excepción de Girardi, a los que se ignoró olímpicamente; el sector colorín de la DC y los socialistas que resienten el »avance de los liberales».


Si hay alguna característica central que deja como saldo la designación del primer gabinete de Michelle Bachelet, ésa es, sin duda, la de la estrepitosa caída de los grandes nombres que marcaron con su sello la transición a la democracia desde comienzos de los ’90 hasta la fecha.



Cualquier análisis a priori del gabinete indica que un partido en el que seguramente no se descorchó champaña, a partir del momento en que se hizo público el nuevo equipo de secretarios de Estado, fue el Partido por la Democracia, donde destacados miembros de la nomenklatura partidaria, cuyos nombres habían circulado profusamente en los aprontes, se quedaron fuera.



Partiendo por el propio presidente del PPD, el diputado Víctor Barrueto, quien renunció a postular a su reelección por su escaño como representante de Talcahuano, siendo un secreto a voces que su íntima aspiración era ser ministro del gobierno de Bachelet.



PPD: Los barones ignorados



Pero Barrueto no fue el único caído de esta pasada: otros ilustres ignorados por el poderoso dedo índice de la Presidenta fueron Sergio Bitar, que reforzó el comando en la segunda vuelta pero probablemente pecó de exceso de protagonismo al opacar la figura de la candidata en el segundo debate televisivo con un incidente bastante forzado; Jorge Schaulsohn, otra de las figuras consulares del universo pepedé, pese a sus intermitentes "privatizaciones"; Francisco Vidal, que de alguna forma se había puesto él mismo fuera del juego -dateado o no- al señalar que su nombre no debía ser incluido en la grilla de los "ministeriables"; y Heraldo Muñoz, actual embajador ante Naciones Unidas, cuyo nombre sonó para Cancillería y Defensa, indistintamente.



De la debacle del PPD sólo se salvó inerme Guido Girardi, que tal vez como premio por el hecho de haber sido uno de los primeros bacheletistas de su partido, cuando otros coqueteaban con la idea de apoyar a Soledad Alvear, vio que gente cercana a él como Vivianne Blanlot o Rommy Schmidt, la esposa del diputado Antonio Leal, uno de sus alfiles dentro de esa tienda, eran ungidos por la Mandataria electa como ministros de su próxima administración.



De los otros tres PPD que ingresaron al gabinete, sólo una, la empresaria Ingrid Antonijevic, ex dueña de Sal Lobos, pertenece al lote de Bitar-Vidal, es decir el área más "conservadora» del progresismo. Ricardo Lagos Weber tiene, en cambio, un perfil de líbero, y se mueve por su cuenta, pues sabe que -hasta ahora- su principal capital político es su apellido. En tanto, Eduardo Bitrán no figuraba en la lista de los postulados por la mesa directiva del PPD para ministros, y se cree que su nombramiento tiene que ver con su rol articulador en la cosecha de adhesiones financieras para la campaña y su condición de tecnócrata probado en Corfo y en Fundación Chile.



En la DC, a su vez, también se confirmó el aserto de que Michelle Bachelet se movió con completa libertad a la hora de decidir a quién se ungía como ministro y a quién no. Y que las famosas listas de los partidos sólo fueron un elemento de referencia al que consideró como beneficio de inventario.



DC: Alvearistas en alza, colorines en baja



Aquí, en general, se respetó a los nombres patriarcales de la Concertación. Por algo, Andrés Zaldívar, que fue ministro de Hacienda de Eduardo Frei Montalva, más cerca de los 20 años que de los 30, quedó encumbrado como jefe de gabinete, desde su condición de futuro ministro del Interior. A otro "prócer", como Alejandro Foxley, que fue encargado de la cartera de Hacienda durante el gobierno de Patricio Aylwin, y quien actualmente ejerce como senador por Santiago Oriente, se le reconoció aquello de que la antigüedad da grado y como tal llegó, sin figurar en los cálculos de nadie, a la conducción de la Cancillería.



Foxley, al igual que Andrés Zaldívar, no se mete mucho en las peleas internas de la DC y cultiva con orgullo cierta fama de transversalidad, aunque a la hora de los quiubos se alineó con Alvear en la junta nacional de la tienda de la flecha roja, de la que surgió como abanderada presidencial. Andrés, en cambio, apoyó a su hermano, pero después acató disciplinadamente la decisión mayoritaria sin poner palos en la rueda al guti-alvearismo triunfante.



Pero, tras cumplir con los históricos, en el resto de las nominaciones DC Bachelet volvió a dar un golpe de autoridad claro al optar por la alvearista Patricia Poblete, una mujer que hasta ahora sólo era conocida por ser la esposa de Jorge Navarrete, ex director ejecutivo de TVN, y madre de Jorge Navarrete hijo, actual subsecretario de la Segegob; el veterinario Álvaro Rojas (también de la misma tendencia interna) que viene de ocupar la rectoría de la Universidad de Talca; Sergio Espejo, ex superintendente de Electricidad y Combustibles (otro hombre del Gute y la Chol); y, para sorpresa de todos, sólo dos colorines: Laura Albornoz, una colorina químicamente pura que era jefa de gabinete de Jaime Mulet, y Martín Zilic, ex intendente de la VIII Región, que luego de un pasado freísta recaló en el zaldivarismo.



La conclusión, para los analistas de la DC, es más que obvia: ganaron los alvearistas ("nos dieron más de lo que pensábamos", confesó uno de sus dirigentes a El Mostrador.cl) y perdieron los colorines, aunque -recurriendo a la máxima de Hemingway de "la elegancia en el sufrimiento"- hasta la noche del lunes nadie daba muestras públicas de llorar por la herida.



Probablemente, el mayor dolor dentro de esa ala partidaria fue ver que Rafael Moreno, un fiel aliado del líder colorín, no sólo no era considerado para Interior, sino que ni siquiera se le daba el premio de consuelo de Agricultura, para el cual llegó a ser "terneado".



PS: Rara mezcla de desconcierto y asombro



En el partido de la Presidenta, como que nadie recobraba el aliento después de un final con mucho suspenso que dejó a muchos "notables" en el camino.



Entre las "bajas" importantes, pocos dudan en señalar a Ricardo Solari, el jefe comunicacional del comando en la primera ronda electoral (en la segunda vuelta, su rol fue bastante opacado por la figura de Pablo Halpern). Otro puntal del tercerismo, como Jaime Pérez de Arce, actual número uno de Enami, se quedó afuera de la repartición de ministerios, pese a haber sido mencionado con insistencia.



En la Nueva Izquierda se lamentaba profundamente que Luis Maira, actual embajador en Argentina, no hubiera sido considerado para el cargo de canciller, pese a los buenos cartabones con los que llegó a competir, entre los cuales se destacan su amplio conocimiento de la realidad del "vecindario" y de los entresijos de la política interna de Estados Unidos. Parecía un caballo ganador, sin competencia, y sin embargo se cayó, al igual que Mario Marcel en Hacienda, otro hombre de Camilo que debió resignar su opción en aras de los "equilibrios", pese a haber sido dado como una carta fija por el titular de portada de algún diario.



En el sector de los renovados, por su parte, las víctimas más notorias de los juegos hipotéticos de alguna prensa que filtraba nombres en forma irresponsable o con fines abiertamente manipuladores, se cuenta a Juan Gabriel Valdés, actual jefe de la misión de paz y estabilización en Haití de la ONU, y a José Antonio Viera Gallo, un connotado representante de lo que se ha dado en llamar el "Mapu Martínez" -el núcleo de poder central de la transición-, y quien a partir de marzo se quedará además sin sillón senatorial luego de haber sido derrotado por el "plebeyo" Alejandro Navarro, en la interna socialista.



Ante este cuadro, no pocos socialistas se quejaban por lo que llamaron la inacción o falta de voluntad y capacidad de la dirigencia del PS en términos de intentar influir en las decisiones de Bachelet. "¿Qué se puede esperar si el presidente del partido estaba en Grecia?", dijo uno de estos descontentos, que rumiaba su impotencia. Otros, más maquiavélicos, dijeron que el bajo perfil de los designados refuerza el rol de Escalona como principal interlocutor de la Presidenta electa en las filas partidarias, sin nadie que le pueda hacer sombra.



En voz baja, pero sin timidez, muchos socialistas hablaban del gran avance de los liberales y de Expansiva en el gabinete en desmedro de los suyos (Velasco, Bitrán, Blanlot). Se extrañaban por el control en paralelo de la DC sobre dos carteras tan gravitantes como Interior y Relaciones Exteriores. Y no dudaban en exponer el claro perfil pro-Washington y pro-market de Andrés Velasco, profesor en Harvard, y Alejandro Foxley, lo que en este último caso no le sería nada beneficioso a la hora de tratar con los cancilleres de Lula, Kirchner, Tabaré Vasquez o Evo Morales.



De los cuatro socialistas nombrados, Veloso es una antigua militante pero sin demasiada vida orgánica en el partido ni en su sector, el tercerismo; Barría tiene un excelente perfil técnico y es una amiga de toda la vida de Bachelet, de quien fue jefa de gabinete cuando fue ministra de Salud, pero para algunos representaría más al gremio médico que al PS mismo en el gabinete; mientras que el nombramiento de Clarisa Hardy es más un triunfo para Ominami, de quien es muy cercana, que para el sector de los renovados en su conjunto; y Osvaldo Andrade, hombre de confianza de Camilo, ve recompensada antes que nada su lealtad a toda prueba con su numen e inspirador dentro de ese tienda.



Reguero de heridos



En definitiva, como dijo otro veterano político, las designaciones de gabinete nunca contentan a todos y siempre dejan un reguero de heridos. Quedan, por cierto, los cargos de subsecretarios a llenar e incluso alguna embajada (¿Italia para Viera Gallo?) puede aparecer en el horizonte de los descartados, pero ello no parece un destino feliz o satisfactorio para quienes aspiraron a mucho más, como Regina Clark, otra joven »brillante» del escalonismo, a quien todos daban como ministra a todo evento.



Los radicales, a su turno, tampoco tenían mucho que festejar en sus primeros análisis. Siempre dijeron que querían dos o tres ministerios: volver a Justicia, como lo hicieron, con Isidro Solís, y Educación, si se cuadraba la ocasión. También querían ingresar al comité político, y hasta ahora se están quedando fuera, salvo que Bachelet decida que Justicia ingrese a él mismo, en una nueva configuración de espacios de poder.



En definitiva, como repitió más de algún analista, Bachelet golpeó la mesa, demostró que la que mandaba era ella. Y para ello estiró al máximo la cuerda del suspenso, evitando que las filtraciones a destiempo alteraran su diseño. Los partidos, a partir de ahora, deberán poner sus barbas en remojo, porque eso del gobierno con un sesgo "ciudadano" demostró ser algo más que una consigna electoral que se olvida a poco andar después del triunfo.
















Publicidad

Tendencias