Al año siguiente y tras declarar que el atentado fallido le había hecho pensar que «jamás iba a salir con vida» de la emboscada, Pinochet tuvo el privilegio de recibir en su visita oficial a Chile al Papa Juan Pablo II. El pontífice, luego de besar la losa del aeropuerto Arturo Merino Benítez fue recibido con honores en su arribo el 1° de abril.
La llegada por primera vez a nuestro país del máximo jerarca de la iglesia católica fue recibida con esperanza y devoción por el pueblo chileno que desbordó cada lugar al cual el Papa se dirigía. Pero sus recorridos no estuvieron exentos de conflictos, signo ineludible del malestar social que experimentaba Chile.
Las imágenes de su alocución realizada en el Parque O’Higgins en la capital, donde un sector menor de los asistentes comenzó un alboroto motivado por la presencia de efectivos policiales, incitó al público a entregar el único mensaje que agrupó el sentir nacional en una palabra: «Asesinos», criticando a una represión desbocada que no respetó ni siquiera a los curas.
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