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El Senado pone esperanza en el sombrío panorama económico de EE.UU.

Ahora, una vez que la iniciativa ha pasado el tamiz de la Cámara alta, será más fácil que los miembros de la Cámara de Representantes puedan dar el visto bueno al plan, sin que se le echen encima los contribuyentes.


El Senado de EE.UU. revivió este miércoles el moribundo plan de rescate de la Casa Blanca, para respiro del propio Gobierno, del Congreso y de los mercados, pero no de los ciudadanos, que aun desconocen si el paquete multimillonario les dará algo de aliento.



Después del descalabro del plan en la Cámara de Representantes el pasado lunes, el senado fue capaz hoy de aprobar el plan de rescate de la banca por importe de 700.000 millones de dólares, gracias a la incorporación de numerosas medidas dirigidas al ciudadano medio.



Ahora, una vez que el paquete ha pasado el tamiz de la cámara alta, será más fácil que los miembros de la Cámara de Representantes puedan dar el visto bueno al plan, sin que se le echen encima los contribuyentes.



Precisamente, la movilización ciudadana ha sido clave en el «serial» del rescate económico que ha vivido en la última semana Estados Unidos, especialmente en la cámara baja, donde sus 435 miembros se juegan el escaño el 4 de noviembre.



En las horas previas a la votación, el pasado lunes, los correos electrónicos y las llamadas telefónicas de votantes de sus distritos inundaron las oficinas de los congresistas, lo que llegó a afectar las comunicaciones y al acceso de Internet de la Cámara.



En Google, las búsquedas sobre el «voto de la Cámara» y «voto del rescate» se colocaron el lunes entre las seis primeras de Google, en un claro síntoma de la preocupación con la que los contribuyentes veían el plan de rescate de Wall Street.



Ni las medidas de control que se impusieron al plan ni las promesas de beneficios hacia los propietarios de casas sirvieron para convencer a los votantes, y los congresistas, con la vista puesta en el 4 de noviembre, votaron mayoritariamente en contra.



En la cámara alta la presión ha sido muy distinta, porque solo un tercio de los senadores se presenta a la reelección en noviembre y porque los legisladores han tenido la conciencia de que, solo incorporando un gran paquete de medidas para el pequeño empresario y para el ciudadano medio, la medida podía prosperar.



Las adiciones fueron de tal calibre, que el documento de 104 páginas que tenía sobre la mesa la cámara baja, pasó a ser de 451 páginas cuando lo votó el senado.



A este factor se añadió otro detalle, como es la extrema situación de crisis que se vive en el mercado de crédito en Estados Unidos. El miércoles, la Asociación de Concesionarios de Automóviles anunció que la concesión de créditos, necesaria para la venta de coches, estaba congelada.



Paul Taylor, un economista de la organización, pronosticó además que este año cerrarán entre 300 y 400 concesionarios, cuando en un año normal la industria suma entre 75 y 150 nuevos establecimientos, según dijo a la cadena CNN.



Para que la financiación bancaria vuelva a fluir en la economía estadounidense, es necesario un contundente paquete de intervención, explicó el líder de la mayoría en el senado, el demócrata Harry Reid, en un intento de convencer al público que la única opción era votar «si» al rescate.



Pero el gran interrogante que planea sobre esta situación es si funcionará el monumental desembolso que va a hacer el Gobierno estadounidense, es decir, si servirá para remediar los problemas congénitos que tiene la primera economía del mundo.



Estados Unidos ha vivido desde la era del presidente Ronald Reagan (1981-1989) una profunda era de desregulación, que ha alcanzado su máximo exponente con el Gobierno de George W. Bush.



Bajo su mandato, según afirma The New York Times en un editorial, el Gobierno ha eliminado leyes vitales, ha bloqueado regulaciones claves para el funcionamiento de los mercados, y ha evitado ejercer su autoridad en pro de la libertad del mercado.



Esta situación permitió el boom desmesurado de la industria inmobiliaria y las facilidades de crédito para personas sin solvencia, así como el crecimiento de prácticas poco ortodoxas en los mercados.



El derrumbe de este castillo de papel ha acabado por arrastrar a entidades financieras centenarias y ha dejado sin casas a millones de personas.



La intervención que pretende acometer el Gobierno de Bush revela un cambio de actitud, ante la certeza de que el mercado, por sí solo, no lo puede arreglar todo.



No obstante, no será la administración Bush, sino la de su sucesor, la encargada de poner las primeras piedras de la nueva regulación financiera en Estados Unidos.



EFE

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