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Arturo Barrios baila con la fea

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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El cuestionado ex subsecretario de Cultura partió como una de las figuras más potentes de su partido, pero su estrella se ha ido apagando. Una condena por injurias contra Augusto Pinochet lo relegó a la segunda línea en la administración pública, pese a que nunca le ha faltado trabajo en el aparato estatal. Ha estado en distintas facciones del Partido Socialista  y ahora  un informe de Contraloría a punto de conocer la luz, parece sepultar sus aspiraciones de llegar al Congreso.


En marzo del año pasado, Arturo Barrios llegó al Parque Bicentenario a ver el concierto de Ennio Morricone organizado por la corredora de bolsa Celfin. Los encargados de protocolo no lo reconocieron como Subsecretario de Cultura. Entre el personal que asignó las ubicaciones primó el prejuicio al ver en el funcionario público el estereotipo de un chileno C3: de piel oscura y con problemas de ortodoncia.

Pero contra las apariencias, Arturo Barrios Oteíza, colecciona corbatas, trota una hora diaria, no se despega de su Blackberry; es hijo de una abogada y fue educado en el Saint George, donde conoció al sacerdote Gerardo Whelan (quien inspiró al personaje de «Machuca») e incluso fue tutor de algunos niños de escasos recursos. Además, según cuenta un testigo de su época como estudiante en la Universidad de Chile, «era uno de los pocos que llegaba en auto a la escuela, aunque siempre se creyó una especie de sucesor de Salvador Allende».

El «cara de cigarro»

Barrios estudió Licenciatura en Historia. En la Universidad de Chile vivió una de sus épocas más fructíferas políticamente. Llegó a ser presidente de la Fech entre 1993 y 1994, época en que esa institución intentaba recobrar protagonismo luego del repliegue de las organizaciones sociales al iniciarse la democracia. Aunque entre sus métodos para conseguir el control de la federación haya habido, según quienes lo recuerdan, algunas maniobras poco convencionales. Poco antes de las elecciones Arturo Barrios empezó a circular por los patios con quemaduras de cigarro en la cara. «Dijo que  lo habían secuestrado y torturado. A todas luces le sirvió pero en el fondo nadie le creyó porque sabíamos que cuando la CNI te agarraba, era para sacarte la cresta. Además ya estábamos en democracia. Eso era lo más raro», cuenta uno de sus ex compañeros. Desde ahí lo acompañó el apodo de «cara de cigarro». Barrios da su versión de los hechos: «Me secuestró un grupo que se llamaba Alacrán, que operaba dentro de la Universidad como continuador del G-51(el mismo en el que alguna vez militó Rodrigo Danús). Estuve un día encerrado. Todavía tengo las marcas de las quemaduras de cigarro en el pecho y en la frente», explica.   

En esa  época reconoce que era  muy cercano a Marco Enríquez-Ominami, juntos  formaban el Movimiento Juvenil por Lagos. «Yo ayudé para que ingresara en la Fech y hoy, medio en broma, algunos me echan la culpa de ‘haberle dado vuelo a ese mosquito», dice.

Contemporáneo como estudiante, entre otras figuras, del ex subsecretario de Transportes, Danilo Núñez y del diputado Marcelo Díaz, ambos PS, Barrios logró convertirse en una promisoria figura política en el año que encabezó la Fech, tanto que su partido le dio un cupo para ser candidato a diputado por el distrito 30 (San Bernardo, Buin, Calera de Tango) pero sólo obtuvo el 6% de los votos. En adelante su carrera iría cuesta abajo. Entregó el mando de la Federación a Álvaro Elizalde (actual Superintendente de Seguridad Social) y los cuestionamientos a su gestión se materializaron en una exhaustiva revisión de cuentas. Barrios no duda al decir que «respecto de eso quedó todo claro, la prueba es que jamás se me acusó de nada formalmente», asegura.  

El 11 de Septiembre de 1994, durante la romería al Cementerio General para recordar a los muertos en el Golpe,  no se contuvo y señaló ante los micrófonos de la prensa que «Pinochet, Contreras y sus secuaces eran unos asesinos». Era la prehistoria de la transición chilena, Pinochet permanecía inamovible en la Comandancia en Jefe del Ejército y el entonces dirigente universitario pagó cara la osadía. Fue condenado a 541 días de pena remitida por difamación, al infringir la letra B del artículo 6º de la Ley de Seguridad Interior del Estado. Estuvo seis días en la cárcel y perdió toda posibilidad de ser candidato a un cargo público y de elección popular. «La condena lo marcó profundamente porque perdió sus derechos ciudadanos, no pudo ser candidato a nada y eso lo obligó a operar siempre desde las sombras», explica  un militante PS. 

Al entrar en la cárcel se encontró con Francisco Javier Cuadra, que había sido procesado al decir que algunos parlamentarios consumían drogas. Durante diez años Barrios no pudo votar sino hasta las elecciones en que Michelle Bachelet llegó a La Moneda.

Asesor interministerial

Desde 1994 a 1996 estuvo en España con una beca otorgada por el gobierno de la península, a instancias del embajador de Chile en Madrid Álvaro Briones. Hizo un magíster en Ciencias Políticas y durante esa estadía, en febrero de 1996, su media hermana Viviana Blanc murió  en el accidente del avión peruano Faucett que se estrelló contra un cerro. Desde ese momento Barrios volvió a la Iglesia Católica y confesó en una entrevista ser «súper afectivo y llorar por todo».

Por cierto no se refería a la política, donde ha sido un «duro», capaz de soportar los embates al interior de su partido, donde ha pasado por al menos dos de las facciones que dividen al PS  y ha hecho de todo, desde acompañar a Camilo Escalona cuando el presidente del partido estaba relegado al «bunker» de La Moneda en la administración Lagos, hasta de Secretario General de la colectividad durante la presidencia de Gonzalo Martner, donde llegó a ocupar el cargo de «presidente interino» durante algunos meses de 2004. «Con Camilo trabajamos juntos en La Moneda y fuimos grandes amigos», cuenta.

En 2005 cuando la mesa encabezada por Martner entra en crisis,  según cuentan fuentes del partido, Camilo Escalona y Ricardo Núñez condicionaron «un acuerdo de gobernabilidad a que saliera el Negro». Es que Barrios, como otros, cayó en desgracia cuando empezó a criticar a Escalona.  Hoy es cercano a Isabel Allende y Jaime Gazmuri, los nombres emblemáticos de la disidencia al timonel y factotum de Michelle Bachelet. El candidato reconoce que «en ese tiempo Camilo demostró tener mucho ahínco conmigo, pero el proceso que vivió el partido va mucho más allá de mi salida».

Un militante de su generación lo define como «un péndulo. Ha estado con casi todos. A diferencia de su padre (Arturo Barrios Arriagada) que siempre ha estado en el ala más a la izquierda del socialismo».

Al diseñar el aparato de la administración pública tampoco ha quedado fuera. Trabajó como asesor de «asuntos juveniles y sociales» en Mideplan, en el Ministerio  Secretaría General de la Presidencia  y en el Ministerio de Educación, junto a Yasna Provoste, donde reconoce haber durado sólo unos meses

Imagen a la baja

Como Subsecretario de Cultura, Barrios estaba conciente de las irregularidades por las que hoy lo cuestiona la Contraloría y sus cercanos afirman que se contactó con amigos abogados, pero su afán por llegar al Congreso lo hizo concentrar sus energías en la campaña, donde las rencillas con Escalona han quedado atrás.  Al menos para el público que los vio hacer puerta a puerta en el distrito por el que postula, el mismo que dejó Marco Enríquez-Ominami, con quién no tiene una buena relación. «Hubo un quiebre con Marco cuando yo no apoyé a Carlos Ominami como candidato a la mesa», explica Barrios.

Conciente de que su antigua pena aflictiva ya no le impedía ser candidato, Barrios puso sus fichas en varias comunas: Puente Alto, Pudahuel y Vallenar. Pero finalmente se quedó en el distrito 10, una mala jugada según afirman en el PS. «Fue como que le vendieron el cerro Santa Lucía, lo inmolaron, porque Ominami y MEO tienen toda la maquinaria montada para hacer ganar a su candidato, Esteban Maturana». Si Barrios alguna vez tuvo poder, ya no se nota mucho. Cuando abandonó su puesto en Cultura propuso a su amigo Andrés Santander, funcionario de la Segpres. Pero el elegido fue el actual Subsecretario, Eduardo Muñoz. Tantos años en la política le han dejado  incluso amigos en las antípodas ideológicas, como los diputados UDI Marcelo Forni e Iván Moreira, a quién reconoce llamar para saludar todos los Año Nuevo.

Aunque Barrios explicó en una declaración pública que 61 de las 64 observaciones que le hizo la Contraloría fueron retiradas, su imagen quedó salpicada. Su compañero de lista, el senador Nelson Ávila, estaría pensando en pedir que lo cambien por un radical, a pesar del apoyo público del PS y de que tendría que deshacerse de los 50 mil diarios que mandó a hacer con su foto junto a la de Barrios. Pero este desmiente el rumor: «Todo lo contrario, Nelson me ha dado su apoyo, lo único que espero es que esta campaña no se vuelva sucia, a pesar de que el daño ya está hecho, voy a ganar y me gustaría que la política deje de ser un conventillo». Cuestionado por la Contraloría, Barrios reconoce que es disperso «trabajólico, y un poco impulsivo, pero jamás ladrón».

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