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Diputados italianos

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Quizá la fuerza de Marco se basa en su decisión de dar la pelea a mentalidades así, al chilenismo reduccionista y plano del diputado Tarud y sus colegas. En hacer de Chile un país de personas libres, no de clones.


Un grupo de diputados utilizó su calidad de representantes soberanos para enviar a la Presidenta de la República un oficio a fin de «que realice gestiones ante el gobierno de Italia para que se le conceda la nacionalidad italiana al diputado Marco Enríquez-Ominami, según su deseo manifestado en entrevista de circulación nacional». Los diputados Jorge Tarud, Marcelo Schilling, Fernando Meza, Manuel Rojas, René Manuel García y Laura Soto firman la solicitud.

El chiste de Tarud y sus colegas sirve para ridiculizar públicamente unas opiniones de Marco Enríquez-Ominami. Declaró él hace seis años «de todos mis dolores, el que más me jode es no haber resuelto el tema de mi doble nacionalidad. Mi drama es esta tensión entre Chile y Francia. París debe ser de las ciudades más lindas del mundo y Santiago de las más feas..» Y agrega: «Chile es un lumbago’, porque es como un sufrimiento permanente. Para mí, ser chileno es una tragedia. Si naciera de nuevo, no me gustaría serlo. Hubiera preferido ser italiano».

¿Hubiera preferido? Bueno, si le gusta tanto, que se largue a Italia, han concluído nuestros inteligentes y receptivos diputados.

Marco no conoció Chile de niño. Su padre fue muerto a balazos y su familia materna debió partir al exilio. Su drama es el de miles de otros chilenos. Y lo expresa en su entrevista de manera transparente, sin complejos ni silencios hipócritas, como hacemos tan a menudo los chilenos, pisoteando lo que somos, lo que sentimos de verdad. Su tragedia es quizá el motor de su existencia.

Pero Tarud y sus colegas, insensibles al dolor, prefieren que haya una sola clase de chilenos: la que ellos tienen en la cabeza. Es probable que Tarud jamás haya sentido tensionada su existencia por el hecho de pertenecer a la comunidad palestina, o que Schilling, de ascendencia alemana, tenga una manera bunkerizadamente chilena de ser chileno. Da igual. Son diputados para los cuales vivir o sentir o decir las cosas de otro modo significa que hay que enviar al infractor fuera de Chile. Su ironía esconde una amenaza, la del exilio.

Marco y muchos otros miles de chilenos y chilenas vivieron ya el exilio. Estos diputados patrioteros reviven la teoría pinochetista de que el que no es igual a los demás debe ser expulsado. Y utilizan su poder para censurar la expresión libre de las personas, en este caso de un colega. Si él sentía eso en 2003 y lo dijo ¿cuál es la falta? ¿Es acaso poco patriótico tener conflictos con la propia patria cuando se ha vivido lo que él vivió? ¿Está mal confesar las propias dificultades?

Quizá la fuerza de Marco se basa en su decisión de dar la pelea a mentalidades así, al  chilenismo reduccionista y plano del diputado Tarud y sus colegas. En hacer de Chile un país de personas libres, no de clones.

Los diputados están en el Parlamento para garantizar la diversidad y la libertad de opinión. No para amenazarlas.

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