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El riesgo de la popularidad

Cristián Cabalín
Por : Cristián Cabalín Académico del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) de la Universidad de Chile.
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La Presidenta podrá buscar la reelección en el 2014 sólo si logra mantener a raya a quienes se matan por agasajarla a cada momento y a quienes la entrevistan sin hacerle pregunta incomoda alguna. Popularidad no es lo mismo que credibilidad. Pero ambas se van fácilmente.


Michelle Bachelet tiene el cariño de la gente y, según todos las encuestas, posee también un alto respaldo ciudadano. Las personas aprueban su gestión, la admiran y ya nadie duda de sus capacidades para estar al mando del país. Esa especie de obnubilación que genera la Presidenta también ha impactado a los medios de comunicación, que cada vez la tratan con más cuidado y ya casi no la critican.

La cobertura sobre su visita a la ONU y a los seminarios paralelos en Nueva York ha dado prueba de un estilo periodístico que a veces roza la obsecuencia. Las crónicas dieron cuenta de los efusivos aplausos, de los comentarios de Bill Clinton y de las felicitaciones por la red de protección social que se ha implementado en Chile, como si efectivamente en nuestro país se protegiera a todos los que se dice proteger. Sin preguntas, sin cuestionamientos, todo se asume como verdadero, aunque sabemos que eso no siempre es real.

La Presidenta está gozando de una especie de «inmunidad periodística», tal como la que disfrutó el ex Presidente Ricardo Lagos el último año de su mandato. Pese a que durante la primera etapa de su administración, Lagos sufrió los embates del caso Mop-Gate, terminó su período con un alto grado de popularidad, se reconcilió con los medios que lo habían escudriñado con fiereza e incluso el empresariado le declaró su amor, como lo dijo el entonces presidente de la CPC, Hernán Somerville.

Con esa aura de superioridad moral y política, Lagos se transformó en el «Capitán Planeta», pero sus poderes poco pudieron hacer frente al fracaso del Transantiago y su popularidad se fue diluyendo hasta ser excluido de una futura campaña por la reelección, porque él mismo advirtió que ya no tenía todo el respaldo al interior de la Concertación ni tampoco de los ciudadanos. En pocos meses, dilapidó todo el capital acumulado en el último año de su mandato.

Algunos analistas dijeron que fue por su soberbia y por su incapacidad para asumir los errores de su administración. Si esas explicaciones son correctas, la Presidenta Bachelet debería también tomarlas en cuenta y no dejarse rodear solamente por incondicionales, que la felicitan a cada rato sin advertirle que el Chile que la inversión publicitaria estatal ha dibujado, no es tan así.

Muchos chilenos siguen estando excluidos y más allá de los bonos, las salas cunas o la pensión básica, los más vulnerables perciben que su vida aún no cambia para mejor, sobre todo cuando nuestro país sigue siendo la segunda nación más desigual de América Latina, después de Brasil. En nada se ha acortado esa brecha, pero ya nadie se acuerda de este tema. Hoy la desigualdad en la distribución de los ingresos no es parte de la agenda pública ni de las discusiones de los candidatos presidenciales.

En una excepción. Solo este medio abordó un tema incómodo de la gira: el auspicio de Barrick Gold a una cena a la que iría la Presidenta. Era una muy mala decisión acudir a un evento patrocinado por una de las mineras más cuestionadas a nivel mundial. Pero nadie le dijo eso a la Presidenta hasta que este diario electrónico se atrevió a advertirlo.

La Presidenta podrá buscar la reelección en el 2014 solo si logra mantener a raya a quienes se matan por agasajarla a cada momento y a quienes la entrevistan sin hacerle pregunta incomoda alguna. Popularidad no es lo mismo que credibilidad. Pero ambas se van fácilmente.

*Cristián Cabalin es académico del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) de la Universidad de Chile.

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