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Piñera silencia a los díscolos de la derecha

Claudia Rivas Arenas
Por : Claudia Rivas Arenas Periodista de El Mostrador @crivasa
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Si con el anuncio el gobierno terminó con la incertidumbre que estaba inmovilizando al equipo ministerial, eso no significa que la tranquilidad vuelva del todo a la derecha. Porque el cargo que quedó pendiente, el cupo de Transportes, tiene con pintura de guerra a los máximos dirigentes de RN y la UDI que aún no logran consensuar una carta que deje a ambos partidos conformes.


Luego de meses de presiones de su propio sector y de tener que lidiar con el desorden que algunas de las figuras más destacadas del oficialismo generaban desde el Congreso, el Presidente Sebastián Piñera cortó por lo sano. En un proceso fuera de toda formalidad, y alejado del ritual clásico del poder, decidió concretar el esperado ajuste ministerial, que se venía pidiendo a gritos desde hace tiempo.

El ingreso de políticos emblemáticos como Evelyn Matthei (UDI) y Andrés Allamand (RN) al gabinete terminó por decretar el fracaso del diseño tecnócrata original, duramente criticado entre sus filas. Pero también contribuye a anular la influencia que estos legisladores estaban ejerciendo en el Parlamento, con la promoción de proyectos que incomodaban al Ejecutivo y alteraban el correcto funcionamiento de la coalición gobernante.

Con este cambio, el mandatario intentó matar dos pájaros de un solo tiro. Pero la forma deja de manifiesto lo desprolija de la decisión y su debilidad para imponerle nombres a los partidos. El hecho que se dejara pendiente el reemplazo de Felipe Morandé, en Transportes, tuvo más que ver con que no logró cuadrar a los máximos dirigentes de RN y la UDI tras su propuesta de última hora, que con no tener un aspirante para el cargo. Tanto es así, que hasta minutos antes del anuncio efectuado por la vocera Ena von Baer, el jefe de Estado negociaba telefónicamente con los timoneles oficialistas, sin lograr que éstos aceptaran su proposición para uno de los ministerios más críticos.

Crónica de los caídos

Por otra parte, lo más sorprendente de este, su primer cambio de gabinete tras 10 meses de gestión, no fueron los reemplazados, sino los reemplazantes. Para nadie era un secreto que Camila Merino era la primera candidata a dejar el gabinete, pues según reconocen en la propia Alianza, no logró dar el ancho en Trabajo, donde demostró “total carencia de manejo político y conocimientos técnicos” en el ámbito que le fue asignado, admite un parlamentario oficialista. Y por eso permanentemente se apoyó en otros ministros y asesores para resolver materias que le eran propias.

Al ex titular de Energía, Ricardo Raineri, no sólo lo afectó su baja notoriedad pública, sino que la seguidilla de errores comunicacionales en los que incurrió al estallar el conflicto de Magallanes y que terminaron por ponerle la lápida a su gestión, debiendo asumir el costo político de una crisis sin precedentes en los últimos años. Para enmendar el rumbo en esta área, Piñera optó por volver a la antigua fórmula del biministerio de Energía y Minería, entregándole al más popular de sus ministros la tarea de corregir lo hecho. Laurence Golborne será, entonces, el responsable de sacar la cara y poner, por fin, su capital político a disposición del gobierno en el conflicto magallánico que no parece tener pronta solución.

[cita]Lejos de desaparecer, el cuoteo político surgió en su máxima expresión en este primer cambio de gabinete. Y aunque para la derecha es difícil asumir algo que tanto criticaron a la Concertación, lo cierto es que ninguno de los partidos de la Alianza está dispuesto a ceder a sus socios la hegemonía del equipo ministerial.[/cita]

La determinación del mandatario no deja a todos contentos. Mientras quienes abogaban por una mayor presencia de Golborne en la crisis del gas están satisfechos con la decisión, los que preferían que el ministro protegiera su capital político, particularmente desde la UDI, ven con preocupación que ahora deba hacerse cargo de un problema que podría revertir su permanente ascenso en las encuestas, poniendo así en riesgo la posibilidad de convertirse en un casi seguro presidenciable.

Por su parte, el ex ministro de Transportes firmó su salida hace sólo unos días. En Palacio comentan que cuando se debía anunciar el alza de pasajes del Transantiago, el jefe de Estado pidió que el titular de la cartera concurriera a su oficina para diseñar la estrategia con que se enfrentaría el tema. Pero eso no fue posible, porque Felipe Morandé se encontraba en un seminario fuera del país, lo que habría molestado sobre manera al mandatario.

Sobre el caso de Jaime Ravinet, en Defensa, sobran comentarios, pues con el paso de las horas ha efectuado duras recriminaciones a La Moneda por su salida y dejó de manifiesto otro fracaso: el del gobierno transversal.

¿No más agendas propias?

Por otro lado, dos de los reemplazantes, a diferencia de la mayoría de sus predecesores, tienen una larga trayectoria política que ha corrido en paralelo. Si bien con su presencia en el gabinete, los senadores Andrés Allamand (RN) y Evelyn Matthei (UDI), antiguos compañeros de partido e integrantes de lo que se conoció como la “patrulla juvenil” –junto al senador Alberto Espina y el propio Sebastián Piñera-, están satisfaciendo la demanda de su sector por más políticos en el equipo ministerial, también deberán pagar el costo de tener que supeditar la libertad de su accionar político al del equipo de gobierno.

Con sus nombramientos, Piñera bloquea a los principales promotores de iniciativas tan polémicas, al interior de la Alianza, como son el acuerdo de Vida en Común y el aborto terapéutico. Proyectos impulsados por ambos senadores, respectivamente. Con lo que debilita la defensa de los mismos en el Congreso, ya que no sería bien visto que Allamand y Matthei los siguieran impulsando desde sus posiciones de Estado. Así, el Presidente  termina por cerrar un capítulo que generaba permanentes roces en la coalición y que evidenciaba la ineficacia del Ejecutivo para controlar a los líderes parlamentarios que insistían en levantar sus propias agendas, en algunos casos reñidas con la línea gubernamental.

Pero solucionado un problema aparece otro. Porque al haber dejado pendiente el nombramiento del ministro de Transportes, también queda de manifiesto la imposibilidad del mandatario de imponer a los partidos su criterio. Ello, porque la UDI y RN siguen tratando de quedarse con el cupo liberado por Morandé. Lejos de desaparecer, el cuoteo político surgió en su máxima expresión en este primer cambio de gabinete. Y aunque para la derecha es difícil asumir algo que tanto criticaron a la Concertación, lo cierto es que ninguno de los partidos de la Alianza está dispuesto a ceder a sus socios la hegemonía del equipo ministerial. La UDI, porque como dicen sus representantes es el partido más grande del conglomerado, y RN porque se atribuye la superioridad de ser elpartido del Presidente.

Y es ahí donde comienzan a resonar los nombres de los que se dice en la Alianza fueron los más grandes damnificados: los senadores Pablo Longueira (UDI) y Alberto Espina (RN). Ambos manifestaron en más de una oportunidad su deseo de integrar el gabinete, y no son pocos los que especulan en la derecha que uno de ellos podría ser quien llenara la vacante en Transportes. Las mayores probabilidades, dicen en el gremialismo, las tendría el senador por Santiago Oriente, ya que Espina -el cuarto integrante la «patrulla juvenil»- está más ligado a los temas de seguridad.

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