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El ají que no alcanza a irritar Revista progobierno viene a reírse de la contingencia

El ají que no alcanza a irritar

Felipe Saleh
Por : Felipe Saleh Periodista El Mostrador
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Al parecer, un período de alta efervescencia política es el momento adecuado para que salgan nuevos medios. Un grupo de ex funcionarios de gobierno se atrevió con un semanario que hace recordar el impulso que The Clinic aprovechó en su momento. Pero quedan dudas si el tono inofensivo y los chistes anacrónicos, alcanzarán para que alguien se moleste de verdad.


En 1998 empezó a circular The Clinic. La revista, en realidad algo así como dos cuartillas en blanco y negro que eran regaladas, llegó en un momento de inflexión para la sociedad chilena. Augusto Pinochet estaba detenido en Londres. El dictador tenía mucho poder, tanto como para que sus adversarios en la Concertación se esforzaran en traerlo de vuelta.

En ese momento, fue toda una transgresión que el primer número llevara en la tapa una foto celebrando al juez Baltazar Garzón; cuando gente tan importante como Sebastián Piñera le mandaba a decir al magistrado que “hace 180 años nuestro país conquistó su independencia”.

Hoy The Clinic es la revista más leída de Chile, y como nadie puede ser irreverente por siempre, después de 15 años el semanario tiene su lugar en el establishment, como el adolescente que se niega a crecer.

Chiste repetido

El miércoles apareció la revista “Ají Verde: Que no le pique”. En medio de otro punto de inflexión para Chile: la derecha volvió a ganar, no el poder, que ya lo tiene en buena dosis, sino una elección presidencial después de más de 50 años.

La revista tiene 24 páginas, fotos a color y tapas de papel couché. Pero le falta mucho para irritar a la elite, al punto de que a su director lo agarren a combos dos lavinistas en un matrimonio, como le ocurrió a Patricio Fernández a principios del año 2000.

El elegido para la tapa inaugural es Guido Girardi. Contingente, pero nada transgresor. A estas alturas pegarle a Girardi es como pegarle a Pinochet. Hace rato que la opinión pública lo usa, para ilustrar con su imagen, las prácticas poco transparentes de la clase política. Andrés Velasco lo único que hizo fue tomar el estandarte y subirse al púlpito.

Juan José Lyon el editor dice que “en un principio empezamos suave, porque es el primer número, pero la idea es reírse de todos, por ejemplo de Bachelet. ¿Quién se ríe de Bachelet?”.

El chiste con Girardi es tan evidente, desinformado, o irreflexivo, que en el artículo se destaca que su presidencia en el Senado fue “la peor (…) a diferencia de Escalona que ha demostrado espíritu de diálogo y sentido republicano”.

Cualquiera que esté interesado seriamente en los manejos de la política, como se supone lo está el equipo de esta revista, y que además quiera ser irreverente, debería saber que Camilo Escalona es mucho menos rústico que Girardi, pero que sus métodos tampoco le gustarían a un boy scout de la pastoral ignaciana

La muñeca rusa

Pero se entiende. En la editorial, escrita por el director Santiago Ried (hasta abril asesor del subsecretario Claudio Alvarado en la Segpres), plantean que si la revista fuera una persona, sería “un perno, medio ñoño, de harta lectura en Internet”.

Sin duda, ese arquetipo descrito no es de un “nativo digital”, más bien se trata de una persona que fue joven en los años de la Guerra Fría. De otra manera no calza la nota anunciando que Camila Vallejo, vestida como la robot de la serie “La Pequeña Maravilla”, sufrió un desperfecto y “será enviada a mantención a Rusia”. Donde Rusia, claro, es una foto de industrias viejas y abandonadas. Un ñoño bien informado sabe que la gran potencia tecnológica comunista es China, o por último Venezuela.

[cita]La revista tiene mucho de la facción más conservadora de la derecha. Como cuando dice en una viñeta a color que el sueldo mínimo lo pagan las pymes, o el chiste con el Sernac donde el director de ese servicio Juan Antonio Peribonio, se “autodemanda”. Según la broma el director declara que “debemos evitar que se repitan nuestras últimas estupideces”, aludiendo a la idea que llevó adelante el Sernac, para no cobrar el estacionamiento en los centros comerciales.[/cita]

Pero bueno. Este chiste anacrónico nos hace recordar al rey de las cuñas revisitando el socialismo marxista: Carlos Larraín. Antes que saliera la revista se escuchó el rumor de que el senador designado era uno de los mecenas de la iniciativa.

Cosa que el editor Juan José Lyon descarta con elocuencia “No, Carlos Larraín guácala. Un par de personas nos ayudaron a partir. Y desde ahora nos financiamos con avisos y suscriptores, ya tenemos 100”, afirma.

Alejandro Cajas enfatiza que la plata “viene de nuestros ahorros, y de un crédito bastante salado”. Cajas es ingeniero comercial y trabajó en el gobierno. Primero en la Subsecretaría de Previsión Social y hasta septiembre de 2011 como asesor en la Presidencia de la República.

El libro “Mala Educa$ión. Historia de la revolución escolar”, escrito por Elizabeth Simonsen (Debate), cuenta que Cajas participó como asesor del gobierno intentando desactivar el conflicto a nivel de estudiantes secundarios. Rol que es refrendado por Alfredo Vielma, ex vocero de la Asamblea de Estudiantes Secundarios: “Cuando estuvimos haciendo las fuerzas para entrar a la mesa de diálogo tuvimos que hablar con él. Era un operador y no podría decir que era alguien de rango muy bajo, sino que importante. Él cortaba y con él negociamos también los cupos para la mesa de diálogo. Una vez, cuando subimos a una persona más a la mesa, incluso nos retó”, recuerda Vielma.

Cajas dice que participó “porque el ministro Bulnes me pidió que lo ayudara y fue una experiencia de la que aprendí mucho. Antes había estado al otro lado de la mesa, como vicepresidente de la Feuc, conversando con la ministra Provoste”.

El toque conservador

De cualquier manera, la revista tiene mucho de la facción más conservadora de la derecha. Como cuando dice en una viñeta a color que el sueldo mínimo lo pagan las pymes, o el chiste con el Sernac donde el director de ese servicio Juan Antonio Peribonio, se “autodemanda”. Según la broma el director declara que “debemos evitar que se repitan nuestras últimas estupideces”, aludiendo a la idea que llevó adelante el Sernac, para no cobrar el estacionamiento en los centros comerciales.

Otro chiste que denota la afinidad hacia el grupo más conservador del gobierno es una nota relativa al testamento de Pinochet, según la cual dejó “chaquetas reversibles para la UDI, algunos beneficiados fueron los ministros Lavín y Chadwick”.

O bueno, tan conservadores no son, en las notas se refieren a Pinochet como “dictador”.

Pero todavía les falta salir del clóset. Si en su sección de emprendedores, “con la que queremos desatanizar la palabra lucro”, dice Alejandro Cajas aparece un reparador de flippers, un sopaipillero o un vendedor de paraguas, como ejemplos de superación, ellos mismos se boicotean al decir que las convicciones de su público son “fomes” y “aburridas”.

Cierto, como defiende el gerente “venimos a poner algunas cosas en su lugar, creemos que la realidad no es la que muestra a Chile como un país que se está derrumbando”. Aunque todavía “la venganza de los pernos” como bautizaron su cruzada, es demasiado tímida.

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