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“El 2011 fue el año más importante de mi vida, fue el momento en que desperté” Moisés Paredes, vocero de la Cones, se confiesa:

“El 2011 fue el año más importante de mi vida, fue el momento en que desperté”

Fue sólo una toma. Eso bastó para que el alumno tranquilo y de buenas notas que cantaba como tenor en el Teatro Municipal se volcara hacia los planteamientos del movimiento estudiantil y terminara a la cabeza de una de las organizaciones de secundarios más importantes. Paredes cuenta cómo fue pasar de crecer en una familia donde la política estaba prohibida en las conversaciones de sobremesa a convertirse en el dirigente que The Guardian describió como “la voz de los estudiantes chilenos”.


Con Moisés Paredes acordamos juntarnos a las 10:00. Pero hoy (martes 2 de Julio) es día de votaciones en el Liceo Arturo Alessandri Palma para decidir si extenderán la toma —que comenzó a comienzos de junio— durante las vacaciones de invierno. Eso significa que para el presidente del centro de alumnos, y además vocero de la Coordinadora Nacional de Estudiantes Secundarios (Cones), hay mucho por hacer. Son las 10:40 y por fin aparece. No lleva puesta su clásica chaqueta negra formal con la que siempre aparece vestido en las entrevistas televisadas o a la cabeza de las marchas estudiantiles. Esa que parece de ejecutivo top, pero que en realidad es la de un escolar de 18 años que cursa cuarto medio. Hoy Moisés tiene puestos unos jeans, un polerón negro y una bufanda tejida de colores, y su habitual cabellera esponjada que de seguro le ha valido más de algún “¡ándate a estudiar, chascón!”.

Entramos a una cafetería en la esquina de Santa Isabel con Arquitecto Reyes Prieto, a pocos metros del liceo, porque Moisés necesita mantenerse al tanto de lo que allí esté ocurriendo. Se le ve cansado, bajo los ojos le cuelgan dos grandes ojeras azuladas. Con el entusiasmo de un niño, pide una torta de naranja y un café con leche. Parece menor de lo que es en realidad. Al menos, hasta que abre la boca y empieza a soltar una manga de conceptos teóricos sobre los sistemas de gobierno, la democracia, los derechos del pueblo y, por supuesto, la educación. “En mi familia nunca se hablaban esos temas. Política en general, no se tocaba”, explica, sobre todo para evitar peleas. Y quienes sí lo hacían, como su abuela, defendían con dientes y garras el legado de Augusto Pinochet. A eso Moisés no sabía mucho qué responder. “Decía ‘tienen razón’, por qué ellos son grandes y yo soy chico”, rememora.

Para el 2011, cuando comienzan a escucharse las primeras consignas de los estudiantes en las calles con Camila Vallejo y Giorgio Jackson a la cabeza del movimiento estudiantil, Moisés tenía 16 años y comenzaba, poco a poco, a experimentar los primeros remezones de un hito social que le cambió la vida. Previo a eso, todo se había desarrollado con relativa calma. Había terminado octavo en un colegio de básica en Quinta Normal como un adolescente tranquilo, con buenas notas y que amaba el canto. Moisés era tenor lírico, a menudo se presentaba en el Teatro Municipal y soñaba con algún día entrar a un conservatorio y dedicar su vida a la música. “Los intereses eran distintos. En primero medio yo no pensaba que la educación era un punto de trascendencia social. No, yo me vine al Liceo Arturo Alessandri porque una profesora me dijo que era un colegio bueno, que me iba a servir”, asegura.

[cita]“En mi familia nunca se hablaban esos temas. Política en general, no se tocaba”, explica, sobre todo para evitar peleas. Y quienes sí lo hacían, como su abuela, defendían con dientes y garras el legado de Augusto Pinochet. A eso Moisés no sabía mucho qué responder. “Decía ‘tienen razón’, por qué ellos son grandes y yo soy chico”, rememora. [/cita]

Esto, hasta que Moisés vivió su primera toma. Todo partió como un gesto de respaldo a los demás colegios de Providencia que estaban siendo ocupados en respuesta a los llamados a movilizarse de los dirigentes universitarios. “No sabíamos por qué se levantaban, por qué marchaban, pero yo decía ‘oye, tenemos que estar ahí, todos los demás lo están haciendo, algo debe pasar’, sin saber lo que iba a significar ese hecho”, cuenta hoy. Corría agosto de 2011. Fueron más de 100 alumnos los que llevaron a cabo una verdadera operación comando para tomarse el colegio, práctica que entonces era mucho menos común que por estos días. “Nos juntamos en la madrugada y llegaron 120 o 130 personas, demasiados para tomarte un colegio. Nos fuimos al Liceo Carmela Carvajal porque allá estaban en toma. Estuvimos toda la noche planificando y asignando quiénes iban a entrar primero, quiénes iban después. Entramos todos por un portón ubicado en calle Víctor Henrich. Yo estaba en el tercer grupo con los que iban a poner las sillas en las rejas del recinto”, recuerda hoy con cierta nostalgia.

“El 2011 es el año más importante de mi vida. Fue el momento en que desperté, comencé a pensar por mí mismo, tuve una opinión, verdaderamente generé mis propios planteamientos frente a lo que estaba pasando en el país. Es increíble cómo después de esa movilización todavía estoy acá porque me hizo un llamado”, explica. En su casa no pasó desapercibido este giro radical que dio la vida de Moisés. La noche en que los alumnos se iban a tomar el liceo, fue a la pieza de su mamá y le contó lo que iban a hacer. Y aunque no lo felicitaron, sus padres le dijeron que lo entendían y que se cuidara. Él cree que fue en ese momento en el que se dieron cuenta de que su hijo estaba creciendo. Y sus ganas de aprender ya no iban a dar pie atrás.

Ese año a Moisés lo escogieron como vocero de su colegio. Y es que la toma del establecimiento, junto con las de otros en Providencia, comenzó a llamar la atención de la prensa. En el caso del Liceo Arturo Alessandri las movilizaciones se extendieron durante cuatro meses. Como resultado de ello y por órdenes de los sostenedores del recinto —en conjunto con el entonces alcalde de la comuna, Cristián Labbé—, a 16 alumnos, incluido Paredes, se les canceló la matrícula escolar. Sin embargo, en abril de 2012 la Corte de Apelaciones acogió un recurso de protección en pos de los menores y calificó de “discriminatorio” el actuar de la autoridad educacional al haberse constituido “en un verdadero órgano jurisdiccional”. Un mes después de eso la Corte Suprema ordenó la reintegración de los afectados, situación que se repitió también con alumnas del Liceo Carmela Carvajal de Prat y otros.

Tener 18 y salir en televisión

Moisés está dándole un sorbo a su taza de café cuando un hombre vestido con chaqueta y jockey fluorescentes, y que carga un pesado balón de gas entre sus brazos, se detiene frente a nosotros para saludarlo. El sujeto despliega una sonrisa, los ojos le brillan, levanta las manos en el aire, y luego exclama: “¡Échele carbón a la ministra, pues!”. Moisés se ríe, los que alcanzan a escuchar al hombre de jockey hacen lo mismo. “Ahí tienes una opinión sobre la ministra, si es que la quieres poner”, me dice el dirigente.

Moisés cuenta que en la calle lo reconocen bastante y que eso aún lo sorprende. “A mí no me importa si me conocen o no, lo que me importa es que ese mensaje que yo estoy entregando como portador de una organización está llegando a la ciudadanía y tiene una repercusión mayoritariamente positiva porque la gente que me ve en la calle me dice ‘sigue adelante’, ‘fuerza’”, asegura.  “¿Y qué pasa con las chiquillas?”, le pregunto pensando en que tanta fama, a los 18 años de edad, debe ser un imán para las colegialas. Moisés se deshace en carcajadas. “No tengo tiempo. Estoy todo el día en la toma. De hecho, desde que se tomó mi colegio no he dormido ni una noche en mi casa”, responde. Sin embargo, en su muro de Facebook no faltan los “Likes” y posteos coquetos de algunas seguidoras.

A finales de junio, en medio de la polémica que causaron las vacaciones de la ministra de Educación, Carolina Schmidt, en Italia, en plena semana de tomas de colegios que debían servir como locales de votaciones para las elecciones primarias, un reconocido medio británico se contactó con Moisés para entrevistarlo. The Guardian, el mismo que en octubre de 2011 ensalzó a Camila Vallejo como “la nueva héroe popular revolucionaria”, describió al líder de la Cones como “un miembro prominente de una nueva generación de activistas políticos que han liderado una serie de protestas masivas y ayudado a convertir la reforma educacional en un tema clave para las primarias presidenciales”. No sólo eso. El artículo además calificó de “brutales” las tácticas de represión utilizadas por Fuerzas Especiales de Carabineros para contener las movilizaciones y desalojar a los estudiantes en toma. Al vocero secundario ese reportaje le sirvió para hacer una distinción entre cómo la prensa extranjera cubre los alcances del movimiento estudiantil y cómo lo hacen los medios locales. “Cómo es posible que un diario tan importante sea capaz de decir que la policía es violenta y de hablar de las demandas de fondo, siendo que ni los medios chilenos se dignan a hacerlo. ¿La prensa (chilena) verdaderamente tiene una disposición de resolver el conflicto o quieren meterle más leña al fuego, crear divisionismos, desviar el foco? Porque eso es hoy lo que están haciendo. Y cuando a la gente le muestran divisionismos se pregunta qué es lo que está pasando”, critica Paredes.

Y es que el tema de las divisiones al interior del movimiento estudiantil no es menor. En 2012 fue uno de los puntos que le valió considerables críticas, particularmente a las organizaciones de estudiantes secundarios, cuando el entonces presidente de la Cones, Cristofer Saravia, fue recibido personalmente en la sede del Mineduc por el ministro Harald Beyer. Esa fue la primera vez que el titular se reunía con dirigentes secundarios. El hecho causó sorpresa y para muchos fue señal de cierta distancia con respecto a su organización símil, la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), que por entonces tenía fama de ser más radical con Eloísa González a la cabeza. Hoy Moisés baja el perfil a los hechos y aclara lo ocurrido. “La Cones fue a dejar el compendio y Harald Beyer, quien había salido por la prensa diciendo que era un documento que a lo mejor no compartía pero que era muy sólido y respetable, dijo que nos podía recibir diez minutos. Le entregamos el texto en sus manos y nos retiramos. No es que fuimos a negociar ni mucho menos”, señala. Pero también reconoce que hoy entre las organizaciones de estudiantes secundarios “hay menos divisiones, no hay tanta pelea como en años anteriores” y esto se debe a que se han enfocado en plantear “que las demandas son las mismas, que a lo mejor hay diferencias de forma, pero no de fondo”, asegura.

Eso de lo que nadie quiere hablar

Uno de los temas que desde un comienzo ha complicado a los dirigentes del movimiento estudiantil es la participación de encapuchados e incidentes de saqueos y violencia durante las movilizaciones en la calle. Por un lado, porque su presencia choca de lleno con la postura de diálogo que los estudiantes han querido proyectar. Por otro, porque muchos de esos jóvenes detrás de la capucha son efectivamente estudiantes. De ahí que para el movimiento este tema sea como un karma difícil de evadir. “Muchos dirigentes tienen problemas para referirse a los encapuchados. Yo no los voy a salir condenando, no voy a salir diciendo que son unos terroristas. Sí voy a cuestionar y criminalizar los saqueos y los robos, pero es muy distinto salir condenando una barricada, que es la misma que levanta, por ejemplo, la gente de Freirina. Lo hacen porque verdaderamente quieren hacerse notar, porque hay un planteamiento de fondo”, explica Moisés, quien luego cita al filósofo griego Aristóteles y, mirando directo a los ojos, asevera: “Hay que ir a la pregunta primera: no es por qué está pasando esto, es qué es lo que hay detrás para que la gente opte por esta forma de movilización”. El dirigente secundario se arriesga incluso más y asegura que, si el gobierno mostrara una real disposición a avanzar con la agenda educativa, encapuchados y manifestantes volverían a sentarse en sus salas de clases y abrir los cuadernos.

Otro tema que para muchos estudiantes, y para los jóvenes en general, habita en una especie de limbo es la legitimidad del voto y del actual sistema electoral como espacios democráticos. “La participación no se puede reducir solamente al voto, porque concebimos la democracia como un ejercicio democrático cada cuatro años, ahí estamos muy equivocados. Y eso es algo que han planteado los movimientos sociales con mucha más fuerza que cualquier persona que hoy esté dentro de la elite política. No se puede firmar cada cuatro años un cheque en blanco”, señala Moisés. No se trata de que los gobiernos estén subordinados a la calle sino de que escuchen su clamor. “Tal como se hizo en Brasil, donde hubo una semana de movilizaciones y eso bastó para que la autoridad máxima del país los escuchara, convocara un plebiscito y una asamblea constituyente para reformar el país”, acota el vocero de la Cones.

Moisés fue uno de los que votó en las elecciones municipales de octubre de 2012, cuando debutó la ley de inscripción automática y de sufragio voluntario, y donde los índices de abstención alcanzaron el 60 %. “Yo no estoy en contra de los procesos electorales, no estoy en contra de la democracia. Si bien creo que hay que abrirla, no creo que eso sea dicotómico”, explica. Sin embargo, para las primarias del 30 de junio, Paredes no participó. Durante la madrugada del jueves 27, él y sus compañeros que mantenían tomado el Liceo Arturo Alessandri Palma fueron desalojados por la fuerza a manos de Carabineros para que el recinto pudiera ser usado como local de votación. Días antes, candidatos y comandos de todos los colores políticos los habían instado a dialogar para plantear sus demandas y bajar las tomas voluntariamente. “Decían ‘conversemos, conversemos’ pero ese interés de diálogo era sólo porque había un interés electoral de por medio. Cuando volvimos a tomarnos los colegios ya nadie se pronunció al respecto. Si a nosotros se nos hubiera asegurado que ese diálogo se iba a proyectar, los estudiantes secundarios no habrían vivido ese jueves una noche de desalojos”, afirma.

Así y todo, Moisés tiene planeado participar en las elecciones presidenciales de noviembre. Aunque todavía no tiene un candidato que lo identifique, asegura que su voto irá adentro de la urna, aunque sea con un “asamblea constituyente” escrito en él. “Pero no voy a votar por las mismas personas que han manejado el país durante los últimos 40 años”, puntualiza.

Transformación casi completa

Como cualquier joven de su edad, Moisés Paredes comienza a pensar en qué nuevo rumbo tomará su vida en unos meses más, tras dar la PSU y enfrentarse a esa compleja pregunta que nadie enseña cómo responder: qué quieres ser para el resto de tu vida. “Quiero estudiar Derecho. Me gusta más que cantar. Yo creo que, por eso, no siento el hecho de que es tiempo perdido. Antes cantaba y lo hacía porque me gustaba pero ahora estoy haciendo algo que me gusta pero también ayuda a los demás. Estoy aquí en una movilización, no por mí, sino por todos quienes están a mi alrededor y también por un país que está detrás”, explica Moisés mientras presiona los botones de un pequeño celular Nokia que no ha parado de sonar durante toda la entrevista. Llevamos más de una hora charlando y ya es hora de volver al liceo a ver qué ha pasado con las votaciones.

Esa misma tarde, en el Liceo Arturo Alessandri Palma se decidió entregar a las autoridades municipales el establecimiento educacional durante las vacaciones de invierno. A la vuelta, se realizarán jornadas de reflexión y luego se volverá a votar si se continúa o no con la toma. Al enterarme de la resolución, pensé que Moisés se tomaría un receso para descansar del maratónico mes de movilizaciones. Sin embargo, a los pocos días, volví a verlo hablando en televisión, adhiriendo esta vez al paro nacional convocado por las organizaciones de trabajadores. Llevaba el mismo polerón, la misma bufanda, la misma cabellera abultada y las mismas ojeras.

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