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“La Nueva Mayoría ha domesticado la furia ciudadana y ofrece una versión institucionalizada de ese radicalismo” Cristóbal Bellolio y su análisis de la elección:

“La Nueva Mayoría ha domesticado la furia ciudadana y ofrece una versión institucionalizada de ese radicalismo”

Claudia Rivas Arenas
Por : Claudia Rivas Arenas Periodista de El Mostrador @crivasa
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El cientista político ha seguido la última etapa de la campaña desde el extranjero, y su mirada es desapasionada. En ese contexto advierte, por ejemplo, que el triunfo de Michelle Bachelet y una eventual debacle de la parlamentaria en la derecha generaría “presiones para reordenar el sector y especialmente para jubilar a la generación de la patrulla juvenil y los coroneles. Esta puede ser su batalla final si la savia nueva de la centroderecha se anima a reclamar el espacio que les corresponde”.


Cristóbal Bellolio se cuenta entre los cientos de chilenos que no podrán votar el 17 de noviembre, ya sea porque viven o están de paso estudiando en el exterior, pero que siguen con atención el devenir político de nuestro país. Como la mayoría de los analistas tiene la convicción de que hoy no habrá sorpresa en el triunfo de Michelle Bachelet, pero también de que el voto voluntario ha generado un importante grado de incertidumbre acerca de si lo hará en primera o segunda vuelta.

Para el analista lo relevante es qué viene para la derecha después del triunfo de Bachelet. Considerando que el Presidente Sebastián Piñera habrá demostrado la total ineficacia de prolongar su administración por un periodo más.

-¿Cuáles son tus expectativas para el domingo?

-No tengo expectativas personales. Mi candidato quedó fuera de carrera en las primarias de junio, así es que miro esta elección desapasionadamente. Si te refieres a qué espero que ocurra, me imagino que Michelle Bachelet tendrá una holgada primera mayoría relativa que estará muy cerca de ser absoluta. La ex Concertación se impondrá también cómodamente en las parlamentarias aunque probablemente no obtenga todos los doblajes necesarios para entrar a picar el andamiaje institucional como quisiera.

-¿Qué se juega a tu juicio en esta presidencial?

-La eventual victoria de Michelle Bachelet representa a mi juicio tres cosas: primero, la envergadura incombustible de su figura como fenómeno electoral y lo que ello pueda significar en términos de la personalización o caudillización de la política chilena. Segundo, la incapacidad de la derecha de convertirse en algo más que un paréntesis en La Moneda y el fracaso político del propio Presidente en esa tarea. Tercero, la habilidad que tuvo Bachelet de hacer propias las demandas de la calle. La Nueva Mayoría ha sido capaz de domesticar la furia ciudadana y ofrecer a cambio una versión institucionalizada de ese radicalismo. La fórmula Bachelet + movimiento estudiantil es grito y plata, como le gusta decir a la ex Presidenta respecto del delantal de doctor.

-¿Cuáles serían los elementos clave a los que es necesario poner atención?

-Hay que ver si finalmente Michelle obtiene la correlación de fuerzas que requiere para hacer las reformas que predica.

[cita]Evitando que Bachelet gane en primera, a la derecha le vuelve el alma al cuerpo. Pueden empezar con la cantinela de la “gran final” y transmitir la sensación de que, en una de esas, la contienda está abierta. Por cierto, no es lo mismo Matthei pasando a segunda vuelta con un 35 por ciento que con un 25 por ciento, como tampoco es lo mismo enfrentar a una Bachelet que obtiene 49,9 por ciento y una que no pasa el 45 por ciento. Matthei tendría que ir a buscar al votante de Israel y Parisi, me imagino, porque no hay mucho más allá.[/cita]

-¿Qué viene para la derecha si su representante no pasa a segunda vuelta?

-Si la paliza es mucha, deberíamos ver fuertes presiones para reordenar el sector y especialmente para jubilar a la generación de la patrulla juvenil y los coroneles. Esta puede ser su batalla final si la savia nueva de la centroderecha se anima a reclamar el espacio que les corresponde. Lamentablemente el binominal opera como un seguro a la derrota que impide que los dirigentes políticos paguen costos por su fracaso electoral. En cualquier país serio sería impresentable que siguieran los mismos a cargo después de perder estrepitosamente. La absoluta falta de destreza política que ha exhibido RN y la UDI durante este gobierno –especialmente este año– ha sido patente para todos los chilenos menos para ellos mismos. Haciendo las cosas tan mal es difícil que te vaya bien.

-¿Si al balotaje pasan Bachelet y Matthei qué se puede esperar de esa campaña?

-Evitando que Bachelet gane en primera, a la derecha le vuelve el alma al cuerpo. Pueden empezar con la cantinela de la “gran final” y transmitir la sensación que en una de esas la contienda está abierta. Por cierto, no es lo mismo Matthei pasando a segunda vuelta con un 35 por ciento que con un 25 por ciento, como tampoco es lo mismo enfrentar a una Bachelet que obtiene 49,9 por ciento y una que no pasa el 45 por ciento. Matthei tendría que ir a buscar al votante de Israel y Parisi, me imagino, porque no hay mucho más allá. No sé cómo lo va a hacer con el parisismo después de las peleas que hemos visto. Además, la UDI tendría que soltarla para ir a buscar votos al centro político, cuestión que hasta ahora no ha hecho.

-¿Existe, a tu juicio, alguna posibilidad de que Bachelet no gane esta elección, como plantean algunos dirigentes de derecha?

– Creo que es una posibilidad ínfima. En un escenario realista la derecha tendría que darse por satisfecha pasando a segunda vuelta y perdiendo en diciembre con más del 40 por ciento de los votos. Eso es digno.

-En un escenario hipotético, ¿qué tendría que haber hecho Matthei para ganar en estos comicios?

-Ella toma la posta en una situación ya muy desventajosa. No sólo en términos de tiempo de campaña, sino que asumiendo el liderazgo de una coalición en estado político y anímico calamitoso tras la bajada de (Laurence) Golborne, la reñida primaria con mal perdedor y la dramática inhabilidad de (Pablo) Longueira. A eso súmele enfrentar al portaviones que significa Michelle Bachelet llegando de Nueva York como Mesías. Es cierto que Matthei pudo hacer las cosas mejor. De hecho partió bastante bien. Pero luego se empantanó asociándose a las posiciones más conservadoras de su sector. Sin embargo, yo la exonero de culpa significativa: a veces ni siquiera haciendo una gran campaña se puede revertir un escenario tan complejo.

A evitar los doblajes

-¿Cuál sería un resultado aceptable para la Alianza en la parlamentaria?

-Evitar los doblajes que emitirían las reformas que de acuerdo a la Alianza desmantelarían las vigas centrales del modelo en educación, salud, previsión, impuestos, Constitución.

-¿Qué posibilidades tiene la Alianza de sacar un resultado aceptable en esta materia?

-Con voto voluntario no me aventuro a hacer pronósticos. En las municipales me fue Malena con las predicciones.

-¿Cuánto influirá el desempeño de Matthei en las cifras de la Alianza en las parlamentarias?

-El sistema binominal permite que cualquier coalición pueda atrincherarse en su 35 por ciento duro y sacar un representante por circunscripción o distrito. Me imagino que lo que se le pide a Matthei es que sea capaz de defender ese refugio movilizando al electorado de derecha para que vaya a votar el domingo. Dicen que esa es la ciencia del voto voluntario: más que convencer a nuevos prospectos hay que asegurar la base propia.

-¿Tiene algún sentido el discurso del “terror” que ha aplicado Matthei en esta campaña, si es que la Nueva Mayoría logra algunos doblajes que le permitan hacer cambios?

-No creo que se juegue, como dicen desde la derecha, si vamos para adelante o para atrás. Es cierto que la señora Bachelet viene con un programa más bien autoflagelante, pero una cosa es la campaña y otra distinta es gobernar. Con guitarra en mano, poco tiempo y la necesidad de negociar reformas clave, tengo la impresión que será más bien pragmática. En cualquier caso el oficialismo tiene el derecho, creo yo, de decirles a los chilenos que sus números son mejores que los que tenía Bachelet o que el programa de la Nueva Mayoría no parece orientado al crecimiento económico. Eso podría ser cierto. Pero los chilenos no parecen urgidos por eso. La están eligiendo por otras razones. Entre ellas, por la promesa de mayor igualdad. Puede que la torta siga agrandándose, podrán pensar, pero al menos estará mejor repartida. En cualquier caso, la frustración de la derecha es comprensible: como gobernante Bachelet ni siquiera fue exitosa reduciendo la desigualdad o la pobreza.

-¿Cree posible que Bachelet pudiera ganar en primera vuelta?

-Es una posibilidad, claro. Con tanto candidato crece el universo electoral y se hace más difícil obtener mayoría absoluta de una vez. Matthei debería estar en torno al 30 por ciento. Si entre Marco Enríquez y Parisi hacen 20 puntos, la segunda vuelta es un hecho.

-¿Cómo queda la derecha en un escenario de primera vuelta?

-Hay que ver cómo queda en las parlamentarias para hacer la lectura completa. Pero es evidente que un triunfo de Bachelet en primer vuelta retrotrae a la derecha a su peor resultado desde el retorno de la democracia: Alessandri el 93. Quizás hasta sería bueno un descalabro electoral para hacer cirugía mayor que comience con el descabezamiento de las dirigencias partidarias, la apuesta por nuevos liderazgos, el diseño de una remozada narrativa intelectual y la elaboración de una estrategia de largo plazo para convertirse en una alternativa sustentable –y no esporádica– de gobierno. Ese es el gran desafío de la derecha después de esta elección. No pueden pretender obtener resultados distintos haciendo lo mismo de siempre con los mismos de siempre. Seguir viendo a (Joaquín) Lavín representando los colores de la derecha en los foros políticos es un síntoma de la urgencia de recambio. No dudo de las buenas intenciones de Carlos Larraín y Patricio Melero, por ejemplo. Pero es difícil pensar en actores políticos más desconectados con lo que está ocurriendo en Chile. El problema es que nadie se quiere ir. Y por eso la pregunta relevante es quiénes organizarán el asalto al poder en Suecia y Antonio Varas. Esperar a (Sebastián) Piñera puede ser una pésima estrategia. Los nobles conspiradores tienen que moverse desde ya para asegurar su posición cuando llegue el huracán Sebastián.

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