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Capellán del Hogar de Cristo: «La regulación que tenemos hoy sobre las drogas castiga a los más pobres» El sacerdote llama a despenalizar el consumo y porte de marihuana

Capellán del Hogar de Cristo: «La regulación que tenemos hoy sobre las drogas castiga a los más pobres»

«El foco está en que el abordaje sea: no desde el desinteresarse y tranquilizarse porque está castigado, prohibido, porque las personas van a la cárcel, sino desde inquietarse doblemente porque este sea un desafío a la educación, a la terapia y a la salud», sostuvo.


El capellán general del Hogar de Cristo, Pablo Walker, ahondó esta mañana en su propuesta de despenalizar el consumo de drogas, en especial de la marihuana.

En el programa «Hablemos en OFF» de Radio Duna, el sacerdote sostuvo que «en el caso de la despenalización –propuesta por el Hogar de Cristo y la Fundación Paréntesis– le pedimos a la futura Presidenta de la República que termine con la penalización del consumo de drogas. Esto, es muy distinto que legalizar la producción y la distribución de las drogas en Chile».

«Lo que hay delante de uno, no es un delincuente o un posible delincuente. Primero que todo, tienes a una persona que requiere de sustancias para alterar sus relaciones humanas, consigo mismo, con su entorno. Eso es preocupante», agregó el capellán.

Para el religioso, existe una vinculación entre la utilización de la marihuana con contexto recreacional, «que tiene que ver con relaciones alteradas, inauténticas, que yo lo pongo en relación con los niveles de violencia que tenemos en nuestro país».

En ese sentido, dijo, esta situación se ve afectada con modo de vida que llevamos los chilenos: «Tenemos un modelo, un esquema de relaciones, de activar la economía que tiende a definir a cada ser humano en términos de productividad, en términos de hacerse individual. Uno es un competidor, un gladiador, un atleta del arribismo. Eso hace imposible que una persona llore, sufra, pierda o fracase. Tiene que disimularlo, tiene que estar siempre chispeante. Eso es fuente de relaciones inauténticas, de violencia intrafamiliar. A veces las personas pueden gastarse en una noche el sueldo. En la noche, lo que es consumo afectivo es otra tragedia. Y ahí quiero empatizar lo que le significa a una mamá de población que su hijo se meta en las drogas, con posibilidad de que abandone el colegio, sea cooptado por las bandas de narcotraficantes, a merced de manipulaciones de cualquier tipo, estigmatizado, que termine en la cárcel».

«Yo esperaría que las personas que utilicen la marihuana para alterar el ánimo, para ser más productivo en el trabajo, le dieran una vuelta de tuerca y que busquen otras maneras de generar productividad, creatividad artística, relaciones humanas auténticas que no necesiten esta sustancia», enfatizó.

«En un país donde no nos relacionamos auténticamente, donde no nos hacemos cargo de las rupturas, donde no nos hacemos cargo de los duelos, donde elaboramos la insatisfacción o elaboramos la indignación de tratarnos como conejos o burros tras una zanahoria, si nosotros nos anestesiamos y no elaboramos esa indignación, esos vacíos existenciales, efectivamente nos estamos haciendo los tontos y es fuente de violencia y reproduce la inequidad. Hay que darle una vuelta de tuerca al mercado: mucha industria fideliza a los consumidores estableciendo un automatismo del consumo», insistió el capellán del Hogar de Cristo.

Concluyó que «el foco está en que el abordaje sea: no desde el desinteresarse y tranquilizarse porque está castigado, prohibido, porque las personas van a la cárcel, sino desde inquietarse doblemente porque este sea un desafío a la educación, a la terapia y a la salud. Castiga doblemente a los más pobres. Porque la regulación que tenemos, quienes califican para ser microtraficante y caer en la cárcel, queda a decisión del juez, si fue porte de qué cantidad y normalmente son los más pobres».

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