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El  alto “costo” que pagó el PS por la foto histórica del cambio de mando El abrazo en la testera de Isabel Allende y la Presidenta Michelle Bachelet

El alto “costo” que pagó el PS por la foto histórica del cambio de mando

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Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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Esa imagen es el “broche de oro” de un largo trayecto desde la derrota de enero del 2010, período en que la entonces Concertación sucumbió a las rencillas, reproches públicos, discrepancias de todo tipo. Es más, hubo períodos en que los timoneles de los cuatro partidos ni se reunían, porque entre ellos varios no se hablaban. Algunos dicen en el PS que fue el partido el que se jugó por “afirmar la estantería” de la coalición, para evitar que se desplomara y, sobre todo, que siguieran las fugas de rostros importantes en todas las colectividades.


Fue histórica, emotiva, llena de un profundo simbolismo político, una imagen de tenor mundial. La hija de Salvador Allende, como la primera mujer en presidir el Senado en la historia republicana de Chile, abrazó y entregó la banda presidencial a la hija del general Alberto Bachelet. Ambas –socialistas de tomo y lomo– se miraron, se emocionaron, se rieron, mientras el Congreso Pleno aplaudía a la nueva Mandataria. Una foto que perdurará en la retina colectiva, por la cual el PS transitó un camino lleno de ripio, con sismos internos, debates ácidos y fracturas de relaciones emblemáticas, que marca el inicio de otra etapa.

Tanto la senadora Allende como Bachelet en los días previos no pudieron evitar recordar a sus padres y asegurar que creían que se sentirían “orgullosos” de ellas. Fue evidente cómo ambas estaban emocionadas, pero sobre todo la Mandataria, ésta casi hasta las lágrimas. Allende señaló que, de hecho, comentaron sobre sus padres en ese momento.

En el PS manejaban con anticipación el impacto de esa imagen, el simbolismo y, por lo tanto, los socialistas se jugaron las cartas que fuesen necesarias para asegurar que ocurriera. Es que sabían que “esa foto va a recorrer el mundo” y que sería –a ojos internacionales– lo “más importante del cambio de mando”.

Es más, en la coalición oficialista confiesan que el PS estaba algo obsesionado con “la foto” de Allende entregándole la banda a Bachelet, por lo que aseguran cedió en todo lo que se le pidió en las negociaciones en el Congreso, cuando se conformaron las comisiones en ambas Cámaras, se definieron las presidencias de estas, al tiempo que también entregó varias vicepresidencias de las testera del Senado.

Incluso, en la Nueva Mayoría confiesan que originalmente, en la comisión de Educación –una de las claves, considerando que es uno de los tres ejes del programa de Bachelet–, el PS se iba a quedar con la presidencia de este año (para impulsar la reforma) y del 2017, para “amarrarla”. Pero, como no se llegaba a acuerdo, la tienda dirigida por Osvaldo Andrade optó por entregarle a la DC –que ya había reclamado públicamente que se sentía marginada en este tema– la presidencia el cuarto año. A la hora de ceder, agregaron, los socialistas “estuvieron dispuestos a hacerle muchas concesiones a Alejandro Navarro”, el senador del MAS.

Si bien en la Nueva Mayoría algunos consideran que el PS exagera con la trascendencia y simbolismo de la foto, entre los socialistas comentaron que “valió la pena” todo lo que se hizo, porque representa el inicio de un ciclo, que no es la hora de administrar como en el primer mandato, sino que de llevar adelante los cambios estructurales prometidos. El senador Fulvio Rossi precisó, al respecto, que la foto efectivamente “tuvo costos, pero los beneficios van a ser mayores”.

Pero también dicen que esa imagen es el “broche de oro” de un largo trayecto desde la derrota de enero del 2010, período en que la entonces Concertación sucumbió a las rencillas, reproches públicos, discrepancias de todo tipo. Es más, hubo períodos que los timoneles de los cuatro partidos ni se reunían, porque entre ellos varios no se hablaban.

[cita]Pero el momento más amargo para el socialismo fue el terremoto interno de mayo del 2013, cuando se fracturó la Nueva Izquierda, el “lote” eje del partido, al que pertenece la propia Bachelet. El entonces senador por la X Región, Camilo Escalona – otrora factótum de la Mandataria– no aceptó primarias internas para definir el candidato a la Cámara Alta por esa circunscripción, donde debía competir con Rabindranath Quinteros. La tensión política fue tanta, que al final Escalona dio un  paso al costado, porque no encontró apoyo en Bachelet ni en Andrade, quienes privilegiaron el mecanismo de consulta en toda circunstancia. Ese momento generó una ruptura entre dos históricos aliados, Escalona y Andrade, quienes por meses no se hablaron, como también dejó en evidencia la distancia de la Presidenta con su ex hombre fuerte.[/cita]

Algunos dicen en el PS que fue el partido el que se jugó por “afirmar la estantería” de la coalición, para evitar que se desplomara y, sobre todo, que siguieran las fugas de rostros importantes en todas las colectividades. Eso pasó por tratar de hacer puente a la hora de las diferencias, pero también de apostar por el entendimiento entre “el centro y la izquierda” para superar la Concertación y ampliarse a la Nueva Mayoría.

Para unos esa fue “la mano de Andrade”, considerada fundamental en ese proceso; otros en el socialismo, sin desconocer el aporte del timonel, añaden que esa ha sido la “tónica” del partido desde hace más de 10 años, en el Gobierno de Ricardo Lagos, y que han pagado el precio por eso.

Como sea, después de la catarsis colectiva de la derrota, el 2012 finalmente se zanjó un pacto electoral que tenía en un vértice a la DC y en el otro al Partido Comunista, alianza que se afianzó el 2013 con las primarias, las parlamentarias, la presidencial y que se consumó con el ingreso de los comunistas al Gobierno. En el PS afirman que ese entendimiento –aunque siempre frágil– entre la falange y los comunistas ha costado “muchas horas hombre, mucho café, muchas conversaciones”, promocionadas por el socialismo.

 Ni tan cerca

En el frente interno, llegar a la foto Allende-Bachelet fue otro parto político. Privilegiar a la DC, para contener el dique por ese lado, implicó en el PS duras críticas internas por haber perdido la “identidad de izquierda” del partido. Hubo intentos de renuncias a la tienda, como fue el caso del ex diputado Marcelo Díaz, o dirigentes que abandonaron la directiva, como el senador Rossi, por discrepancias con el estilo y tenor de la conducción de Andrade.

Pero el momento más amargo para el socialismo fue el terremoto interno de mayo del 2013, cuando se fracturó la Nueva Izquierda, el “lote” eje del partido, al que pertenece la propia Bachelet. El entonces senador por la X Región, Camilo Escalona – otrora factótum de la Mandataria– no aceptó primarias internas para definir el candidato a la Cámara Alta por esa circunscripción, donde debía competir con Rabindranath Quinteros.

La tensión política fue tanta, que al final Escalona dio un  paso al costado, porque no encontró apoyo en Bachelet ni en Andrade, quienes privilegiaron el mecanismo de consulta en toda circunstancia.

Ese momento generó una ruptura entre dos históricos aliados, Escalona y Andrade, quienes por meses no se hablaron, como también dejó en evidencia la distancia de la Presidenta con su ex hombre fuerte.

Escalona perdió su intento por mantenerse en el Senado en un cupo de la VIII Región Costa y, la semana pasada, se despidió en un sentido discurso, en el cual reconoció que le habría gustado seguir en el Congreso, que puso su nombre a disposición para el gabinete de Bachelet, pero que no lo llamaron. En entrevistas posteriores, agregó que fue víctima de “un veto” para dejarlo fuera.

La gran pregunta ahora es qué hará Escalona. En el PS aseguran que “Camilo va a ser el próximo timonel del PS sí o sí”, más aún si por estatutos Andrade ya no puede ser reelecto. Las elecciones del partido serán en un año.

En la colectividad comentan que no es el “ideal” de Andrade que Escalona vuelva una vez más a la presidencia del PS, es más, algunos confiesan que se opone, pero todos recalcan que el timonel tiene claro que “no es práctico levantar un nombre alternativo a Escalona”, que sigue siendo la figura más potente y reconocida de la Nueva Izquierda.

Desde la semana pasada, se comentaba en distintas conversaciones entre socialistas que Escalona y Andrade se “habían abuenado”, algo que públicamente reconoció estos días el ex senador.

Explican que no es una reconciliación, no hay borrón ni cuenta nueva, ninguno ha dado vuelta la página y que dicho “abuenamiento” no es a nivel personal, sino que en términos políticos. Ambos son “zorros viejos” en términos políticos, saben –agregan en el partido- que el Gobierno de una socialista, de la Nueva Izquierda, tiene debilitada la gobernabilidad con su sector fracturado y enfrentado internamente.

No hay que olvidar que son bastantes los subsecretarios, jefes de servicio y asesores claves que son PS de la Nueva Izquierda.

Por eso, Escalona y Andrade conversaron hace unas semanas, en febrero, y están haciendo el “intento de la recomposición” después de la debacle del año pasado.

Todo indica que este año Escalona se instalará en el think thank del PS, el Instituto Igualdad, donde podrá lamerse las heridas y operar internamente en el partido. Pero en el PS son varios, la mayoría, los que agregan que debe usar esa plataforma para “reconvertirse” una vez más.

No pasó inadvertido para nadie en el PS la actitud de Escalona estas últimas semanas, lamentándose públicamente por quedar fuera de la foto del poder. En el partido no cayó muy bien ese estilo, dicen que “ha dejado mal parado a Andrade”, que no le viene “el papel de víctima” y que en política– agregan incluso entre diputados de la Nueva Izquierda– no se puede mirar “solamente la responsabilidad de los otros y no hacer una autocrítica”.

Esa, sentencian en el PS, que le dé más plasticidad, para dejar ese estilo de estar dictando cátedra a todos y, en especial, “adaptarse a la nueva realidad”, porque su mayor problema en estos momentos es que es “la imagen del ala más conservadora de la coalición y está fuera del poder, precisamente por eso”.

La propia Allende ayer dijo –en una entrevista a La Segunda– que se imagina a “Camilo en los cuarteles de invierno escribiendo sus memorias”, para acto seguido agregar que en las internas del PS él no es su candidato. “Mi experiencia, las dos veces que competí, es que la dirección de Camilo fue bien excluyente, en cambio, la que ha encabezado Osvaldo Andrade ha sido mucho más integradora, menos excluyente y más participativa”.

Algunos en el PS comentaron que la presidencia del Senado le da a Allende una plataforma que no había tenido antes y que, de hacer una buena gestión, no es descabellado pensar en que compita el próximo año para dirigir el partido.

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