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El velasquismo al diván ANÁLISIS

El velasquismo al diván

Renato Garín
Por : Renato Garín Abogado, exdiputado, integrante de la Convención Constituyente.
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Esto es interesante, pues si se analizan las múltiples entrevistas de Andrés Velasco Brañes, salta a la vista que el sujeto recurre a tres construcciones gramaticales sistemáticamente. Eso es vieja política, suele decir a menudo; eso es retórica, repite otras veces; eso es antiguo, sostiene para criticar propuestas ajenas. Nótense las tres ideas seleccionadas: vieja política, retórica, antiguo. Piénsese ahora en el decano Velasco Letelier, y búsquense tres palabras para definirlo. Un viejo político, sin duda, casado y relacionado con el Partido Radical, definición misma de la política antigua de mediados del siglo XX. Un abogado, es decir, un conocedor de la retórica organizada que suponen las instituciones jurídicas y políticas.


Pasan las semanas y el Pentagate parece haber perdido la espectacularidad inicial. Todavía no sabemos hasta dónde llegarán las esquirlas de la bomba casera colocada por Hugo Bravo y compañía. Tampoco sabemos los itinerarios que seguirán las reformas al financiamiento electoral. Sin embargo, sí sabemos que el episodio ha dañado significativamente al ex ministro Andrés Velasco. Está por verse si esto se expresa en las encuestas y estudios de opinión pública. Esa, con todo lo importante que pueda ser, no es la única arista a analizar. La escena política configurada sobre la base del vínculo entre Penta y el ex ministro Velasco grafica cuestiones más profundas. Se han puesto de manifiesto ciertos mecanismos subconscientes operando en la psiquis del personaje y de su entorno.

En lo grueso, y aunque ni el candidato ni sus asesores lo quieran ver, Velasco ve dañada su narrativa referente a las “buenas prácticas”. Ya venía dando explicaciones incómodas por otros sucesos, todos los cuales refieren a la aplicación del mismo estándar que promueve a sus propias acciones y las de sus cercanos. Al mismo tiempo, la estructura política configurada alrededor de su figura se ha mostrado desnuda y torpe, incapaz de articular una respuesta inteligente a los hechos acontecidos. El problema político que enfrenta Andrés Velasco es más profundo que el Pentagate y va más allá de perder puntos en las encuestas o perder kilos en la balanza. Su reciente aparición junto a dirigentes de derecha, declaradamente piñeristas, vuelve a centrar la atención en los problemas de indefinición identitaria que pesa sobre el proyecto político velasquista.

Vieja política

Andrés Velaco Brañes es una persona inteligente, no puede ponerse eso en duda. Su carrera académica tiene características espectaculares. Siendo hijo de un exiliado chileno llegó a ser profesor en la Escuela Kennedy de Harvard, donde se enseña Políticas Públicas y Gobierno. Antes pasó por NYU, una institución respetable, donde inició su labor como profesor. Tiene un doctorado en Columbia, la otra gran universidad de Manhattan, y estudios postdoctorales en el MIT. Este circuito se había iniciado mucho antes, cuando hizo su pregrado y su primer master en Yale. Esa universidad, ubicada en New Haven, destaca por tener excelentes niveles académicos y ser la cuna de dinastías políticas demócratas y republicanas. No es casualidad que los Bush y los Clinton, ambos clanes identificados con la Escuela de Derecho de Yale, tengan la primera opción para enfrentarse en la elección presidencial de Estados Unidos en 2016.

Se podría estar alabando la carrera de Velasco durante horas, sus papers y los importantes journals donde ha publicado. Otro tanto se podría hablar de su padre y puede ser interesante detenerse allí. Don Eugenio Velasco Letelier fue un político radical cuya mayor trascendencia la alcanzó en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile. Su memoria de prueba sobre objeto ilícito lleva cuarenta años siendo citada como la Tesis Velasco. Se desempeñó como Director de Escuela desde 1957, pero su nombre se hizo definitivamente famoso cuando en 1965 ganó la elección de decano. En una reñida contienda, Velasco Letelier derrotó por estrecho margen a otro prometedor académico: un joven profesor llamado Ricardo Lagos Escobar.

[cita]En el velasquismo, aquellos sujetos que parecen adherir a un proyecto que trasciende el mero liderazgo personal de Velasco, se aprecia también un culto al éxito y a los exitosos. La aversión al fracaso, a la debilidad, a la fragilidad, todo ello configura un fuerte sesgo elitista que se condice, a su vez, con el imaginario colectivo construido en torno a la cantidad de votos obtenidos en el distrito 23, en junio de 2013. El sueño húmedo de Vitacura, sostuvo Camilo Feres. De ahí, también, que en las universidades precordilleranas sus académicos y sus alumnos sientan natural cercanía hacia el ethos velasquista, si es que existe tal cosa. El velasquismo hasta aquí se demuestra incapaz de sintonizar con los extramuros de la elite, allí donde las personas no sueñan con vacaciones en Los Hamptons. Así, el problema endémico del velasquismo es la ausencia de una base política real, capaz de movilizarse para ganar elecciones locales, regionales y nacionales. Ante la renuncia tácita a construir esas bases, aparece la necesidad de un outsourcing con la Democracia Cristiana y los operadores de su “máquina”. Por ende, las opciones reales de una candidatura de Velasco pasan, inexorablemente, por coquetear con los señores Gutenberg Martínez e Ignacio Walker.[/cita]

El nombre del Decano Velasco está asociado a una profunda reforma a los estudios jurídicos acontecida en la década de los sesenta en Pío Nono. El proceso iniciado en la Dirección de Escuela continuó después en el decanato y configuró una nueva malla curricular y rediseñó la arquitectura institucional. Pese a la oposición de los académicos conservadores, Velasco Letelier intentó consolidar una nueva forma de enseñar derecho. El proceso, sin embargo, fue revertido violentamente con el arribo de la dictadura. Aún así, el nombre de Velasco Letelier pervive como un referente progresista dentro de la estrecha cultura jurídica nacional. Su biografía personal se completa con una referencia a su veta deportiva como piloto de autos de carrera, siendo elegido como deportista del año por el Círculo de Periodistas en 1960, mismo año en el que nació su hijo Andrés.

La madre de Velasco Brañes es la señora Marta Brañes Ballesteros, hija de Raúl Brañes Farmer, médico cirujano y político del Partido Radical, al cual representó como diputado en tres períodos consecutivos, entre 1937 y 1953. En todos ellos fue electo por la Octava Agrupación Departamental correspondiente a Melipilla, San Antonio, San Bernardo y Maipo. Brañes Farmer llegó a ser presidente de la Cámara de Diputados, donde compartía bancada, entre otros, con Humberto Enríquez Frödden, a la sazón tío de Miguel Enríquez Espinosa y tío abuelo de Marco Enríquez-Ominami Gumucio. Así, los Enríquez, los Brañes y los Velasco encuentran todos raíces comunes en el Partido Radical.

Esto es interesante, pues si se analizan las múltiples entrevistas de Andrés Velasco Brañes, salta a la vista que el sujeto recurre a tres construcciones gramaticales sistemáticamente. Eso es vieja política, suele decir a menudo; eso es retórica, repite otras veces; eso es antiguo, sostiene para criticar propuestas ajenas. Nótense las tres ideas seleccionadas: vieja política, retórica, antiguo. Piénsese ahora en el decano Velasco Letelier, y búsquense tres palabras para definirlo. Un viejo político, sin duda, casado y relacionado con el Partido Radical, definición misma de la política antigua de mediados del siglo XX. Un abogado, es decir, un conocedor de la retórica organizada que suponen las instituciones jurídicas y políticas. ¿Es que Velasco Brañes, quiéralo o no, sépalo o no, está en un permanente juego “sicoanalítico” entre sus orígenes y su discurso de candidato? ¿Cómo una persona que proviene de viejos políticos, su padre y su abuelo materno, puede a la vez disparar con tal vehemencia a la vieja política?

El Andreísmo

El episodio Pentagate dañó a Andrés Velasco en buena medida por el mal manejo de la situación. El problema no fue, meramente, el haberse quedado en Estados Unidos bajo un sepulcral silencio. No, el error radicó en que durante seis meses Velasco estuvo en los medios de comunicación como una suerte de opinólogo del devenir del Gobierno de Michelle Bachelet, a quien Velasco ayudó a elegir. El silencio de dos semanas en Estados Unidos contrastó claramente con la ansiedad comunicacional demostrada antes, lo que se hizo insostenible con el procedimiento ocurrido en dependencias de su casa. Una vez llegado a Chile, Velasco optó por una estrategia de victimización agresiva donde, por un lado, él se victimiza y, por otro, sus asesores agreden.

Primero atacaron visceralmente al fiscal Gajardo, luego cuestionaron a la Policía de Investigaciones, para emprenderlas después contra las especulaciones, enseguida contra la “mariconería política” del ministro Arenas y el ministro Peñailillo, posteriormente le dieron contra las filtraciones, y ahora último contra las encuestas. Valga recordar el intercambio entre los señores Pablo Halpern y Roberto Izikson en la sección de cartas de El Mercurio. El señor Halpern imputaba a la empresa Cadem una supuesta falta de prolijidad en la entrega de los datos sobre adhesión de voto al candidato Andrés Velasco. El argumento del señor Halpern descansaba sobre una lámina faltante en la cual se exhibiría que la intención de voto de Velasco se mantendría estable en el total de la muestra. Todo esto decorado con acusaciones contra Cadem e invitaciones a estudiar Estadística I. Con esto, Halpern pasaba por alto que la información clave de la encuesta no es la intención de voto de Velasco, sino el daño que el caso Penta ocasionó. Según el instrumento, un 58% de los encuestados piensa que el caso afectó “mucho o bastante” al candidato, mientras que un 22% piensa que el daño fue “poco o nada”. Al mismo tiempo que Halpern y otros despotricaban, Velasco aparecía en la revista Qué Pasa argumentando que este era el costo que tendría que pagar por criticar las reformas del Gobierno de la Presidenta Bachelet.

Junto al señor Halpern, asoman también los señores Rafael Guilisasti y Juan José Santa Cruz como voces cantantes dentro de lo que podemos llamar el Andreísmo, un grupo de sujetos organizados en torno al contacto privilegiado con el candidato y el trato personal basado en el tuteo y la admiración mutua. Guilisasti, Santa Cruz y Halpern componen la tríada más cercana a Velasco y son su principal anclaje político hacia diversos mundos. Ellos mismos se encargan de recalcar su importancia estratégica, incluso jugando a compararse con The Beatles en una foto publicada en El Mercurio a fines de 2013. Las contradicciones aparecen al poco andar. A los pocos días de que el Andreísmo denunciara una operación política en contra de Velasco, Rafael Guilisasti se sumó como invitado especial de la comitiva presidencial en el viaje de Bachelet a Europa. ¿Dónde se ha visto a un gobierno persecutor de opositores invitando a un viaje presidencial a uno de los hombres clave de un infiel crítico de las reformas sagradas? No se puede negar que los vinos y el nuevo espumante que produce Guilisasti son de primer nivel. Uno queda como rey con los extranjeros ávidos de los sabores nacionales. Sin embargo, es patente la contradicción “sicoanalítica” entre ser invitado especial de la comitiva presidencial y, al mismo tiempo, estar en un grupo que acusa persecución política hacia su candidato.

Es menester decir que el Andreísmo lo componen más personas que ven en Velasco Brañes a un ídolo, una suerte de caudillo anticaudillista que salvará a Chile de la mediocridad y las políticas públicas mal pensadas. Se comportan como miembros de un fans club, a la vez que se palmotean sonoramente la espalda cada vez que pueden. Sobre la base de los halagos y el tuteo, han construido una suerte de politburó: designados, estructurados en torno al código binario leal/no leal y otros códigos afines, tales como no te conozco/te conozco/ no-te-re-co-noz-co. Al igual que en las ceremonias de un politburó, se guillotina al primero que deja de aplaudir. Desde esta perspectiva, la construcción política colectiva toma la forma de un club que incluye a porristas y canciones para pasar el rato: Dame una A, dame una N, dame una D…

Culto al éxito

El problema político fundamental de Andrés Velasco es la incapacidad de construir una narrativa colectiva que supere su propia figura. Parte de esta incapacidad arranca del proceso de primarías de 2013 donde Velasco y su círculo decidieron competir dentro de la Nueva Mayoría, conociendo el programa de Michelle Bachelet y sabiendo también de los vientos reformistas. En la recta final de la primaria, Velasco centró su estrategia en diferenciarse de Claudio Orrego, el candidato de la Democracia Cristiana. Terminado el proceso de junio de 2013, Velasco mismo se sumó a la campaña de Bachelet en encuentros públicos y algunos destacados velasquistas fueron incluídos en el gabinete. Hoy, a siete meses de iniciado el gobierno de la Presidenta Bachelet, Velasco figura “despidiéndose” de la Nueva Mayoría y acusando persecuciones de La Moneda. Si antes buscó diferenciarse de la Democracia Cristiana, hoy aparece alineado –al menos discursivamente– con los dirigentes más conservadores de la falange. A mayor abundancia, en octubre de 2013 Velasco hizo un provocativo discurso en la Enade, donde repasó a la elite empresarial. Un año después, se le observa en la misma línea de ellos y con un fluido trato con los grupos económicos.

Fuerza Pública, en tanto, empezó mal. Tiene un nombre difícil de entender, pues sus contornos semánticos poco sirven para la construcción política. El bautizo mismo demuestra desde el inicio una partida en falso. Enseguida, Fuerza Pública enfrenta el dilema “sicoanalítico” de no saber qué es, si acaso es el germen de un partido, si acaso es un think tank, un movimiento, un comando presidencial o un club de amigos que ven en la política un hobby de media tarde. Se han producido ya un lanzamiento, un relanzamiento con tapaditos y pisco sour, e incluso se han presentado propuestas en temas educacionales y tributarios. Sin embargo, es notorio que no existen votaciones ni elecciones internas, y se ha fijado el primer “cónclave” recién para enero de 2015, es decir, casi un año y medio después de la apertura del local. El criterio democrático fue obviado durante meses en favor del critero tecnocrático de expertos que caminan sobre nubes transversales de papers, journals y experiencia comparada. Al mismo tiempo, más de 100 rostros decoran la página web como floreros en una casa recién decorada. Algunos intentan posiciones críticas, otros, simplemente, se están quietecitos hasta ver venir lo bueno a su rincón. Hay quienes piensan que se pueden obtener los réditos de la política sin meter las manos en el barro de la política. Desean protocolos, comitivas y seguridad, el resto les parece todo peleas personales chicas dignas de pelambre, pero no de acción colectiva.

En el velasquismo, aquellos sujetos que parecen adherir a un proyecto que trasciende el mero liderazgo personal de Velasco, se aprecia también un culto al éxito y a los exitosos. La aversión al fracaso, a la debilidad, a la fragilidad, todo ello configura un fuerte sesgo elitista que se condice, a su vez, con el imaginario colectivo construido en torno a la cantidad de votos obtenidos en el distrito 23, en junio de 2013. El sueño húmedo de Vitacura, sostuvo Camilo Feres. De ahí, también, que en las universidades precordilleranas sus académicos y sus alumnos sientan natural cercanía hacia el ethos velasquista, si es que existe tal cosa. El velasquismo hasta aquí se demuestra incapaz de sintonizar con los extramuros de la elite, allí donde las personas no sueñan con vacaciones en Los Hamptons. Así, el problema endémico del velasquismo es la ausencia de una base política real, capaz de movilizarse para ganar elecciones locales, regionales y nacionales. Ante la renuncia tácita a construir esas bases, aparece la necesidad de un outsourcing con la Democracia Cristiana y los operadores de su “máquina”. Por ende, las opciones reales de una candidatura de Velasco pasan, inexorablemente, por coquetear con los señores Gutenberg Martínez e Ignacio Walker.

El velasquismo se enfrenta a preguntas profundas y a contradicciones vitales. ¿Están por defender el proceso de reformas abierto por este gobierno o están por cerrar el proceso como desean algunos fácticos? ¿Están por el crecimiento cueste lo que cueste o están por modificar sustancialmente el capitalismo de amigos a la chilena? ¿Están por terminar el business de la educación o están por defenderles el modelo de negocios a la Iglesia y a los sostenedores? ¿Están por disminuir y regular el poder de la industria del lobby sobre nuestra democracia o no? ¿Están por terminar con las licitaciones a dedo o están para celebrarlas? ¿Están por ponerle atajo a la puerta giratoria por donde fluyen sujetos entre los negocios y la política? ¿O están para sumarse a la puerta giratoria? ¿Pretenden ofrecer un gobierno de la mano de los grupos económicos? ¿Piensan subirse al carro de los reaccionarios que no soportan que sus privilegios se pongan en cuestión? ¿Están por defender la Constitución de Jaime Guzmán? ¿Están por construir política de largo plazo o están por conseguir una guinda para el currículo?

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