La estrategia no obtuvo los frutos esperados. La presión –según coincidieron varios parlamentarios– que trató de poner Burgos sobre los senadores con un posible paso al costado no impactó ni alineó a las huestes, por el contrario, alimentó y avivó tanto la molestia parlamentaria como las críticas al modus operandi del jefe de gabinete, tanto en este episodio del contralor como en varios capítulos previos desde que asumió la cartera el 11 de mayo.
Un resquicio permitió a La Moneda encontrar una salida viable y evitar el fracaso público en el Senado de su candidato a Contralor General, Enrique Rajevic, que no contaba con el umbral de 22 votos en la Sala para ser aprobado. Retirar la urgencia de la nominación y presentarla nuevamente permitió establecer un nuevo plazo de 30 días para amarrar los apoyos necesarios para el postulante de Palacio, lo que abre el espacio para que el ministro del Interior, Jorge Burgos, rectifique la comedia de equivocaciones que han marcado a este capítulo y que obligó a que los timoneles de la Nueva Mayoría cumplieran un rol clave en apagar el incendio político que amenazaba, otra vez, al Gobierno.
No fueron pocos los senadores que el 7 de septiembre se enteraron por la radio y diversos medios de comunicación de la decisión de La Moneda de proponer a Rajevic para suceder a Ramiro Mendoza en la Contraloría. A pesar de las permanentes críticas, privadas y públicas, desde la Nueva Mayoría al perfil del candidato, su cercanía con sectores conservadores de la DC, el cuestionado no pago de una beca, la demora en sacar su doctorado y lo inconsulta de la elección, en el Gobierno insistían todas las semanas en privado que era mucho mejor tener un candidato definido sobre la mesa, aunque no tuviera consenso, que mantener la presión política en la puerta de Palacio por no haber definido un nombre. Y que, en esa lógica –agregaron algunas autoridades– si fracasaba la nominación, la responsabilidad quedaba en la cancha del Senado y no en la del Ejecutivo.
A la luz de los hechos fue una lectura errada, porque en el seno del comité político de este lunes 5 de octubre, entre los ministros de Palacio y los timoneles de la Nueva Mayoría, sí se puso sobre la mesa un argumento no menor: constitucionalmente –aunque lo hubiera sugerido el ministro Burgos– fue la Presidenta Michelle Bachelet la que propuso el nombre del candidato a contralor al Senado y, rechazarlo, era infligirle una derrota innecesaria en momentos en que la Mandataria y su administración tratan de levantar cabeza tras meses de errores políticos, operaciones internas, conflictos públicos entre autoridades y malos resultados en las encuestas.
[cita]En el seno del comité político de este lunes 5 de octubre, entre los ministros de Palacio y los timoneles de la Nueva Mayoría, sí se puso sobre la mesa un argumento no menor: constitucionalmente –aunque lo hubiera sugerido el ministro Burgos– fue la Presidenta Michelle Bachelet la que propuso el nombre del candidato a contralor al Senado y, rechazarlo, era infligirle una derrota innecesaria en momentos en que la Mandataria y su administración tratan de levantar cabeza tras meses de errores políticos, operaciones internas, conflictos públicos entre autoridades y malos resultados en las encuestas.[/cita]
“Es cierto el argumento de no dañar a la Presidenta, el costo de un fracaso del candidato a Contralor lo iba a pagar solo Bachelet, no el ministro Burgos, porque ella mandó el nombre y esa fue la reflexión que hubo en la Nueva Mayoría”, reconoció el timonel del Partido Radical, Ernesto Velasco. Un discurso que públicamente desplegaron en forma unánime todos los presidentes de la coalición.
Hubo intensos y permanentes llamados desde La Moneda en los días previos, puntualmente desde el Ministerio del Interior, a los parlamentarios oficialistas que tienen reparos con Rajevic –Alejandro Guillier, Pedro Araya, Alfonso de Urresti– e incluso el propio Burgos se desplazó desde temprano toda la jornada de ayer al Congreso a encabezar una ronda de reuniones con diversos senadores, pero desde el seno del propio Gobierno reconocieron que la clave para apagar el incendio estuvo en el papel que jugaron los timoneles de la Nueva Mayoría y el argumento de evitar una derrota a Bachelet. “Hubo una operación previa con los timoneles para evitar que fracasara la votación”, reconoció un asesor de La Moneda.
Lo valioso de este nuevo traspié gubernamental –reconocen– es que el papel protagónico que mostraron los timoneles es una prueba de la nueva injerencia y relación más fluida de las colectividades oficialistas con el Gobierno, La Moneda y Bachelet. Si bien el gran hito de esto – agregaron en el Ejecutivo– fue la inédita reunión que el 15 de septiembre sostuvo la Mandataria con los siete presidentes de partido, donde por primera vez conversaron franca y directamente de política, el acto del Teatro Caupolicán selló esta suerte de nuevo trato, porque fue un acto del conglomerado, de sus militantes, de sus bases con Bachelet, quien siempre se había resistido a la lógica partidista y privilegiaba el tono ciudadano.
Desde la semana pasada, se comentaba entre las bancadas de la Nueva Mayoría que Burgos había presionado sobremanera a los senadores, tratando de amarrar los votos en torno a Rajevic, al punto de incluso precisar en privado, en más de una ocasión, que si fracasaba la nominación de su candidato él se iba del Gobierno, dejaba su cargo. En público –el domingo, en una entrevista concedida a El Mercurio– , el ministro del Interior agregó que “si se rechazara, es una derrota para Enrique, que no se lo merece y particularmente para mí, porque yo se lo propuse a la Presidenta. Estoy optimista, pero no confiado».
Hasta el lunes no se descartaba que las insinuaciones privadas de dar un paso al costado y asumir públicamente la responsabilidad del fracaso de forma previa, tuvieran de trasfondo efectivamente una salida anticipada del jefe del gabinete de la administración bacheletista. Un costo que tampoco iba a pagar el ministro, pero que sí iba a infligir un daño a la Mandataria, la que tendría que enfrentar, por segunda vez en menos de seis meses, perder al ministro del Interior.
El problema es que esta estrategia no obtuvo los frutos esperados. La presión –según coincidieron varios parlamentarios– que trató de poner Burgos con un posible paso al costado no impactó ni alineó a las huestes, por el contrario, alimentó y avivó tanto la molestia parlamentaria como también las críticas al modus operandi del jefe de gabinete, ya sea en este episodio del Contralor como en varios capítulos previos desde que asumió la cartera el 11 de mayo.
“El gran problema de Burgos es que se ha manejado como elefante en cristalería”, reconoció un alto asesor de La Moneda, para explicar cómo el jefe de gabinete, el ministro con más poder y el que debería conducir políticamente las riendas cotidianas de la actual administración y sus huestes, se encontraba ayer con el agua hasta el cuello, necesitando más plazo para evitar la derrota pública.
No han sido pocos los episodios en que ha estado involucrado Burgos, en los que ha habido tensión con la Presidenta, dudas desde el propio Gobierno acerca de sus intenciones, cuestionamientos a su manejo de conflictos –como el paro de los camioneros– y decisiones como la de sacar a Francisco Huenchumilla de la Intendencia de la IX Región, para poner en su reemplazo a Andrés Jouannet, una conocida figura del núcleo duro de la dupla Martínez-Alvear.
A esto se sumó –explicaron desde el propio Ministerio del Interior– que en el caso del nuevo Contralor, Burgos cometió dos errores que le penaron: hizo suya, casi la convirtió en algo personal, la viabilidad de la candidatura de Rajevic y no comprendió en todos estos meses que, en el contexto actual, no puede tomar decisiones de esta índole sin consultar al Congreso ni omitir hacer el gesto de ir a conversar con los parlamentarios.
Hasta la semana pasada, en La Moneda apelaban al argumento de que todos los nombres que el Gobierno hizo circular previamente a Rajevic como alternativas para la Contraloría fueron rechazados por los parlamentarios en las instancias de sondeo, que por eso se tomó la decisión de proponer al abogado DC y que el tema lo zanjara el Senado. Pero dicha estrategia terminó convirtiéndose en un búmeran para el ministro del Interior, por la antesala de las críticas que se escuchaban hace semanas desde las bancadas de la Nueva Mayoría sobre la permanente ausencia de Burgos en el Congreso, que nunca iba, que solo los llama por teléfono en casos puntuales, que no ha ejercido en plenitud su papel de jefe de gabinete en términos políticos.
Quienes conocen a Burgos, así como desde su entorno en el ministerio, explican que su mayor deficiencia ha sido no asumir realmente el nuevo lugar y mayor poder que tiene, lo que queda de manifiesto porque no controla lo que dice. “No es arrogancia ni soberbia, su error es no haber asumido hasta ahora que todo lo que dice y hace tiene una consecuencia distinta a la que tenía antes de ser ministro del Interior”, sentenciaron desde La Moneda.
Insisten, una y otra vez, en que “no hay maldad ni malas intenciones” de parte de Burgos, sino la equivocación de no evaluar el impacto de sus actos, lo que habría comprendido a cabalidad con este gallito por el candidato a Contralor.
El lunes en la radio T13 el rector de la UDP, Carlos Peña, cuestionó con dureza el estilo de Burgos, de quien dijo que ha mostrado un manejo “adolescente”: «Esto de subjetivizarlo todo, como si todo tuviese que ver con lealtades o cuestiones personales me parece inapropiado de un ministro del Interior. Uno espera de quien ejerce un cargo tan alto, mayor impersonalidad, mayor racionalidad, menos quejas personales, una actitud menos displicente, pero Burgos se esmera en hacer lo contrario. Hacer de todo una cuestión personal (…) apelaciones personales a la Presidenta, amenazas permanentes y públicas con renunciar, pero ¿qué es esto? No se había visto de un ministro del Interior tal displicencia”, sentenció.
Con el resquicio que se usó en el Congreso ayer, hay otros 30 días de plazo para resolver el nombre del nuevo Contralor. En el Gobierno recalcan que ya no hay espacio para retroceder y retirar el nombre de Rajevic y que ahora los votos sí están para cuando se vote en la Sala, respecto de lo cual, según aseguró ayer el presidente del Senado, Patricio Walker, “salvo alguna razón poderosa que me haga cambiar la decisión de poner en tabla el próximo miércoles, así se lo informe a todos los comités y ellos están de acuerdo».
Desde la Nueva Mayoría esperan que este nuevo capítulo de yerros y tensiones permita aprender de los errores y no repetir el libreto en definiciones clave como el nombre del candidato a Fiscal Nacional. La Presidenta Bachelet tiene la quina de la Corte Suprema en su poder desde el lunes, en tanto que el plazo para que elija un nombre y lo proponga al Senado vence el miércoles de la próxima semana, muy a la par con la votación del nuevo Contralor, y los días ganados ahora –agregaron en la coalición– deberían servir para demostrar voluntad de diálogo con los parlamentarios antes de anunciarlo por la radio.