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Contardo tras funeral de Aylwin: «La república es un club, un grupo que se entiende entre cuatro paredes y al que se llega por aguante, sumisión o parentesco» Los gestos republicanos «huelen a felpa azumagada y lucen como un desfile militar»

Contardo tras funeral de Aylwin: «La república es un club, un grupo que se entiende entre cuatro paredes y al que se llega por aguante, sumisión o parentesco»

«¿Querían competencia democrática? ¿Querían transparencia institucional? ¿Apertura a nuevos liderazgos? Las huinchas. Sólo tendremos más de lo mismo. Nos hablan de gestos republicanos y lo que vemos no es otra cosa que el más vulgar de los apegos al poder», señala el periodista y escritor.


El periodista y escrito, Oscar Contardo, analiza el termino «republicano», tras el fallecimiento del ex presidente Patricio Aylwin y las actividades desarrolladas en los tres días de duelo y el funeral de Estado rendido en su honor.

En su columna publicada en La Tercera, Contardo señala que los republicanos son «expertos en mantener un espacio, una zanja o foso, que separa sus despachos y salones del juicio de los comunes y corrientes a quienes sólo les gusta ver de vez en cuando, votando por ellos o asomándose en actitud sumisa para rendirles la pleitesía», a continuación la columna completa:

«Expertos en símbolos de poder. Diestros a la hora de posar desde un podio, de cantar un himno y relatar su punto de vista como si estuvieran contando la historia con mayúsculas, presentando su conveniencia como un acto sacrificial al que se han sometido por amor al prójimo. Especialistas en el rito, el gesto, el ceremonial y las mil y una maneras de presentar sus opiniones como el juicio ponderado del sabio ermitaño que contempla los hechos, ajeno a todo interés creado, y es capaz de urdir con ellos una épica que siempre lo sitúa en el centro, como la figura del héroe de una batalla que se destaca en un óleo pintado por encargo.

Expertos en mantener un espacio, una zanja o foso, que separa sus despachos y salones del juicio de los comunes y corrientes a quienes sólo les gusta ver de vez en cuando, votando por ellos o asomándose en actitud sumisa para rendirles la pleitesía que ofrece quien agradece un favor concedido. Para ellos la República es un club que se cierra en un nosotros conformado por un grupo que se entiende entre cuatro paredes y al que se llega por aguante, sumisión o parentesco. Para ellos, pronunciar el adjetivo “republicano” no es más que aludir a las reglas de convivencia de ese club con integrantes que se miran las caras cada tanto, para ocultarse en conjunto, unos a otros, los errores y fracasos y luego difundir la versión colectiva que más les conviene. Dicen “republicano” y les brota bronce por los poros y mármol por la boca, porque para ellos, más que una manera de convivencia, de deberes y derechos, de orden ajeno a los privilegios, lo republicano –el concepto, la idea- es una estatua que se limpia para que la miremos de lejos, con admiración y sin ningún reclamo en mente.

[cita tipo= «destaque»]La realidad nos dice que en Chile puede morir una niña pobre al cuidado del Estado y que la encargada de la institución responsable anuncie que la chica murió de pena o berrinche, contando por la prensa los pormenores de su historial médico, como quien detalla una lista de supermercado; la burda realidad nos indica, por último, que la coalición gobernante es capaz de llegar atrasada a una firma clave, echando por tierra la organización de primarias y enturbiando con eso el próximo proceso electoral, el primero después de una catarata de escándalos sobre financiamiento de campañas.[/cita]

Los gestos republicanos, entonces, quedan acorralados entre el boato y el protocolo. Huelen a felpa azumagada y lucen como un desfile militar. Están en lo grande y jamás en lo pequeño. Transforman la República, la palabra y su significado en un ceremonial, un manual de etiqueta para contener, exaltar y ordenar las emociones y en ocasiones para frenar el avance de la cruda realidad. ¿Y qué nos dice la cruda realidad? ¿Los hechos toscos? ¿La trivialidad de la vida común y corriente? Nos dice que cuatro millones de personas se pueden quedar sin agua potable y encontrar en la autoridad más que una disculpa o la promesa de una reparación, una reconvención para que en medio de la lluvia nadie vaya a malgastar agua – ¿manguereándose?, ¿llenando piscinas?-; la realidad nos dice que en Chile puede morir una niña pobre al cuidado del Estado y que la encargada de la institución responsable anuncie que la chica murió de pena o berrinche, contando por la prensa los pormenores de su historial médico, como quien detalla una lista de supermercado; la burda realidad nos indica, por último, que la coalición gobernante es capaz de llegar atrasada a una firma clave, echando por tierra la organización de primarias y enturbiando con eso el próximo proceso electoral, el primero después de una catarata de escándalos sobre financiamiento de campañas.

¿Querían competencia democrática? ¿Querían transparencia institucional? ¿Apertura a nuevos liderazgos? Las huinchas. Sólo tendremos más de lo mismo. Nos hablan de gestos republicanos y lo que vemos no es otra cosa que el más vulgar de los apegos al poder de quienes no se acostumbran a rendir cuentas ni a que se las exijan. Un club que juzga las críticas argumentadas como insolencias que no está dispuesto a tolerar y que se apura a cerrar todas las puertas de ingreso a los extraños a su grupo, a las nuevas ideas y a un futuro distinto al pasado que tanto les acomoda».

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