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Indignidad de la salud pública chilena llega a Corte Interamericana de DD.HH. y revela precariedad del Estado Familia de paciente muerto recibió seis causas distintas sobre el deceso

Indignidad de la salud pública chilena llega a Corte Interamericana de DD.HH. y revela precariedad del Estado

Alejandra Carmona López
Por : Alejandra Carmona López Co-autora del libro “El negocio del agua. Cómo Chile se convirtió en tierra seca”. Docente de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile
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El año 2001, la muerte de Vinicio Poblete Vilches desmembró a una familia completa. Desde entonces, sus hijos golpean puertas para que alguien responda por los atropellos que han tenido que vivir. Lo dieron de alta sin hablarles de la gravedad de sus heridas. Aparte de entregarles seis diagnósticos distintos, la justicia fue un frontón. Recurrieron a la Comisión Interamericana de DD.HH., que en junio entregó recomendaciones al Estado chileno que, entre otras cosas, indicaban disponer de medidas legislativas, administrativas y presupuestarias para que nadie volviera a pasar por lo que los Poblete Tapia soportaron. Esta vez el Estado fue también un frontón. El caso escalará en los próximos días a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.


Parece un santuario. Lo que quedó de la casa de Vinicio Poblete Tapia (55 años) en La Pintana –después que un incendio el año 2010 se llevara parte de una ampliación de madera–, parece sostenerse con el único objetivo de que se haga justicia a la historia familiar que alguna vez albergó. Al tango que sonaba siempre desde una radio, a los fines de semana de fiesta en torno al pescado frito con ensalada, al sencillo gesto de salir todos juntos a las misas de domingo en la Catedral.

Las fotografías de los padres de Vinicio se apilan por montones. En las imágenes también aparecen los otros dos hermanos: Leyla y Gonzalo. En esta casa el tiempo parece detenido y las únicas escenas en movimiento son los recuerdos.

–Tengo que poder pagar mi manda –comenta Vinicio, mientras enjuga sus lágrimas con un papel higiénico que vuelve a guardar en su bolsillo. Una y otra vez. Cumplirá la manda a pesar de su diabetes y una operación por cáncer renal que lo hace cojear, por lo cual se apoya en una muleta. Quiere entrar de rodillas a la Catedral de Santiago a darle las gracias a Dios, porque la vulneración que siente hace 15 años por fin está en la cancha de la justicia internacional.

Aunque Vinicio desconfía de todos. De la misma justicia, de los médicos y de las autoridades. Por ahora, solo se aferra a una carpeta con papeles. Algunos ajados, viejos y casi en sepia. Son parte del archivo por el caso de su padre.

La historia sin fin

La peregrinación de Vinicio comenzó cuando la familia –que siempre había vivido junta en la Villa Eleuterio Ramírez de La Pintana– era más numerosa y gran parte de la vida giraba en torno a Vinicio Poblete Vilches, el patriarca.

[cita tipo= «destaque»]En el tercer punto de recomendaciones escritas por la CIDH, se concentraba quizás el tema más potente para el Estado. La Comisión pedía disponer de medidas legislativas, administrativas y de otra índole que permitieran que en Chile ningún ciudadano volviera a vivir lo que la familia Poblete Tapia. Incluso se apuntaba la necesidad de incluir medidas presupuestarias para asegurar que el Sótero del Río cuente con medios e infraestructura para entregar una adecuada atención, sobre todo cuando se requiera terapia intensiva.[/cita]

A mediados de enero de 2001, Vinicio Poblete Vilches llegó hasta el Hospital Sótero del Río por problemas respiratorios. Sus hijos dicen que la diabetes que padecía impedía que fuera operado del corazón y por eso nunca autorizaron ese procedimiento. Sin embargo, de igual modo, fue operado. En los registros quedó constancia de que sí hubo una autorización, supuestamente firmada por su esposa, Blanca Tapia, aunque ella no sabía leer ni escribir.

“Lo dieron de alta, pero nadie nos dijo que estaba mal y tenía tres heridas abiertas, por donde botaba pus”, cuenta Vinicio sobre su padre, que debió ser reingresado dos días después al hospital, desde donde salió muerto el 7 de febrero de ese mismo año.

¿De qué murió Vinicio Poblete Vilches? A su familia le dieron seis respuestas diferentes: un paro cardíaco, bronconeumonía, shock séptico, edema pulmonar, entre otros. Cada persona a la que le pidieron una explicación sobre la muerte de su padre, tenía una respuesta diferente.

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Blanca Tapia murió el año 2003 esperando justicia por su marido.

La angustia de no saber, de ser maltratados, de sentirse ignorados, comenzó a desmembrar a la familia.

El año 2003, Blanca Tapia murió de cáncer al estómago.

–Yo estoy seguro que fue la pena –comenta Vinicio entre sollozos, aferrado a la carpeta con los archivos sobre la causa que le arrebata, cada día, un poco más de vida.

Sus padres se conocieron en Valparaíso cuando no pasaban los 20 años y, después de la muerte de su papá, cuenta Vinicio que Blanca no soportó la pena. Se sentaba tardes enteras en una silla que instalaba a la puerta de su casa, solo a llorar. Se conformaba con mirar las fotografías de su esposo que hoy pueblan todo.

–Nosotros éramos felices, una familia unida. Mi papá nos enseñó a perseguir el bien, a hacer el bien en la tierra. Bendice a los que te maldicen y hazles el bien a los que te hagan el mal, nos decía siempre, y nosotros perseguimos la justicia por donde pudimos, como personas cristianas. Pero nuestra vida ha sido sufrimiento tras sufrimiento –dice.

Vinicio debe hacer frente a su salud que se ha ido deteriorando con los años. Tiene diabetes y el año 2005 perdió el riñón derecho.

A fines del 2010, la hermana de Vinicio, Leyla (47), apretó el gatillo de un revólver en su cabeza sin éxito. Intentó disparar cinco veces hasta que la última bala cruzó su estómago. “Yo estaba en una depresión profunda por falta de justicia”, cuenta Leyla. Ahora vive con dos hernias producto del impacto que, además, le dejó una deuda gigantesca en la Clínica Dávila.

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Leyla, hija de Vinicio Poblete Vilches, quiso terminar con su vida el año 2010. Una bala le atravesó el estómago, pero no la mató. El impacto le dejó dos hernias.

El año 2011 murió el menor de los hermanos, “Gonzalito”, quien vivía con una paraplejia desde que nació.

Vinicio lo resume así:

–Nuestra familia se desplomó. Cuando mi mamá murió estaba sumida en una depresión profunda. Los últimos años de su vida quería ir todos los días al cementerio; teníamos que decirle que no se podía. Desde la muerte de mi papá todos nos volcamos a que nos dijeran la verdad, a entender por qué murió o por qué lo mataron.

Solo justicia

La interrumpida peregrinación de los Poblete Tapia por justicia comenzó el mismo año de la muerte de su padre.

Presentaron dos querellas por homicidio y el Juzgado de Letras de Puente Alto sobreseyó el caso en más de una oportunidad.

Pidieron ayuda en la Corporación de Asistencia Judicial; sin embargo, la respuesta tampoco fue exitosa.

El año 2009 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) declaró admisible el caso y hoy, después de más de 15 años desde la muerte de Vinicio, sienten que podrían acercarse a la justicia.

En junio pasado, la CIDH hizo tres recomendaciones al Estado de Chile –la contraparte es la Cancillería–, donde pedían reparar integralmente a los familiares de Vinicio Poblete Vilches por las violaciones de Derechos Humanos a las que pudieron ser sometidos, incluyendo una debida compensación por el daño material y moral.

Otra de las recomendaciones era realizar una investigación completa y efectiva de las violaciones de Derechos Humanos, a fin de que los familiares cuenten con claridad respecto a lo sucedido y se impongan las sanciones correspondientes. Para eso, el Estado debía continuar la investigación reabierta en 2008 o iniciar una nueva investigación.

En el tercer punto de recomendaciones escritas por la CIDH, se concentraba quizás el tema más potente para el Estado. La Comisión pedía disponer de medidas legislativas, administrativas y de otra índole que permitieran que en Chile ningún ciudadano volviera a vivir lo que la familia Poblete Tapia. Incluso se apuntaba la necesidad de incluir medidas presupuestarias para asegurar que el Sótero del Río cuente con medios e infraestructura para entregar una adecuada atención, sobre todo cuando se requiera terapia intensiva.

La CIDH dio dos meses de plazo al Estado chileno para contestar a las recomendaciones; sin embargo, no hubo una respuesta satisfactoria, según relata el abogado de Vinicio, Nicolás Daneri:

–Nosotros entendemos que no existe una voluntad seria por parte del Estado de responder a la solicitud. Tampoco hay una estructura adecuada para llevar a cabo estas recomendaciones –afirma Daneri.

La CIDH pudo haber dado prórroga al Estado para implementar las recomendaciones, si es que hubiera visto voluntad por parte del Estado; sin embargo, el frontón dio pie a un paso siguiente.

Hace unas semanas se le comunicó a Vinicio la decisión de enviar el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, instancia resolutiva que, a diferencia de la Comisión, no solo entrega recomendaciones.

Respecto a por qué el Estado no tuvo la capacidad de responder a las recomendaciones de la CIDH, desde la Cancillería señalan que trataron de “acercar posiciones con el representante de los peticionarios, pero no fue posible un acuerdo, principalmente en lo referido a las indemnizaciones propuestas por ellos, toda vez que su monto se alejaba con creces de los parámetros del Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Sin perjuicio de lo anterior y de que el caso ya fue elevado al conocimiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el Estado ha estado realizando gestiones con miras a dar cumplimiento a las recomendaciones de la Comisión Interamericana”.

Daneri resume así los atropellos a los que ha sido sometida la familia: “Ellos han tenido un peregrinaje por todas las instituciones públicas buscando justicia y respuestas por la muerte de su padre. Hay diagnósticos contradictorios. No se les informó la gravedad del estado de salud del padre y, sin embargo, fue dado de alta de forma negligente. En cada instancia pública a la que recurrieron se vieron enfrentados a una falta de respuestas. Y así se fueron enfermando, muriendo. Ellos viven enfocados en obtener justicia por la muerte de su padre, con toda la afectación sicológica que ello supone”.

Vinicio Poblete Tapia se vuelve a secar las lágrimas con el pedazo de papel que había guardado en su bolsillo minutos antes. Piensa en cómo pagar la manda ahora que la causa llegará a la Corte Internacional. Insiste en que quiere entrar de rodillas a la Catedral, donde iban a rezar en familia. Lo va a hacer aunque ni el bastón en el que se apoya le quita el dolor de la pierna derecha.

–Tuvimos que recurrir a un organismo internacional para que se hiciera justicia, porque acá se nos negó el derecho. En Chile no hay justicia para los pobres. ¿Quién se hace responsable por el sufrimiento y el dolor de toda una familia? –se pregunta Vinicio, mientras llora abrazado a la carpeta con la última parte de la historia de su vida.

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