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Jorge Navarrete apunta a la estrategia comunicacional de Guillier: «Sus palabras son el fiel reflejo del sentido común ciudadano» Dice que «parece obvio» que los discursos deban estar enfocados en los ciudadanos

Jorge Navarrete apunta a la estrategia comunicacional de Guillier: «Sus palabras son el fiel reflejo del sentido común ciudadano»

Agrega que la mayoría de las personas «entienden lo que ellos mismos quieren escuchar, generándose una empatía inicial con el candidato, la que solo es posible prolongar en la medida que éste no baje a las especificaciones del caso». Enfatiza, además, que es similar a la estrategia que utilizó Bacehelet en la campaña pasada, «un período con más énfasis en los silencios que en las palabras, que derrochó muchos titulares pero escasos detalles».


En una columna de nombre «Oportuna levedad», el abogado Jorge Navarrete analiza la estrategia comunicacional de Alejandro Guillier, a propósito de las críticas que éste hizo al gobierno.

«Como buen conocedor de los medios de comunicación y los códigos del debate público, sus palabras son el fiel reflejo del sentido común ciudadano: a saber que, por distintas razones, y algunas de ellas bien contradictorias entre sí, este gobierno no logró satisfacer las expectativas de ese importante porcentaje de personas que lo votó favorablemente hace algunos años», explica.

Sin embargo, dice que sus declaraciones son lo suficientemente generales, «o ambiguas dirían sus más críticos, como para coincidir con su audiencia sin que eso signifique dar un paso más adelante, interrogándose por las causas de lo que él describe y, menos aún, por las correcciones que deben hacerse para alterar el actual estado de las cosas», consigna La Tercera.

Agrega que, desde esa perspectiva entonces, «la mayoría de los ciudadanos entienden lo que ellos mismos quieren escuchar, generándose una empatía inicial con el candidato, la que solo es posible prolongar en la medida que éste no baje a las especificaciones del caso».

Enfatiza que es similar a la estrategia que utilizó Bacehelet en la campaña pasada, «un período con más énfasis en los silencios que en las palabras, que derrochó muchos titulares pero escasos detalles» y que, eventualmente, terminó en «una importante baja en su popularidad justamente a raíz del contenido de los proyectos de ley que materializaron las principales reformas; amén de un diseño político torpe, soberbio y que menospreció la opinión de esos mismos ciudadanos que con entusiasmo la llevaron al poder».

«Ahora bien, el que esa estrategia no sea sustentable en el tiempo, no necesariamente significa que sea equivocada, al menos no por ahora», argumenta Navarrete, «de hecho, y en el marco de un creciente y agudo desprestigio de la clase política y sus principales instituciones, parece obvio que los discursos y sus códigos deben estar enfocados al mandante principal, o sea los ciudadanos, presionando a través de éstos para viabilizar su candidatura al interior de las estructuras y procedimientos que deberá darse la Nueva Mayoría. En efecto, los partidos políticos parecen ser una condición “sin la cual” no es posible ganar una elección, pero definitivamente no son la razón “por la cual” los candidatos resultan finalmente vencedores».

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