Los defensores del ex sacerdote crecen con los días. Desde Manuel Riesco, Mariana Aylwin, pasando por periodistas reconocidos, han salido a poner en la balanza el papel que jugó el ex vicario durante la dictadura en la defensa de los Derechos Humanos. Un despliegue –lobby incluido en sectores políticos y judiciales– que las víctimas de los abusos cometidos por él no logran comprender. «Parece que para ellos las vidas mías o de Patricio Vela valieran menos que las que Precht defendió», dice uno de sus denunciantes, Jaime Concha.
«Traidor». «Vendido». «Solo fuiste un cuerpo usado». «Mentiroso compulsivo». Todo esto es lo que ha tenido que leer en redes y escuchar en los últimos días Jaime Concha, uno de los sobrevivientes del llamado «caso Maristas» y que ha hablado sobre la fractura que significó en su vida el abuso que sufrió de parte de uno de los sacerdotes más emblemáticos de la Iglesia católica en las últimas décadas, Cristián Precht.
Le ha dolido, pero no le extraña, así como tampoco la férrea defensa a brazo partido que ha surgido a favor del ex sacerdote, desde que el Vaticano resolvió, el pasado 15 de septiembre, sancionarlo con la expulsión de por vida de su estado clerical. También le ha dolido –lo mismo que a otras víctimas– el silencio de quienes han callado.
“De Cristián no voy a hablar”, se excusan al teléfono varios abogados vinculados a la defensa de los Derechos Humanos. No quieren defenderlo, aunque tampoco hablar sobre sus sombras y pecados. Pero sí hay otros personajes que no se han ahorrado comentarios para defender a Precht, a pesar de los casos de abuso sexual que pesan en su contra, y apostar, además, por una especie de «competencia» de delitos entre el ex sacerdote y el ex párroco de El Bosque, Fernando Karadima.
El domingo, el periodista Ascanio Cavallo, en su habitual columna política, plasmó una de las mayores consignas de quienes defienden al ex sacerdote diocesano: “Una vez más, el Vaticano –la Congregación para la Doctrina de la Fe, en este caso– parece actuar sin ver el conjunto. Lo ha hecho con Karadima, que vive en una especie de Penal Cordillera del sacerdocio. Lo hizo con el obispo Juan Barros, que se ostentó durante la visita papal a Chile hasta el punto de convertirla en un fracaso. Lo hace con otros procesos, que continúan un largo recorrido por las catacumbas serpenteantes de la justicia canónica. Y, en cambio, tiene con Precht la expedición y la radicalidad que no ha mostrado con nadie, nunca antes”.
No es el único que «contextualiza» en este caso y que saca a colación la trayectoria en materia de DDHH de Precht para tratar de equilibrar la balanza ante los abusos sexuales que se le imputan. Desde ese sábado 15 de septiembre, cuando se conoció la decisión vaticana, las cadenas en Twitter y redes sociales crecieron como la espuma.
[cita tipo=»destaque»]Para Jaime Concha, todo el despliegue apelando al papel que Precht jugó en la defensa de los Derechos Humanos en dictadura, constituye un doble estándar que no entiende. “No me extraña, porque así como denunciamos círculos de encubrimiento al interior de la Iglesia, como hemos visto pactos de silencio en el Ejército, también en relación con la Iglesia y la pederastia ha ocurrido lo mismo. Desde Karadima, Ezzati, Errázuriz, etcétera, hay una asociación ilícita y la trama es más compleja. Parece que para ellos, que siempre defendieron los Derechos Humanos, las vidas mías o de Patricio Vela (familia de quien denunció por primera vez al ex vicario) valieran menos que las que Precht defendió”, se queja con impotencia.[/cita]
Ese mismo día, el economista Manuel Riesco –esposo de la diputada del PC y ex abogada de la Vicaría de la Solidaridad, Carmen Hertz– escribió en su cuenta de Twitter: “Querido Cristián Precht, te hago llegar mi pública solidaridad. No olvidaré jamás que en momentos más duros estuviste expuesto y actuaste siempre con valentía, inteligencia, prudencia y firmeza. Sanción brutal no por tus pecados sino por desobedecer deshonra iglesia”.
Al día siguiente, el periodista Jorge Andrés Richards también defendió al sacerdote en redes: “Muy triste la noticia de Cristián Precht, un hombre que hizo tanto y se la jugó entero por los DD.HH. durante la dictadura”.
El 17 de septiembre, la ex DC Mariana Aylwin también puso en entredicho la sanción vaticana: “La falta de transparencia en los juicios eclesiásticos hace que sus decisiones parezcan arbitrarias. No se entiende sanción a Cristián Precht versus Karadima. Da para creer cualquier cosa y eso daña a personas y a la institución. La Iglesia sigue igual o peor de hermética”.
La cantidad de «personajes» que se han volcado a las redes sociales para defender la figura de Precht no solo son una barra brava, sino que además no se han quedado en las meras declaraciones y han apostado por la protección de la figura del ex sacerdote desplegando un lobby que ha llegado a esferas políticas y judiciales, para instalarlo como un «héroe» de la democracia.
Entre sus amigos con grandes influencias, pero con un perfil más sigiloso, están Tomás Scherz, gran canciller de la UC, y Enrique Correa, quien tomó el caso desde los inicios a través de su famosa consultora Imaginacción.
En la biografía no autorizada de Precht, que escribió la periodista Andrea Lagos –Las culpas del vicario–, Correa da semblanzas de lo que ya se ha echado a correr como una teoría: “Las casualidades en política no existen. Este caso partió de una conspiración. Se puso un lente de profundidad sobre Cristián y comenzaron a salir asuntos de su vida íntima. ¡Por fin encontraron al cura de izquierda para destruirlo!”, reza esa investigación.
La vinculación de Enrique Correa y la Iglesia católica es casi obvia y antigua: el lobbista participó en el Seminario, donde estudió para ser cura, meta que no logró, pero sí uno de sus compañeros, Luis Eugenio Silva, quien fue secretario personal del cardenal Raúl Silva Henríquez.
Por eso es que también Correa también ha tenido cercanía con la jerarquía eclesiástica, incluso la más cuestionada actualmente.
En los correos secretos entre los cardenales Francisco Javier Errázuriz y Ricardo Ezzati, publicados por El Mostrador en septiembre de 2015, Errázuriz mencionó el lobby del ex ministro para hacer caer la opción del sacerdote jesuita Felipe Berríos como capellán de La Moneda, en una clara operación política: “Antes de salir de Chile llamé a E. Correa para decirle que si el gobierno nombraba a personaje (se refieren a Felipe Berríos) capellán de La Moneda, estaría armando un gran e innecesario conflicto, porque te obligaría a rechazarlo, lo cual crearía serias tensiones entre el gobierno y la iglesia, y al interior de la iglesia. Me dijo que lo transmitiría de inmediato”.
Para Jaime Concha, todo el despliegue apelando al papel que Precht jugó en la defensa de los Derechos Humanos en dictadura, constituye un doble estándar que no entiende. “No me extraña, porque así como denunciamos círculos de encubrimiento al interior de la Iglesia, como hemos visto pactos de silencio en el Ejército, también en relación con la Iglesia y la pederastia ha ocurrido lo mismo. Desde Karadima, Ezzati, Errázuriz, etcétera, hay una asociación ilícita y la trama es más compleja. Parece que para ellos, que siempre defendieron los Derechos Humanos, las vidas mías o de Patricio Vela (familia de quien denunció por primera vez al ex vicario) valieran menos que las que Precht defendió”, se queja con impotencia.
«Ese negacionismo que le critican a la derecha es igual para el otro lado. Estos mismo que salen a defender a Precht, se ponen en la misma trinchera de lo que hacen los presos de Punta Peuco. Qué injusto para nosotros que somos víctimas. El silencio siempre es complicidad”, sentencia Concha.