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Chile y su deuda en electromovilidad Opinión

Chile y su deuda en electromovilidad


En esta semana en que conmemoramos el Día del Medio Ambiente, es preciso analizar una de las diversas soluciones planteadas para lograr ciudades más limpias y sustentables: la electromovilidad.

Es que para una planificación acorde al siglo XXI ya no basta con responder a los cuatro objetivos clásicos del tránsito que se exigían en décadas pasadas: que sea expedito, seguro, cómodo y ordenado.

Hoy debemos agregar nuevos aspectos como la accesibilidad y el desarrollo de nuevas tecnologías que permitan una menor (o nula) dependencia hacia los combustibles fósiles. El cambio a una matriz energética eléctrica es uno de los muchos avances en esta materia, existiendo proyectos avanzados no sólo para los automóviles y motocicletas, sino que incluso para vehículos de carga y transporte urbano de personas.

El 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo son producidas por el sector del transporte, siendo un 75% de ellas emitidas por los vehículos de carreteras. Por ello, la electrificación es un desafío a nivel mundial.

En Chile, el desarrollo del mercado automotriz y todo lo que conlleva (oferta de vehículos, talleres de mantención, puntos de carga, conocimiento de los aspectos técnicos por parte de conductores, etc.) es aún incipiente. De los casi 6 millones de vehículos en circulación en el país, unos 3.500 son eléctricos (0,06%) y solo existen poco más de 250 electrolineras (puntos de carga) en Chile, lo que muestra lo naciente de esta tecnología.

El principal país líder en esta materia es Noruega, donde, mediante un fuerte compromiso estatal y ayudas, la compra de un vehículo marca Tesla Model 3 es más económica que un Toyota Corolla.

Sin embargo, aún hay preguntas sin respuestas, como el elevado costo inicial del vehículo; el rendimiento, que depende de factores externos como temperatura ambiente, pendiente o gradiente de la ruta o la carga del vehículo; el poco número de electrolineras y el largo tiempo de carga; o la vida útil de la batería y el costo del recambio, también aspectos de fondo relacionados con la sustentabilidad y el impacto al medio ambiente durante el proceso de obtención de materias primas como la extracción de litio y qué hacer posteriormente con las batería en desuso y reciclaje.

Más allá de las intenciones, estas aristas necesitan ser discutidas como nación, con el fin de salir de las intenciones y convencer con argumentos sólidos a las personas para que hagan este cambio clave en la movilidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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