La última cuenta pública del Presidente Piñera fue un discurso de cierre de su gobierno, poniendo énfasis en lo que se ha hecho, comparando con gobiernos anteriores para demostrar cuantitativamente que éste es el mejor. En la lógica de Piñera el éxito se mide en números, la realidad es cuantificable y va pasando lista como en un supermercado, de las cosas que han cumplido.
En una intervención transformada en un programa de televisión, donde cada imagen está pensada para los medios, no había nada nuevo que comunicar, ya que hoy por hoy, gobernar es comunicar. Vivimos en tiempos de la “telepolítica”.
Sin embargo, Piñera no entiende que el país está en otra conversación. Ya no es la de los logros cuantificables, “objetivos”, sino que es una conversación de valores.
En la vereda opuesta, Camilo Escalona se bajó de la elección en una guerra de declaraciones cruzadas, demostrando que el gran fumador de opio era él, que no logró ver la realidad de lo que quiere la ciudadanía.
