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Te vas quedando sola: Bachelet a patadas con la prensa La Moneda fuera de control por Caso Caval

Te vas quedando sola: Bachelet a patadas con la prensa

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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En el oficialismo saben, porque así lo hacen ver en privado desde la sede de Gobierno, que la Mandataria está muy molesta por el “tratamiento” que los medios de comunicación han dado al Caso Caval y puntualmente a su familia, a su hijo Sebastián Dávalos y a su nuera. Así, la poca tolerancia presidencial a enfrentar este tema –que ha marcado su gestión durante todo un año y que dio un golpe mortal a su popularidad– es coincidente con el rayado de cancha que la propia Presidenta hizo a sus ministros a principios de año, ya que refleja su negativa a hacer mención de forma alguna al asunto.


El primer lunes del 2016, a primera hora del día, la Presidenta Michelle Bachelet encabezó un Consejo de Gabinete en La Moneda, una cita en que quiso dar señales de normalidad pública, ya que era la primera reunión de la Mandataria con sus ministros después del tenso episodio que tuvo con el titular de Interior, Jorge Burgos (DC), que por varias horas figuró con un pie literalmente fuera del Gobierno. En esa reunión sucedió un hecho que refleja el verdadero impacto que tiene en la Mandataria el Caso Caval, que estos días vive su semana clave con la formalización de su nuera Natalia Compagnon el próximo viernes 29, el que ha definido la tensa relación de la jefa de Estado con los medios de comunicación el último año.

En el Gobierno explicaron que, en ese consejo de gabinete, la Presidenta Bachelet fue categórica y tajante con todos sus ministros: les dijo que no quería hablar del Caso Caval con nadie, en ninguna circunstancia ni formato, ni en público ni en privado, ni en bilaterales con nadie. Una definición que es coincidente con la respuesta que el lunes 18 de enero recibieron los timoneles de la Nueva Mayoría luego de demandar, en el seno de la reunión del comité político de ese día, una bajada comunicacional desde Palacio para enfrentar con un discurso común los vaivenes de la formalización de la nuera de la Mandataria y los cuestionamientos al administrador de La Moneda, Cristián Riquelme. Ahí les dejaron en claro que La Moneda no estaba en condiciones de hablar de ese tema.

Dos hechos que adquieren relevancia y que explicarían el verdadero trasfondo de la cuestionada decisión de La Moneda de limitar el acceso, en los viajes de Bachelet al extranjero, de los periodistas acreditados en Palacio y que cubren las actividades de la Mandataria, dentro y fuera del país. En el Gobierno reconocen que el punto de inflexión que motivó la polémica medida fue el incómodo episodio que vivió el viernes 22 de enero la Presidenta, después de participar de la ceremonia de conmemoración de los 34 años de la muerte del ex Mandatario Eduardo Frei Montalva, que se realizó antes del mediodía en la Plaza de la Constitución.

Bachelet se retiró caminando por el costado de la plaza que da a calle Teatinos rodeada de su escolta, instancia que la prensa aprovechó –como siempre con todos los Mandatarios durante años– y se acercó para preguntarle por la situación de Riquelme, la posibilidad de hacerle un sumario administrativo y las distintas aristas del caso Caval, temas sobre los cuales la Mandataria ha guardado un estricto silencio y que La Moneda trata de esquivar diariamente.

Fue seguida hasta la puerta misma de Palacio, rodeada de cámaras de televisión y micrófonos, momento en que uno de los encargados de la avanzada presidencial, Felipe Barnachea –PS, del escalonismo duro y ex jefe de gabinete de Rodrigo Peñailillo– se devolvió para reclamar a los periodistas por la “impertinencia” de preguntarle a la Presidenta algo que se sabe “no quiere contestar”. Más aún, una periodista fue abierta y bruscamente bloqueada –lo que queda en evidencia en registros gráficos de la jornada– durante el trayecto por una carabinera de civil, en plena calle, tratando en todo momento de impedirle el paso y advirtiendo que no podía preguntarle a la Mandataria.

Desde el propio segundo piso de la sede de Gobierno han comentado, estos días, que la Presidenta subió notoria y profundamente ofuscada por la situación, decidida a que se tomaran medidas para no verse más expuesta así. Eso fue lo que se hizo, porque desde que se notificó la decisión de restringir los cupos a los viajes, se ha hecho hincapié en que la jefa de prensa de Presidencia, Haydée Rojas, no se manda sola, que cumple órdenes y que la decisión tuvo luz verde presidencial.

En el oficialismo saben, porque así lo hacen ver en privado desde la sede de Gobierno, que la Mandataria está muy molesta por el “tratamiento” que los medios de comunicación han dado al Caso Caval y puntualmente a su familia, a su hijo Sebastián Dávalos y a su nuera. Así, la poca tolerancia presidencial a enfrentar este tema –que ha marcado su gestión durante todo un año y que dio un golpe mortal a su popularidad– es coincidente con el rayado de cancha que la propia Presidenta hizo a sus ministros a principios de año, ya que refleja su negativa a hacer mención de forma alguna al asunto.

No todos en Palacio comparten la medida que se adoptó, hay autoridades que en reserva la consideran un error, uno grave, se sienten incómodos, la califican como un desacierto y, además, anunciada en el peor momento, en la peor semana, a días de la formalización de Compagnon.

Los indeseables

Cuando el lunes 25 se informó sobre la restricción de los cupos para los viajes, desde Presidencia se argumentaron razones “logísticas”, de reducción de presupuesto, como la cantidad de Van que se arriendan para traslados, la salas de despacho en hoteles, también sacaron a colación los criterios con los que viaja la prensa que cubre a Mandatarios de distintos países, que así pueden incorporar a corresponsales y medios regionales que “tienen otros temas y preguntas”, que lo que se quiere es usar el mismo modelo que aplica la Cancillería para los viajes del ministro, Heraldo Muñoz, donde “invitan” a medios puntuales, tres o cuatro máximo, a cubrir sus actividades en el extranjero.

En promedio a las giras internacionales de Bachelet –así como ha sucedido desde 1990 en adelante con todos los Presidentes– se acredita un promedio de entre 17 y 22 periodistas, que en su mayoría son los mismos reporteros que viajan a todas las visitas al exterior, que están inscritos como titulares de sus medios de comunicación ante la sede de Gobierno y que día a día cubren la actividades de Palacio. Lo que Presidencia espera ahora es que ese contingente no supere las once personas e, incluso, ante la escalada de críticas que desató el tema, pretenden que sean los propios periodistas los que seleccionen quiénes se quedan en tierra y quiénes pueden incorporarse a las giras, idea que no tendría un buen futuro.

En prensa de la Presidencia formalmente explicaron ayer que la medida “no es censura, porque los medios que quieran cubrir los viajes de la Presidenta en el extranjero podrán hacerlo por su cuenta (…) es lo mismo que cuando un medio decide que su corresponsal en Curicó cubra la visita en esa región y no el titular”.

Insistieron varias veces que “no hay un sesgo a la prensa” y que “no se trata que no habrá ley pareja, sino que solo habrá cupos limitados”.

Pero en privado las respuestas son otras. En La Moneda y desde Presidencia consideran que “no están dadas las confianzas para trabajar con algunos periodistas”, que hace unas semanas un medio de comunicación “rompió el acuerdo de un off impublicable que se había adquirido con la Presidenta”, que con lo que pasó el viernes con la Mandataria, al perseguirla preguntándole por el caso Caval, “se perdieron todas las formas” y que la prensa no ha tratado a la Jefa de Estado con el respeto que se merece, que ese día se puso en riesgo la “seguridad” de Bachelet.

En prensa de Presidencia agregaron que existe una “caricatura equivocada” de que la Presidenta no habla, que “eso no es cierto” y explicaron –no sin cierta ironía– que ella tiene un estilo diametralmente distinto al de su antecesor, Sebastián Piñera, que hablaba de todos los temas, a cada rato y que algunos periodistas quedaron mal acostumbrados a tener acceso habitual al Mandatario para hacerle todo tipo de consultas y casi “tomar tecito con él”.

Este capítulo solo viene a sumarse a la ya conocida compleja relación que el bacheletismo siempre, tanto en el primer Gobierno como ahora, ha tenido con la prensa. Basta recordar que en el primer mandato de Bachelet y durante la campaña del año 2013, llovieron las críticas por el excesivo hermetismo que imperaba hacia los medios de comunicación, la nula entrega y acceso a la información más allá de los comunicados oficiales, como también un permanente maltrato a los periodistas, que chocaba con el discurso público de una administración de centroizquierda que vela por la igualdad de oportunidades, derechos, acceso y fortalecimiento de la democracia. Un estilo que se catalogó en su momento como muy propio de la RDA, aludiendo al período en que Bachelet estuvo exiliada en Alemania Oriental, durante la dictadura militar.

Todo eso cambió radicalmente desde el 11 de marzo del 2014. La crisis política interna que desató la equívoca nominación de varios subsecretarios que no lograron asumir por estar públicamente cuestionados, llevó a la decisión de hacer un giro en la estrategia del secretismo que regía al bacheletismo y se introdujo a distintos profesionales, periodistas con reconocida trayectoria en medios de comunicación, no necesariamente militantes, en cargos estratégicos, para generar una nueva y mejor relación con la prensa.

Eso duró hasta que estalló el Caso Caval el 6 de febrero del 2015. Desde entonces, varios periodistas han sido criticados y emplazados por las preguntas que realizan a la Mandataria y se ha instalado una suerte de “desconfianza” desde Presidencia y que ha aumentado con los meses, al punto que se ha llegado a revisar el celular de algunos reporteros por temor a que estuvieran grabando conversaciones en off.

En el círculo de la Presidenta consideran a los periodistas –a algunos en particular– como una suerte de “enemigos”, se les acusa de operar “para la derecha” y están convencidos que la prensa quiere destruir a la Presidenta, sin evidenciar un ápice de autocrítica ante la seguidilla de errores y autogoles cometidos por la actual administración en diversas áreas.

[cita tipo= «destaque»]La situación ha llegado al punto que en estos días, en reserva, algunos inquilinos de La Moneda han reconocido que hay “personas non gratas” para la Presidencia entre la prensa acreditada en Palacio y por lo mismo es que no se puede descartar que la medida adoptada para restringir los viajes, más allá de los argumentos logísticos, apunte precisamente a dejar fuera a los periodistas que incomodan a Bachelet y su círculo de asesores más estrechos.[/cita]

La situación ha llegado al punto que en estos días, en reserva, algunos inquilinos de La Moneda han reconocido que hay “personas non gratas” para la Presidencia entre la prensa acreditada en Palacio y por lo mismo es que no se puede descartar que la medida adoptada para restringir los viajes, más allá de los argumentos logísticos, apunte precisamente a dejar fuera a los periodistas que incomodan a Bachelet y su círculo de asesores más estrechos.

En democracia…

Este episodio generó todo tipo de reacciones. En un tibio comunicado, el Colegio de Periodistas llamó “al equipo comunicacional de la Presidenta y a la Secretaría General de Gobierno a trabajar conjuntamente un protocolo que establezca un sistema estable y claro respecto de la acreditación de trabajadores de la prensa en Palacio, a modo de garantizar el acceso de todos los medios de comunicación a la cobertura de las giras presidenciales» y el diputado RN, Nicolás Monckeberg, presentó ayer un requerimiento ante la Contraloría General para que se prohíba «expresamente a las autoridades de Gobierno discriminar o seleccionar arbitrariamente a los medios de comunicación que participen en las giras oficiales», argumentando que «la Presidencia no es la dueña de los recursos públicos”, por lo que no podría determinar qué medios tienen derecho a cubrir una pauta periodística.

Más allá de la coyuntura, distintos analistas coincidieron en criticar la errática decisión de Palacio. El ex subdirector de la Secom, Carlos Correa, puso el acento en que “en democracia no existen los periodistas amigos ni los indeseables” y que el problema de fondo es que “la autoridades sienten que los medios de comunicación no cubren lo que a ellos les interesa, Piñera se quejaba de lo mismo, deben aprender que en estos tiempos modernos la prensa es mucho más punzante”.

Correa –quien dio un paso al costado del Gobierno en julio del 2015– recalcó que la decisión de La Moneda “es una torpeza que espero que sea aclarada”.

El decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Central, Marco Moreno, afirmó que “la decisión de La Moneda de limitar por “razones logísticas” que los medios de comunicación cubran los viajes de la Presidenta va en contravía de la demanda creciente por transparencia que se ha instalado en la sociedad chilena” y recordó que “evaluar las actividades de La Moneda y especial de la Presidenta plantea problemas cuando los ciudadanos disponen de una información incompleta y asimétrica”.

Añadió que “para ejercer control por parte de las instituciones del pluralismo se precisan medios de comunicación independientes, un auténtico pluralismo informativo y una cobertura imparcial”, por lo que “cuando La Moneda se queja del tratamiento que reciben de las instituciones pluralistas –en referencia a los últimos problemas ocurridos con la prensa– su mejor estrategia sería facilitar la trasparencia y el control y no filtrarla o limitarla en los hechos, como se desprende del cambio anunciado por la jefa de prensa de la Mandataria”.

El director de Adimark, Roberto Méndez, consideró que “es una medida muy inoportuna y muy dañina para la Presidenta”. Explicó que “la percepción que existe es que la Presidenta se ha ido aislando y esto viene a profundizar este aislamiento. Durante el último año su aprobación ha caído fuertemente, hay un alejamiento político con sus partidos y con su gabinete, todas relaciones que no pasan por un buen momento, por lo que es una medida muy arriesgada e inoportuna en términos que es el peor momento para aislarla de la prensa”.

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