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Crítica de cine: “Aires de esperanza”, la gramática del amor Cinta del director canadiense Jason Reitman

Crítica de cine: “Aires de esperanza”, la gramática del amor

Protagonizado por Kate Winslet y Josh Brolin, este título es un rescatable filme que despliega sus claves narrativas entre la espera de la pasión, el misterio de lo real, y la reunión “fortuita” —en la infinitud del universo—, de un par de almas marginadas del tiempo. Asimismo, se explaya en la ilusión de construir emociones y sentimientos al lado de otros seres humanos, y en la frustración y en el impedimento, de vivir un sueño de felicidad. Una obra que resplandece en la cartelera local por su penetrante humanidad y belleza cinematográfica.


“Con frecuencia, entre un hombre y una mujer, sólo uno de los dos se enamora. El otro, o la otra, acepta, o soporta. En nuestro caso, maravilloso, la pasión es igual en ambos. Locos los dos. Lo que es hermosísimo pero también da miedo. Somos como dos hojas empujadas con furia la una hacia la otra por vientos opuestos. ¿Qué sucederá cuando se encuentren?”.

Dino Buzzati, en “Carta de amor”, en Las noches difíciles

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Del nacimiento de un amor mágico y desproporcionado, de la aparición en una vida de ese sentimiento verdadero, de ese enamoramiento que una radiante Michelle Pfeiffer, en un rol inolvidable del filme Chéri —la adaptación de una novela de la francesa Colette—, decía que sólo llega una vez en la existencia.

Sobre aquello trata Aires de esperanza (Labor Day, 2013), la última cinta del director canadiense Jason Reitman (1977), conocido en Chile por su celebrada comedia Juno (2007) y el largometraje, estelarizado por George Clooney, Amor sin escalas (2009). Hace unas temporadas, de eso, en todo caso.

Por esta pieza, la ganadora del Oscar, Kate Winslet, obtuvo una nominación como mejor actriz en los Globos de Oro de este año: no venció en la justa de Los Angeles, sin embargo, pero su interpretación en esta película resulta de una categoría superlativa. La australiana encarna el papel de Adele, una mujer divorciada que bordea las cuatro décadas, y quien vive con su único hijo, Henry, en los alrededores de una pequeña ciudad del Estado de Massachussets, en el año de gracia de 1987.

La locura y la fragilidad emocional la acorralan, sale poco de su casa, y el niño, y unas cuantas novelas que versan acerca de vivir unos días felices, son su único apoyo en una realidad ignota y agresiva, en donde ella aparece instalada de una manera absolutamente descolocada y fuera de lugar. Algo aguarda, Adele, no obstante, una expectativa de un hecho que desconoce, casi imaginario, un instante que se debate entre su memoria y sus anhelos: eso la mantiene despierta y en alerta, pese al hastío y la grave depresión que padece.Aires de esperanza 2

“Desearía que mi vida no dejase tras ella otro murmullo que el de una canción de centinela, una canción para engañar la espera. Independientemente de lo que se logre o deje de lograrse, lo magnífico es la espera misma”, anotó en su fundamental El amor loco (1937), André Breton, el genial padre del surrealismo, el buscador del oro del tiempo.

En esa melodía existencial se halla respirando Adele, cuando en el camino sin sobresaltos suyo y de Henry, el descendiente adolescente que prefiere acompañar a su madre en la precariedad, antes que elegir la seguridad que le ofrece su padre, irrumpe Frank, el personaje encarnado por Josh Brolin.

Un día cualquiera, mientras van de compras a un supermercado, toca a la puerta de su intimidad un hombre desesperado, un presidiario en plan de fuga, que sólo desea encontrar un refugio para escapar de la policía que le pisa los talones, y recuperarse de una lacerante herida en la zona abdominal.

Bajo un cielo indiferente y dentro de un universo al que nada le importa, salvo seguir su marcha inefable por la nada misma, como enunciarían William Faulkner y Woody Allen, dos almas desenfocadas, botadas en la berma de la existencia, sin destino y sin futuro predecible, se cruzan, provocando un cortocircuito en el espacio, y en el vacío de sus afectos. Si pensamos en las situaciones que tienen que acontecer y en las decisiones que se deben escoger a fin de que un par de personas lleguen a conocerse, comprenderíamos que ningún evento ocurre por casualidad. Un argumento semejante utiliza Sean Penn, cuando aborda a Naomi Watts en la película 21 gramos, de Alejandro González Iñárritu, y le cita el poema cursi, aunque cierto y veraz, del venezolano Eugenio Montejo: “La tierra giró para acercarnos/ giró sobre sí misma y en nosotros, / hasta juntarnos por fin en este sueño”.

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Frank encara a Adele con un revólver en desmedro de las rimas, y con amenazas de violentar a Henry si prescinde de seguir al pie de la letra sus sugerencias y pedidos de ayuda. El efecto en sus sentidos, empero, es el mismo de Penn, e idéntico al de Gustave Flaubert, el que en la mente de Frédéric Moreau, el héroe de La educación sentimental (1870), coloca los siguientes pensamientos, luego de que éste entreviera a madame Arnoux, en la cubierta de un navío de río.

“Fue como una aparición. Jamás había visto él un esplendor semejante al de su piel morena, ni un talle tan seductor, ni una finura como la de esos dedos que la luz atravesaba. Absorto, contemplaba su cestillo de labor como una cosa extraordinaria. ¿Cuáles eran su nombre, su domicilio, su vida, su pasado? Anhelaba conocer los muebles de su habitación, todos los vestidos que ella hubiera usado, a las personas que frecuentaba; y el deseo de la posesión física incluso desaparecía bajo un ansia más profunda, en una dolorosa curiosidad sin límites”.

Esos son los motivos artísticos y dramáticos de Aires de esperanza, un filme que desconsuela, y que también estimula a la reflexión y al pensamiento, con los riesgos a la salud psíquica que este ejercicio, escaso en estos días, siempre conlleva. A veces, bastan sólo tres días para colapsar las lagunas, los dolores y las angustias de una vida entera. Puede ser que en un momento, en tan sólo unas horas, en un minuto, se nos revele el sentido completo de nuestra existencia y su póstuma razón de ser. Las frustraciones y los contratiempos, también son parte de ese sendero que nos dirige a la plenitud, la que se huele y atisba.

Film Review Labor Day

El crítico de un matutino chileno, escribió textual acerca de esta cinta: “Aquí no hay nada bueno y no hay buen cine”. Es la ignorancia que mueve al mundo y a las plumas impertinentes.

Aires de esperanza basó su guión en la novela Labor Day, de la escritora estadounidense y antigua pareja de J. D. Salinger, Joyce Maynard, y quien además asesoró a  Jason Reitman, en la elaboración del texto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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