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Gioconda Belli: “La primera obligación de un escritor es vivir, acumular experiencias” La artista nicaragüense recibió en Antofagasta el Premio Andrés Sabella por su trayectoria

Gioconda Belli: “La primera obligación de un escritor es vivir, acumular experiencias”

Consagrada como una de las voces femeninas más destacadas del panorama literario hispanoamericano del último tiempo, esta narradora y poeta fue una de las visitas ilustres que tuvo la reciente Ficzil 2014. Amiga del escritor británico Salman Rushdie, y de su compatriota, el mítico Ernesto Cardenal, la creadora fustigó a la crítica de estas latitudes, por el ninguneo que hace de la obra de Isabel Allende, según ella. También, contó detalles de su pasado revolucionario, de su pasión por Flaubert y Virginia Woolf y del tema de lo que será la novela que publicará próximamente.


El momento bisagra de la entrevista, fue cuando Gioconda Belli (Managua, 1948), me preguntó a mí, su entrevistador, si yo era feliz. Le respondí que esa no era la palabra que correspondía para definir mi estado, sino que el término tranquilidad, y con el objeto de dejárselo más en claro, le cité un hermoso fragmento del comienzo de El cuarteto de Alejandría, la pieza magna del indio Lawrence Durrell, que describe el significado de aquello.

Y le apunté con mi audacia, pues gracias a ese salto presuntuoso, me confidenció que precisamente hablando de las creaciones de ese gran autor, de Durrell, es que se hizo una íntima del errante Salman Rushdie, con quien se comunica en forma frecuente.

Los epígrafes son importantes en la vida de Gioconda Belli. De hecho, relata que debido a que su tercer esposo, le declamó unos sonetos de Shakespeare en inglés, poco después de conocerse, aquel fue el factor que la hizo enamorarse de él, hasta el día de hoy. Eso sucedió a mediados de los años ´80. Este domingo, la acompaña fielmente en Antofagasta.

elinfinito

Ha sido agitada la biografía de la artista nicaragüense, antes de consagrase, en la primera década de este siglo, como una de las narradoras de mayor prestigio en Latinoamérica, sobre todo después de ganar en 2008 los premios Biblioteca Breve y el Sor Juana Inés de la Cruz, por su novela El infinito en la palma de la mano. Previamente, y mucho más joven, ya se había forjado un prestigio en el ámbito de la poesía, al vencer en el cubano galardón Casa de las Américas, por su libro Línea de fuego (1978). Hija de una acomodada familia de la capital de su país, fue enviada luego a estudiar su secundaria en un colegio católico de Madrid.

“Si bien supe a los quince años que sería escritora, principalmente debido a la formación y estímulos literarios que recibí de parte de mi abuelo materno, en España me acerqué al teatro y a los autores del Siglo de Oro, lo que fue fundamental para mí”, recuerda. “Cuando regresé a Managua, ya llenaba hojas con versos. Y ahí fue cuando un amigo, me convenció de ir a mostrárselos al director del diario La Prensa, el periodista Pedro Chamorro, el que después fue asesinado y que en ese entonces era el esposo de la mujer que después sería Presidenta, Violeta (Chamorro). Se los exhibí, y en sólo dos semanas, publicaba mis poemas en el periódico más importante del país, uno de circulación nacional”, describe Belli.

Por esa época contrajo matrimonio, tuvo dos hijas, y se vio obligada a huir de su país, en diciembre de 1975, tras ser descubierta en actividades de índole revolucionaria, en contra del régimen somocista (por el gobierno autoritario instaurado por los integrantes de la familia Somoza, el Presidente Anastasio, su hijo homónimo, y otro de nombre Luis), a favor de la causa del Frente Sandinista de Liberación Nacional, conocido por sus siglas FSLN. Un proceso que, sin embargo, concluiría exitosamente en 1979, con el triunfo de la guerrilla y el derrocamiento del clan de dictadores. La poeta, en esos años, tenía ideas que define como “nacionalistas de izquierda, populares, épicas y antiimperialistas”, reconoce.

En ese lapso, Belli ya había leído los títulos de algunos autores, hombres y mujeres, que han influido de una manera enorme en su estética literaria, su visión de la realidad, y el papel que le cabe al genero femenino en el interior de ésta: a Virginia Woolf, de acuerdo a sus palabras, la creadora más cercana y admirada por ella, a Doris Lessing, a la mexicana Elena Poniatowska, a Emily y a Charlotte Brontë, a Oscar Wilde, al mencionado Shakespeare, a Lope de Vega, a Charles Dickens, a Susan Sontag y a Gustave Flaubert. Este último, vital en el simbolismo subyacente que se aprecia en sus textos.

“No puedo entender la idea del amor, sin haber estudiado sus novelas La educación sentimental y Madame Bovary, las extraordinarias cartas de su epistolario, vitales en el aprendizaje de cualquier persona que desea escribir”, asegura. Sobre Virginia Woolf, dice la amiga de Ernesto Cardenal: “Una habitación propia (1929) es mi Biblia”, sentencia en axioma.

Acerca de los estímulos y la intimidad propia del oficio al que se dedica, la inventora de historias no duda en elaborar una suerte de decálogo para sus colegas más jóvenes. “La primera obligación de un escritor es vivir, acumular experiencias. Eso es lo que te hace ser un artista, el elemento que condimenta tu obra. Por otra parte, la idea de buscar, a través de la creación dramática, los caminos para luchar por un mundo mejor, más justo, más humano y trascendente, por perseguir la utopía, esa necesidad de tener justicia, una alternativa, una escapatoria a la cotidianidad y a la rutina, esas que a veces nos niegan como seres humanos y nos oprimen”, manifiesta convencida.

En relación al sentido definitivo, específico de sus créditos, Gioconda Belli tiene una hoja de ruta establecida, una de lucidez meridiana. “Me interesa rescatar la voz de la mujer dentro de una perspectiva diferente, delimitar lo que representa la existencia femenina desde una óptica no tradicional. Por lo general, mi género entró a las disputas  literarias tardíamente, y me parece que su sensibilidad, su forma de ser, no se ha descrito de la mejor manera. En razón de eso, es que indago en la fuerza, en la capacidad y en la posibilidad que, nacida al interior de la imaginación de una mujer, ésta pueda demostrar su potencial para derrotar la injusticia esencial de las cosas”, piensa.

“Si alguien se ha sentido mejor en su plenitud por leer una página de mi autoría, y yo le he comunicado una idea, que incluso para mi misma es difícil de expresar, me doy por satisfecha. Ese es el poder redentor del arte, establecer lazos de comunión emocional con otras personas, que quizás nunca conoceremos”, remata.

Inquirida por sus pares chilenas, la escritora condecorada con la Orden de las Artes y las Letras, en el grado de Caballero, que le otorgó el Ministerio francés de Cultura el año pasado, defiende y rescata la trayectoria artística construida por Isabel Allende.

“Se ha intentado tender un manto de invisibilidad y de silencio, por parte de la crítica y del circuito académico sudamericano, sobre su fecunda obra. Esto, con el propósito de silenciar sus dones y talentos como narradora, como una contadora de historias de ficción, de un nivel superior. No sólo ha sido prolífica, sino que tiene títulos muy buenos y logrados técnicamente. Especialmente su trilogía de memorias y Paula”, apunta Belli. “Además, tiene un número de lectores que ya se quisiera cualquier escritor de esos que la denigran casi con rencor”, argumenta.

Establecida con su familia en Managua, luego de fijar su domicilio entre los Estados Unidos y Nicaragua, en viajes constantes que repitió por cerca de veinte años, la novelista de El pergamino de la seducción (2005), adelanta a El Mostrador Cultura + Ciudad, lo que será el motivo de la ficción sobre la cual se encuentra trabajando en estos meses. “El personaje principal se llamará Ema, en honor a la heroína de Flaubert, y su tema se inspira en la llegada del amor para una mujer, durante su transitar épico y existencial, en el duro pasaje de la menopausia”, confirma en exclusiva.

¿El sugerente y romántico nombre con que será bautizado el escrito?

“La titulé El intenso color de la luna”, contesta.

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