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«Vinos de Chile», la campaña que apuesta por los más ricos “Me Gusta el Vino”, una iniciativa de Vinos de Chile

«Vinos de Chile», la campaña que apuesta por los más ricos

Vinos de Chile lanzó bajo este nombre una campaña para promover el menguado consumo del vino en nuestro país. Eligió, seguramente, de acuerdo a sus posibilidades y apostó por una campaña viral que parece tener buen futuro, pero poniendo el foco en el mismo sitio: el segmento socioeconómico de mayores recursos. Más de lo mismo, cuando se hace necesario sacarlo del Barrio Alto y proponerle ir por más a quienes realmente sostienen el peso de esa industria.


vinos chile

Jóvenes, exitosos, ejecutivos, audaces, cocineros, surfistas, pintoras, creativos de radio online y… bebedores de vino. La campaña “Me Gusta el Vino”, es una iniciativa de Vinos de Chile, asociación que reúne a los principales productores vitivinícolas locales, que pretende estimular el crecimiento del mercado nacional y revertir la constante baja del consumo per cápita criollo que ronda los 13 litros al año. Una cifra que hace rato preocupa al rubro porque no se condice que la de otros países productores, por ejemplo, el de Argentina que ronda los 23,5 litros. La idea es asociar la bebida a lo saludable de su consumo cuando se bebe con moderación y por ofrecer gracias a su complejidad y diversidad el más grato placer sensorial. Eso sin contar ser uno de los pocos, poquísimos, productos que sale desde Chile al resto del mundo, completamente terminado.

Todos esos argumentos, y más, deberían interesar a una generación de consumidores más inclinada a la accesible sencillez de la cerveza o al poder alcohólico de los destilados y su fuerza de la costumbre. Gente de entre 25 y los 40 años, con un especial énfasis en la mujer. “Una nueva forma de darle al vino el lugar que merece en el mercado nacional”, dice el comunicado de prensa despachado durante esta semana. De ahí la elección de los personajes para la serie de videos virales que pretenden posicionar: una surfista y fotógrafa, una pintora y galerista, un cocinero emergente, el director creativo de una radio online, personajes emergentes, algunos a punto de dar el gran salto –se espera- para ser verdaderos referentes en sus respectivas actividades. Atractivos por lo cool sin tener la distancia del consagrado.

¿Llegan a quienes desean llegar? Sí, pero sólo en parte. “Acercar a los jóvenes y mujeres a que se encanten con la variedad y versatilidad de vinos que ofrece Chile”, agrega comunicado, pero ¿Qué hombres, qué mujeres? Se trata, viendo perfil de los personajes elegidos, del clásico segmento de elite que a lo sumo bebe uno o dos de los 13 litros por cabeza que consumimos los chilenos y que quizá no sea el prioritario a la hora de buscar que la gente de a pie conozca, tome y aprecie nuestro vino hasta quererlo como emblema. Es en los estratos medios y populares donde se juega el verdadero partido. Y ahí no aparecen los necesarios mensajes que puedan estimular la afición por el vino ¿Por qué no hacer un esfuerzo más transversal si este año por primera vez la mitad más uno de los chilenos tiene acceso a Internet? (*) ¿Por qué llegar al C2, C3 y más allá, con recomendaciones cercanas que alienten a reemplazar la caja por la botella, la piscola por la copa? ¿Se requiere de demasiada inversión de tiempo y dinero para lograrlo? Si se busca llegar al corazón del consumo es necesario ampliar la paleta social de la mensajería. En ese sentido vale la pena destacar que marcas como Misiones de Rengo tenga un personaje pop de amplio reconocimiento como Beto Cuevas de rostro en su última campaña (lo que recuerda otro punto: ¿cuánto durará la campaña de Vinos de Chile?). O que Aupa, uno de los recientes y nacientes pipeños criollos, saliera a enfrentar de igual a igual cervezas y destilados con un llamativo envase de 330 cc.

Vinos de Chile eligió, seguramente, de acuerdo a sus posibilidades y apostó por una campaña viral que parece tener buen futuro, pero poniendo el foco en el mismo sitio: el segmento socioeconómico de mayores recursos. Más de lo mismo, cuando se hace necesario sacarlo del Barrio Alto y proponerle ir por más a quienes realmente sostienen el peso de esa industria. Sumar personas que caigan en cuenta de algo no muy evidente si no se comprueba al viajar fuera del país: que tenemos a la mano un producto de primera, que no es fácil de conseguir a este nivel de calidad y precio en el resto del mundo, incluso en países productores. Y acá puede ser pan de cada día.

Un oficinista anónimo llegando a su pequeño departamento del centro, que se saca la tensión de su trabajo ayudado por un sorbo de tinto. Una chica llegando orgullosa a un asado en el último piso de cualquier parte, con su vino, desafiando chelas y piscolas. Un matrimonio joven en su primera casa, disfrutando de un almuerzo familiar acompañado de sus hijos pequeños y una botella en la mesa. Escenas imaginarias para una ciudad amplia, real, empática con quienes, ahora, más necesitan de una buena copa para disfrutar.

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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