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Mercosur ante el bolsonarazo: “Fue hermoso mientras duró” Opinión

Mercosur ante el bolsonarazo: “Fue hermoso mientras duró”

Iván Witker
Por : Iván Witker Facultad de Gobierno, Universidad Central
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Varias señales indican al Foro Económico de Davos como el lugar donde el nuevo gobierno brasileño explicitará sus propuestas acerca de cómo reformar Mercosur. El eje será modificar su actual estatus de unión aduanera en una zona de libre comercio, lo más amplia y dinámica posible. Se trata de un cambio copernicano, ya que Mercosur –lo mismo que Unasur– fue visto siempre por Brasil como una prolongación de su propia proyección internacional. El mensaje que subyace en la propuesta brasileña es que las tres economías del bloque dejaron de representar un acicate para su crecimiento y que tal transformación es imprescindible.


Una de las regiones del mundo donde más fuertemente impactará la nueva política exterior de Brasil será América Latina. La lista de temas regionales es larga, y partió con la temprana decisión de poner fin a un controvertido convenio médico con Cuba. Le sigue la urgente preocupación por el verdadero alud de inmigrantes venezolanos que inunda a algunos estados del norte, especialmente Roraima, donde ya superan los 70 mil. Del mismo modo, el avance de las investigaciones judiciales por los casos de corrupción volverá algo ríspida la relación con sectores políticos regionales que, pese a la cárcel, siguen simpatizando con Lula. Por último, sobrevendrá un inevitable intercambio de matices con el México de Andrés Manuel López Obrador.

El cuadro no estaría completo si no se tiene en consideración el fuerte distanciamiento de Bolsonaro, y del equipo que manejará la política exterior, con aquellas ideas del multilateralismo y globalismo que gustan de elites supraestatales, como Mercosur.

Es fácil imaginar el pavor que corre por estos días en los pasillos del edificio Parque Hotel en Montevideo, donde tiene su sede el bloque. Estupor han generado las declaraciones de Bolsonaro, y los ministros Araújo (Exteriores), Guedes (Economía) y Da Costa (Agricultura) sobre el desinterés  en el futuro de Mercosur.

[cita tipo=»destaque»]Bolsonaro dirá igualmente en Davos que, justamente por su actual estructura anquilosada, Mercosur exporta fuera del bloque menos que hace 7 años y que registra pocos avances en negociaciones relevantes. Es cierto que ha logrado acuerdos de tipo preferencial con Israel, India, Palestina, Sudáfrica y Egipto, pero no ha podido avanzar con Corea del Sur, Singapur, Canadá ni EFTA. Ni qué decir con la Unión Europea. ¡Veinte años de negociaciones han sido insuficientes! La rigidez impide, además, que un país pueda negociar por separado. Uruguay, por ejemplo, trató de hacerlo con China y fue vetado. Por lo tanto, el anuncio será que la redinamización vendrá por la vía de un bilateralismo altamente flexible.[/cita]

El llamado a reformarlo y flexibilizarlo no deja satisfecha a la burocracia del bloque ni a nadie que adhiera al citado multilateralismo supraestatalista. Y las razones son múltiples.

Primero, por la desconfianza ad hominem hacia Bolsonaro, una actitud que por cierto dificultará cualquier tratativa posterior. Segundo, la ruptura de Bolsonaro con la tradición de visitar Buenos Aires como primer gesto externo de un mandatario brasileño recién electo y el anuncio de un viaje más amplio, aterrizando primero en Santiago e incluyendo una visita a Asunción, marcó cicatrices en el alma trasandina y dejó titubeante al propio mandatario Mauricio Macri acerca de cómo reaccionar. Tercero, Brasil es por lejos el socio principal y absolutamente gravitante de Mercosur, de tal manera que la percepción de inutilidad de ese tipo de multilateralismo que tiene Bolsonaro no encuentra contrapeso equivalente.

Varias señales indican al Foro Económico de Davos como el lugar donde el nuevo gobierno brasileño explicitará sus propuestas acerca de cómo reformar Mercosur. El eje será modificar su actual estatus de unión aduanera en una zona de libre comercio, lo más amplia y dinámica posible. Se trata de un cambio copernicano, ya que Mercosur (lo mismo que Unasur) fue visto siempre por Brasil como una prolongación de su propia proyección internacional. El mensaje que subyace en la propuesta brasileña es que las tres economías del bloque dejaron de representar un acicate para su crecimiento y que tal transformación es imprescindible.

Es evidente que estos cuatro países (guiados por Lula, los K y Pepe Mujica) asumieron con el paso de los años una lógica proteccionista basada en una nociva Brasil-dependencia. Hoy día, la industria automotriz argentina, la láctea uruguaya y el presupuesto nacional paraguayo proveniente casi en su totalidad de la venta de energía, pierden toda significancia sin Brasil.

Bolsonaro dirá igualmente en Davos que, justamente por su actual estructura anquilosada, Mercosur exporta fuera del bloque menos que hace 7 años y que registra pocos avances en negociaciones relevantes. Es cierto que ha logrado acuerdos de tipo preferencial con Israel, India, Palestina, Sudáfrica y Egipto, pero no ha podido avanzar con Corea del Sur, Singapur, Canadá ni EFTA. Ni qué decir con la Unión Europea. ¡Veinte años de negociaciones han sido insuficientes! La rigidez impide, además, que un país pueda negociar por separado. Uruguay, por ejemplo, trató de hacerlo con China y fue vetado. Por lo tanto, el anuncio será que la redinamización vendrá por la vía de un bilateralismo altamente flexible.

Dirá también que ese esquema, del todo inconducente, de tener dos tipos de miembros activos, los cuatro plenos y los asociados (Chile, Perú, Surinam, Guyana, Colombia, Ecuador y, eventualmente, Bolivia) sólo traban cualquier entendimiento interno. Bolsonaro ha dicho que espera disminuir también sus frecuentes cumbres presidenciales por haberse convertido en ejercicios estériles. De hecho, en su último encuentro en Montevideo (17-18.12), los mandatarios congregados –de sobra atónitos con los acontecimientos y trascendidos- se limitaron a constatar la fase crepuscular de su existencia.

La importancia de lo que se dirá en Davos radica entonces en que se terminará en la región este multilateralismo supra-estatalista, cuya característica principal es la articulación en torno al socio más poderoso. Stephen Walt lo denominaba “alineamiento gravitacional” (una adaptación elegante de la expresión que solía usar, bandwagoning).

No cabe duda que muchas lágrimas derramará el fin del Mercosur 1.0.

Su gestación ocurrió en una época pletórica para una región subyugada con el re-estreno de regímenes democráticos y que no alcanzó a divisar a tiempo el enorme dinamismo que irradiaría Asia-Pacífico. Huelga profundizar que alguna lágrima irá por cuenta del orgullo de haber sembrado una semilla de cierto espíritu de comunidad regional.

Entretanto, Bolsonaro sabe que tiene un gran aliado para estos cambios, llamado Mario Abdo Benítez, el presidente paraguayo. Este apoya con decisión la idea de “actualizarlo y dejar de lado un improductivo debate existencial” haciendo variadas alusiones a la crisis de 2012, cuando se suspendió a Paraguay y se aceptó el ingreso de la Venezuela chavista en una oscurísima intromisión en asuntos internos protagonizada por el entonces canciller y hoy Presidente, Nicolás Maduro.

Fue una maniobra contó con el apoyo del gobierno de Lula, lo cual generó profunda molestia en la cancillería brasileña de entonces. En el intertanto, Venezuela fue suspendida por incumplir el protocolo democrático del bloque.

Aquellos funestos hechos corroboraron que Mercosur se estaba desnaturalizando. El vaciamiento de sus contenidos comerciales se comenzó a hacer evidente y más de algún visionario advirtió que algún sacudón vendría tarde o temprano. Bolsonaro sólo lo ha adelantado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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