La ausencia de tradiciones democráticas en Beijing, junto a la fragilidad de los sistemas democráticos latinoamericanos y la ubicación más bien en la periferia de los valores liberales occidentales podrían generar un ambiente ideal para fórmulas de modelo político inspiradas en el Reino del Medio. Por añadidura, en América Latina, el recuerdo atávico más poderoso no es la falta de libertad, sino la pobreza. Ello explica la receptividad a las inversiones de Beijing.
Que el ascenso de Beijing a gran potencia también es palpable en nuestro hemisferio, es una verdad del porte de una catedral. Los ejemplos más elocuentes son las extraordinarias cifras comerciales con cada uno de los países latinoamericanos, la construcción de una enorme estación espacial en Neuquén, las fuertes inversiones en infraestructuras y materias primas, créditos generosos, la inserción de los latinoamericanos en la Ruta de la Seda y la invitación a ingresar al 5G de la mano de Huawei, Alibaba y otras grandes empresas tecnológicas. Y como si ello no bastara, su mejor carta de presentación es la misma que exhibe en el resto del planeta, aquel pragmático slogan Don´t tell, don´t ask, que denota algo así como no digas ni preguntes. Muchas sonrisas, apretones de mano, palmoteos, inclinaciones reverenciales (kotou) y genuflexiones, sin preguntar ni opinar sobre cuestiones internas. Por esa vía, el mandato celestial de Beijing ha llegado a Africa, a los Balcanes y a vastas porciones del mundo. El Occidente liberal mira con arrobo casi extático, pues poco o nada puede contraponer.
Ante ello, cabe preguntarse, ¿cuánto Beijing es digerible?
Resulta sumamente complejo responder esto, especialmente desde América Latina, ya que, como bien observaba Octavio Paz, no se sabe muy bien si los latinoamericanos pertenecemos o no a Occidente. Solía preferir la expresión Occidente excéntrico (es decir fuera de su centro) para referirse a esta parte del hemisferio, tan anárquica, tan violenta, tan arisca, pero con indudables trazos liberales. Por lo mismo, surge una gran duda acerca de cuán inocua será la irrupción china.
La experiencia en otras latitudes señala que el Don´t tell, don´t ask tiende a la consolidación de un modelo de organización socio-política alternativo a la democracia liberal occidental. Es un modelo que desacopla las libertades políticas de las económicas, que en la lógica liberal occidental son inseparables.
Podría darse entonces una pérfida constelación. La ausencia de tradiciones democráticas en Beijing, junto a la fragilidad de los sistemas democráticos latinoamericanos y la ubicación más bien en la periferia de los valores liberales occidentales podrían generar un ambiente ideal para fórmulas de modelo político inspiradas en el Reino del Medio. Por añadidura, en América Latina, el recuerdo atávico más poderoso no es la falta de libertad, sino la pobreza. Ello explica la receptividad a las inversiones de Beijing.
Y dado que ningún país latinoamericano está en condiciones de adoptar el proverbio chino de “sentarse en lo alto de la montaña a observar una lucha entre dos tigres”, cabe añadir otras preguntas. ¿Cuál será la reacción definitiva de las democracias latinoamericanas a los crecientes influjos de Beijing en medio de las presiones estadounidenses?, ¿será América Latina la primera gran señal del colapso de la democracia liberal, ahogada por la influencia de un Beijing que ha demostrado no necesitarla?
Son temas llenos de sinuosidades. Ya durante la Guerra Fría muchos pensaban que la penetración soviética terminaría imponiéndose. Uno de ellos fue Jean-Francois Revel, ese connotado intelectual anti-nazi y luego desencantado socialista francés, que escribió en 1983 Cómo mueren las Democracias, donde tempranamente aborda el reto existencial de las democracias liberales. Fueron precisamente aquellos miedos los que motivaron la sobrerreacción manu militari en América Latina.
En la actualidad, asistimos a una nueva confrontación de similar envergadura, donde las culturas de magnitud comparable son sólo la china y la estadounidense. En consecuencia, las opciones que se abren son, igual que en los años de Revel, muy pocas. La profundización de la democracia liberal que se reclama en algunos lugares de América Latina no tiene el cielo despejado, ya que como derivaciones de la nueva confrontación global, se viven tendencias calificadas de sobrerreacciones. Algunas son la regresión a los nacionalismos en Europa, las inclinaciones aislacionistas en EEUU, las tentaciones populistas por doquier y la disolución de antiguas certezas en materia de disputas eidéticas.
En medio de aguas tan procelosas, los influjos de Beijing podrían ser muy bienvenidos en América Latina. Total en Africa ya penetraron exitosamente y en los Balcanes lo están haciendo del mismo modo.