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La “operación Fernández” que precipitó la caída de Burgos Preocupación en el Gobierno por señal de debilitamiento del comité político

La “operación Fernández” que precipitó la caída de Burgos

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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En La Moneda comentaron que Burgos se enteró de los sondeos a sus espaldas que hizo la Mandataria con Fernández –quien se encontraba “casualmente” en Chile desde el sábado haciendo uso de sus vacaciones– y que en la reunión de ayer en la mañana con la Presidenta le enumeró, agotado, los episodios en los que ha sido aislado o marginado de las decisiones. Entonces renunció y la Mandataria no lo retuvo, como sí lo hizo en diciembre. “Burgos no se quería ir, la Presidenta no quería que se quedara, hasta ahora no había podido sacarlo sin pagar el costo ante la DC y la figura de Fernández se lo permitió”, explicó un inquilino de Palacio.


“Los príncipes no lloran”, dijo ayer un alto asesor de La Moneda ante la salida de Jorge Burgos del Gobierno, aludiendo a la cara sonriente, los abrazos y palabras de buena crianza que desplegó la ex autoridad DC desde el momento en que se hizo público su paso al costado de la administración bacheletista y hasta que salió finalmente por la puerta de Morandé 80 antes de las 18:00 horas.

Una caída que era inevitable, que se gestó durante meses con una seguidilla de roces y públicas discrepancias entre ambas autoridades que agotó la relación política, pero que tuvo su detonante precisamente en los sondeos que desde la semana pasada se hicieron desde altas esferas de Palacio a espaldas del ex ministro, con miras al diseño de un nuevo gabinete.

Por más de 50 minutos, Bachelet y Burgos conversaron ayer en la mañana a puertas cerradas, reunión de la que hay dos versiones, pero una misma conclusión: fue ahí, en esa cita, donde se selló la salida de la ex autoridad DC de La Moneda, porque el ahora ex ministro puso su renuncia sobre la mesa, y aunque unos dicen que lo hizo con elástico y otros que no, la Mandataria la aceptó sin miramientos, lo que llevó a muchos en el Gobierno a afirmar que, más que debido a “razones personales”, fue sacado de su cargo.

Sí es efectivo –según afirmaron muchos en el Ejecutivo ayer– que pesó la querella que la Presidenta presentó la semana pasada contra la revista Qué Pasa, acción de la cual Burgos no era partidario. Así se lo hizo ver a Bachelet antes que se fuera de gira a París y de la cual se enteró, igual que el resto, por el anuncio oficial, lo que contravino el acuerdo que ambos suscribieron a finales de diciembre tras la crisis que se desató con el polémico viaje presidencial a la Región de La Araucanía del cual fue marginado: de no aislarlo de las decisiones a pesar de las discrepancias.

Pero la gota que rebalsó el vaso, como dice el dicho, fue la llamada que la semana pasada habría hecho la Presidenta Bachelet a Mario Fernández a Uruguay, para sondear si estaba disponible para dejar la embajada en dicho país e incorporarse al gabinete, sin que Burgos estuviera al tanto.

En Palacio reconocen que la idea de un ajuste ministerial estaba en el ambiente, se estaba barajando hace días, pero se suponía que la señal interna desde la Presidencia era que no se iba a tocar al comité político, que la idea era reforzar áreas sectoriales débiles y aprovechar de dar espacio a que renuncien las autoridades que aspiran a ser candidatos a parlamentarios el otro año, sin esperar el plazo legal final, que es en noviembre. Incluso, que desde los partidos se ha hablado de la necesidad de dar un nuevo impulso al gabinete, cuyo apoyo cayó en las encuestas debilitando el respaldo al Gobierno, que según la Adimark tiene un rechazo del 80%.

En La Moneda comentaron que Burgos se enteró de los sondeos a sus espaldas con Fernández –quien se encontraba “casualmente” en Chile desde el sábado haciendo uso de sus vacaciones– y que en la reunión de ayer en la mañana con la Presidenta le enumeró, agotado, los episodios en los que ha sido aislado o marginado de las decisiones. Entonces renunció y la Mandataria no lo retuvo, como sí lo hizo en diciembre. “Burgos no se quería ir, la Presidenta no quería que se quedara, hasta ahora no había podido sacarlo sin pagar el costo ante la DC y la figura de Fernández se lo permitió”, explicó un inquilino de Palacio.

“Yo me encontraba en Chile de vacaciones desde el fin de semana (…). La primera noticia fue hoy en la mañana” reconoció el nuevo ministro Fernández, una vez que había jurado ante la Presidenta Bachelet, sobre el momento en que fue llamado oficialmente para sumarse al gabinete.

El perfil del nuevo ministro del Interior es muy similar al de Burgos, pero “corregido y aumentado” en ciertos aspectos, como su conservadurismo en lo valórico, su privilegiada amistad con el todo poderoso Gutenberg Martínez –son compadres–, su membresía como figura de la Concertación más que un hombre de tomo y lomo de la Nueva Mayoría. Esto llevó a que la lectura política transversal en el Gobierno respecto a que el cambio de ministro del Interior no pasara por una decisión de imprimir un nuevo sello o marcar otro rumbo para los siguientes dos años de mandato, sino que se motivó en razones personales, el desgaste “gradual y acumulativo” de la relación ministro-Presidenta que, después del auspicioso debut el 11 de mayo del 2015, rápidamente entró en una espiral de tensiones permanentes. Algunos, sin embargo, precisan que Fernández en materia económica es de sensibilidad socialcristiana y no responde al perfil de un liberal cercano al empresariado, como era el propio Burgos u otros tecnócratas de su partido y, en tal sentido, sintonizaría mejor con la mirada de la Mandataria.

“Mario Fernández es rancagüino, hijo de la educación pública –estudió en el Liceo Óscar Castro–, un político y académico muy meritocrático, de bajo perfil, amigo de la Presidenta y sin agenda propia, que le debe al polo progresista el reconocimiento público que nunca le dieron los gobiernos DC, llenos de familias políticas con apellidos vinosos. Un hombre del cual todos hablan bien, con muchas amistades en el Congreso”, señala el columnista de este medio Edison Ortiz. Este agrega que “los que lo conocen cuentan que, a diferencia de Burgos, siempre ha hablado bien de la Presidenta, tanto en público como en privado”.

En La Moneda se hizo hincapié en que la salida de Burgos “fue dialogada” con Bachelet, que no hubo un altercado fuerte entre ellos, incluso el ex ministro tanto en público como en sus despedidas privadas con los equipos de Interior habló de su cansancio físico, de la necesidad de cuidar su salud y de que, contrariamente a lo que afirma la prensa, él le tiene respeto a la Mandataria. Pero otros enfatizaron que lo primero que hizo al salir de la cita con la Presidenta fue reunirse con el subsecretario Mahmud Aleuy y que sí estaba molesto por haber sido marginado otra vez, que por eso había decidido tomarse vacaciones los siguientes 10 días, a pesar de que no fuera el momento más adecuado, por lo que el lunes compró los pasajes a Londres, hacia donde parte hoy en la mañana y que, como es un político con experiencia, optó por ser “educado y caballero” en su salida, mantener las formas y guardar silencio por ahora.

Es más, se habló incluso de la importancia de no repetir la imagen de la salida de Rodrigo Peñailillo hace 13 meses, en la que en el desencajado rostro del ex ministro del Interior PPD –el otrora hombre fuerte de Bachelet– se evidenciaba su rabia y dolor, que no ocultó en sus declaraciones al salir, donde habló de la lealtad. Hubo especial preocupación –explicaron– para que ningún gesto delatara a Burgos,  quien sonrió, abrazó a la Presidenta y le dejó de regalo su pluma.

En La Moneda no pocos afirmaron que “casi están descorchando champaña por la caída de Burgos» en el círculo más estrecho de la Presidenta Bachelet, integrado principalmente por su jefa de gabinete Ana Lya Uriarte y la jefa de prensa, Haydée Rojas, quien entregó el comunicado oficial de la salida del ex ministro cerca de las 11:15 horas, en pleno patio de Los Cañones. Lo de la champaña no pasó de ser una expresión, pero lo que sí fue real, concreto y a vista de todo el mundo, fueron los efusivos abrazos de felicidad que Uriarte le dio al flamante nuevo ministro del Interior en pleno salón Montt-Varas, en la ceremonia de juramente, cuando aún Burgos no se retiraba.

Es que la ex autoridad DC no era un personaje fácil para este grupo, no había una relación fluida e imperaban las desconfianzas, al punto que Burgos no le contestaba ni el teléfono a Uriarte y la obligaba a relacionarse con su jefe de gabinete, bajo el argumento de que él se entendía directamente con la Mandataria.

La salida de Burgos vino a entrabar los planes iniciales que –según se comenta en el Gobierno– estaban en marcha sobre el ajuste ministerial. “Esto lo frena, ahora es necesario que Fernández se acomode, porque nadie nace sabiendo ser ministro del Interior, eso se aprende con la marcha, por más experiencia que se tenga”, recalcaron en el Ejecutivo.

Señal compleja

Después que Burgos se retiró de La Moneda, en la tarde Fernández encabezó un largo comité político con Valdés y sus pares de Segpres, Nicolás Eyzaguirre, y de la Segegob, Marcelo Díaz. El ministro PPD, el único realmente cercano a la Presidenta y con quien Burgos no tuvo una relación fluida, conoce al nuevo titular de Interior desde el Gobierno de Lagos y no ocultó su agrado al afirmar que no tenía dudas en cuanto a que la “coordinación” del comité político sería muy buena.

Si bien la trayectoria del ministro Fernández nadie la desconoce, abogado de larga trayectoria, reconocido académico, ex ministro, ex subsecretario, un DC que representa “el corazón de la falange”, con una muy buena sintonía con Bachelet –se conocen bien desde el Ministerio de Defensa de Frei Ruiz-Tagle y luego en el gabinete de Ricardo Lagos Escobar–, igual en el seno del Gobierno hay varios que prendieron las alarmas por la compleja señal que su llegada representa, especialmente para la injerencia real que de ahora en adelante tendrá el comité político ante la Mandataria.

[cita tipo=»destaque»]En La Moneda no pocos afirmaron que “casi están descorchando champaña por la caída de Burgos» en el círculo más estrecho de la Presidenta Bachelet, integrado principalmente por su jefa de gabinete Ana Lya Uriarte y la jefa de prensa, Haydée Rojas, quien entregó el comunicado oficial de la salida del ex ministro cerca de las 11:15 horas, en pleno patio de Los Cañones. Lo de la champaña no pasó de ser una expresión, pero lo que sí fue real, concreto y a vista de todo el mundo, fueron los efusivos abrazos de felicidad que Uriarte le dio al flamante nuevo ministro del Interior en pleno salón Montt-Varas, en la ceremonia de juramente, cuando aún Burgos no se retiraba.[/cita]

En Palacio afirman que efectivamente la Presidenta ganó con el cambio que hizo, que ya no tendrá a alguien que le haga “ruido interno”, que se salga de libreto, que le manifieste privada y públicamente sus discrepancias, que camine por el patio de La Moneda y dé sus opiniones ante las cámaras sobre los temas más relevantes de la agenda política y filtre a la prensa más cercana información intencionada para poner en aprietos al equipo de Bachelet.

Aseguran que el ministro Fernández jamás le hará un “gallito” a la Mandataria y que, si bien eso aparentemente es algo positivo, no deja de ser un problema cuando la crítica interna en la administración bacheletista, hace meses, es que la Jefa de Estado está excesivamente rodeada de un perfil de asesores que se inclinan más al “yes men” que al análisis político crítico.

Entre quienes conocen a Fernández explicaron que el ministro es una persona de convicciones fuertes, que trabaja muy bien en equipo, que su llegada es una señal de continuidad por la senda de consolidar la obra gruesa y no seguir el perfil reformista, pero que nunca se ha caracterizado por ser un líder nato, un guía político, que no es el conductor principal, sino que siempre ha sido más bien un actor colateral, que nunca es el que dice la última palabra.

“Puede ser que la Presidenta ganó en sintonía y poner a alguien con más tino, pero el comité de ministros ahora perdió peso político”, aseguraron en Palacio, junto con advertir que el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, quedó bastante solo en esa tarea. “No es una figura que imprima el dinamismo que se necesita en estos momentos”, agregaron en La Moneda.

Eso lleva a pensar, según algunos en Palacio, que el verdadero conductor del comité político y del Gobierno será, desde ahora y desde las sombras, el subsecretario Aleuy.

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